Por: Clara Solórzano, pedagoga y experta en educación superior

La era digital ha cambiado radicalmente la forma en que vivimos y nos comunicamos. Hoy en día, escribir en una computadora o un teléfono es tan común que podríamos pensar que escribir a mano es una práctica anticuada. Sin embargo, hay razones sólidas que demuestran que el acto de escribir a mano sigue siendo relevante y, de hecho, crucial para nuestro desarrollo mental, emocional y cultural.

Desde los jeroglíficos antiguos hasta los alfabetos modernos, la escritura a mano ha sido parte fundamental de la evolución humana. Cada símbolo y cada letra no solo han permitido plasmar pensamientos y emociones, sino que han tejido el legado cultural de la humanidad. Al escribir a mano, no solo expresamos nuestras ideas; también reflejamos nuestra personalidad y el respeto por aquellos que leerán lo que plasmamos en el papel.

La ciencia ha demostrado que escribir a mano activa áreas específicas del cerebro que no se estimulan de la misma manera al escribir en un teclado. Este tipo de escritura activa las áreas motora, visual y cognitiva del cerebro, promoviendo una mayor organización del pensamiento y facilitando la retención de información.

Además, el proceso de escribir a mano se ha vinculado con la generación de nuevas ideas y una mayor conexión entre el conocimiento y la memoria a largo plazo. Es como si la escritura manual permitiera al cerebro recorrer caminos neuronales que de otra forma permanecerían inexplorados.

Respecto a sus beneficios, se podría decir que son múltiples. Sólo por mencionar algunos, ayuda a activar la memoria semántica, porque al escribir debemos usar todo el conocimiento que tenemos sobre el trazo de los rasgos de las letras o las reglas de acentuación. También reduce la ansiedad, mejora la comprensión lectora, facilita el pensamiento sistémico, estimula las funciones ejecutivas del cerebro o previene enfermedades cognitivas, como la demencia senil o el Alzheimer. 

La escritura a mano también permite el desarrollo de la metacognición; es decir, la habilidad de pensar sobre nuestros propios procesos de pensamiento. Esto es fundamental, ya que nos ayuda a organizar nuestras ideas, a comprender conceptos y a darles un sentido personal. Al escribir a mano, no solo estamos copiando información, sino que estamos reflexionando sobre ella y transformándola.

Para las generaciones actuales, la escritura manual puede parecer una actividad obsoleta. Muchos jóvenes, que rara vez escriben a mano desde que se graduaron del colegio, sienten incluso incomodidad física cuando lo hacen. Sin embargo, más allá de las molestias iniciales, retomar esta práctica podría ofrecerles una herramienta invaluable para mejorar sus habilidades cognitivas y su expresión personal.

No sólo los maestros sino, fundamentalmente, los padres deben motivar a niños y jóvenes, a escribir a mano, con actividades como llevar un diario, escribir cartas a su “yo” futuro o participar en clubes de escritura. Estas prácticas permiten que exploren su creatividad, compartan ideas con otros y descubran en la escritura a mano una forma auténtica de expresión. También, invita a visualizar la caligrafía como una huella digital única, que permite a los demás percibir parte de nuestra identidad.

La escritura a mano no es solo un método de comunicación, es una forma de conectar con nuestras raíces culturales, de entrenar nuestro cerebro y de enriquecer nuestra personalidad. A medida que avanzamos en la era digital, escribir a mano puede ser una forma de equilibrar el uso intensivo de las pantallas y las tecnologías. Más allá de la inmediatez de los dispositivos electrónicos, la escritura manual nos invita a detenernos, a reflexionar y a reconectar con nosotros mismos y con el legado de aquellos que vinieron antes.

El mundo está cada vez más acelerado y digitalizado, por lo que escribir a mano es un acto de resistencia cultural, de autocuidado mental y de construcción de un pensamiento profundo y significativo.