La entrada de Bolivia al Mercosur y la visita del presidente Lula al país son dos eventos económicos y políticos de gran relevancia..

El Mercosur es un espacio de integración que ofrece grandes oportunidades, siempre que se adopte una política productiva y de exportaciones basada en los intereses nacionales, no en la ideología, y que se comprenda el enorme potencial de los mercados vecinos, especialmente el brasileño.

La integración regional aún debe demostrar su fortaleza institucional y económica, y ver si puede continuar funcionando a pesar de las marcadas diferencias ideológicas que, coyunturalmente, se presentan en la región. Hace algunos años, con la llegada de Bolsonaro al poder en Brasil, este sistema de integración se ralentizó debido al distanciamiento político con el kirchnerismo. Ahora, con Milei en el poder en Argentina, veremos si el Mercosur continúa desarrollando sus potencialidades y no se ve perjudicado por las divergencias entre Lula y el presidente argentino.

Bolivia, como nuevo miembro, debe actuar con urgencia táctica para aumentar sus exportaciones, pero con paciencia estratégica en los proyectos a largo plazo. Cuando en Bolivia se habla de globalización, en rigor, se debe entender regionalización. La mayor parte de nuestro comercio exterior e inversiones extranjeras directas se encuentra en el continente. Cabe resaltar que los procesos de integración económica, comercial y política son oportunidades que deben ser aprovechadas y no soluciones mágicas inmediatas.

Paralelamente a la entrada oficial de Bolivia al Mercosur, se produjo la visita del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Este fue un respiro político importante para el presidente Arce en una coyuntura económica y política sumamente delicada. Sin embargo, a corto plazo, estos actos de política exterior tienen un impacto reducido en la dinámica política interna. Tras las declaraciones de hermandad latinoamericana y la firma de diversos acuerdos que en el papel lucen muy prometedores, vuelve la oscura sombra de la coyuntura: la crisis económica y los bloqueos de Evo, quien, por cierto, no fue mencionado por su “hermano mayor” Lula.

Como nos enseña el pasado, la diplomacia directa del presidente Lula, con el tiempo, cede paso a la gestión de Itamaraty, el cual es muy institucionalizado en términos de política internacional. La política exterior de este órgano burocrático es mucho más pragmática y defiende los intereses económicos y políticos brasileños, convirtiendo la gestión de los acuerdos en un proceso complejo y engorroso.

Por otro lado, sectores nacionalistas en Brasil nunca aceptaron la nacionalización de la refinería de Petrobras, especialmente el Ejército, que tiene una presencia importante en el gobierno corporativo de la empresa estatal. Aunque en teoría suscriben el concepto de integración, no han abandonado sus visiones geopolíticas, persistiendo las ideas del general Golbery de Couto e Silva en ciertos sectores e instituciones de la política internacional brasileña.

Bolivia y Brasil firmaron 10 acuerdos en áreas como lucha contra la trata de personas, tráfico ilícito de migrantes y delitos conexos, cooperación técnica, científica y tecnológica para mejorar la gestión migratoria y la capacitación de personal para la lucha contra el narcotráfico, acceso recíproco a los servicios públicos de salud, operación de la central hidroeléctrica Jirau e integración eléctrica entre los sistemas interconectados, comercialización de fertilizantes y cloruro de sodio, comercialización e industrialización de minerales, y cooperación en agricultura y ganadería.

Estos acuerdos requieren un arduo trabajo del área económica y comercial de la diplomacia boliviana. Siempre he sostenido que el desarrollo económico de Bolivia puede potenciarse significativamente si se buscan grados de complementariedad con el gigante brasileño. Parafraseando a Porfirio Díaz, Bolivia podría decir: “Tan lejos de Dios, pero tan cerca de Brasil”, y peor aún, si encima Dios es brasileño y el Papa argentino.

En lo concreto de la relación bilateral y desde una perspectiva de corto plazo, destacan dos temas: el futuro inmediato de la exportación de gas natural a Brasil y la condición que Lula impuso para el avance de la inversión brasileña en el país y, por supuesto, para que se hagan realidad las promesas de los acuerdos logrados.

En cuanto a la exportación de gas, avanzamos en la consolidación de un nuevo modelo de negocios con el vecino país. La compra y venta de este energético ya no será un tema entre estados, sino cada vez más una venta a empresas privadas brasileñas. En concreto, los empresarios brasileños que usan el gas boliviano vinieron en masa con Lula y quieren seguir adquiriendo gas, pero a un precio más competitivo, es decir, a un menor precio.

En el pasado, la negociación entre estados tenía por detrás la idea que el presidente Lula repitió en esta oportunidad: Brasil no quiere ser una isla de prosperidad rodeada de pobres; quiere que sus vecinos también se desarrollen. “Un país del tamaño de Brasil no puede crecer solo. Brasil necesita hacer crecer juntos a nuestros socios, a nuestros vecinos, porque no queremos ser una isla de prosperidad rodeada de miseria por todos lados”, afirmó.

Pero en la isla de prosperidad, una cosa es hacer negocios entre estados y otra con los privados. Este será un desafío complejo hacia adelante para la diplomacia boliviana.

En cuanto a las inversiones brasileñas en Bolivia, Lula mandó un mensaje muy claro: “La economía no tiene magia. Hay palabras clave que no podemos desperdiciar. Primero, es la estabilidad y la credibilidad. En segundo lugar, es la estabilidad de la economía. En tercer lugar, está la estabilidad fiscal. Cuarto, es la estabilidad jurídica. Quinto, es la estabilidad social. Estos cinco, más la palabra que interesa a todos los empresarios, es previsibilidad”.

En la actualidad, más allá de la retórica política del encuentro y sus posibilidades, ninguna de estas condiciones se cumple en la Bolivia actual. ¿A alguien le pareció que estos requisitos de inversión son una versión más amable de la condicionalidad del FMI? No, por favor. “Lula é um cara muito legal, mas uma coisa é uma coisa, e outra coisa é outra coisa. ¿Sacou?” Traducción libre: En el mundo de los negocios y la diplomacia, “Lula es un tipo genial, pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. ¿Entendiste?”