A través de las redes, me llegaron dos imágenes actuales del Cementerio General (Municipal) de Santa Cruz de la Sierra. En ellas se puede apreciar que se está construyendo más “nichos” en áreas verdes y sobre pasillos de circulación. Al denunciar a mi vez sobre este hecho en las redes, no faltó quien diga que estas prácticas siempre se han hecho, aceptándolo tácitamente como algo “normal”. 

“Siempre se ha hecho”, es un término general que busca eludir al verdadero culpable, quien es el que gestiona y decide sobre lo que se hace o se deja de hacer en la ciudad, y en este caso, en nuestro Campos Santo. Un lugar de alta significación por el sentido trascendente que adquiere al albergar a nuestros seres queridos en su descanso eterno. Un lugar, también, con carácter patrimonial, expresión cabal de la cultura, las costumbres y tradiciones de nuestra sociedad en un contexto sacro y digno de reverencia.

Cementerios urbanos, como el nuestro, son cuidados y mantenidos como parte del legado histórico inserto en el imaginario colectivo y como un referente importante para los que buscan adentrarse en el conocimiento de una cultura, como, por ejemplo, el Cementerio de Sucre, llamado también Los Jardines del Campo Santo. Quien conoce este lugar, sabe que es un verdadero jardín, con árboles centenarios y amplias calles peatonales que invitan, además de su uso habitual, a recorrerlo para conocer los monumentos que contiene.

Las imágenes del tradicional Cementerio cruceño, sin embargo, nos muestran el poco respeto que el gobierno municipal tiene por la riqueza patrimonial, la identidad urbano arquitectónica de Santa Cruz, y principalmente, por la memoria de nuestros muertos.

Este sacrílego loteamiento de las áreas verdes y de los espacios de circulación peatonal dentro del mismo, no es sino una muestra más de los atropellos que sufre nuestra ciudad por parte de quienes deben protegerla. Es una muestra de la falta de conocimiento y desinterés por parte de los funcionarios que promueven estas acciones desatinadas que al “construir”, destruyen. Como también destruyen su arbolado, tan necesario funcional como estéticamente. Recuerdo que alguna vez hubo la intención de declararlo Cementerio Patrimonial, con lo cual, ley mediante, se podría frenar estos abusos y preservar su historia.

Estos hechos, ¿serán también parte de la brillante idea de consultar a los propietarios de los inmuebles patrimoniales del Centro Histórico de nuestra ciudad, si “quieren o no” que sus bienes sigan en la condición de “catalogados”, es decir, patrocinados y cuidados como patrimonio tangible? Una “lavada de manos” bien camuflada para evitar el hacerse responsables del mantenimiento y puesta en valor de estos inmuebles, que son parte indisoluble de la historia y la cultura viva de nuestra sociedad.

Es posible que, en el caso del Cementerio General, sueltos de mente y de lengua, estos avasalladores urbanos salgan a justificar diciendo que la “intervención” que están llevando a cabo, tiene el consentimiento de los difuntos.