“Estamos generando 1.600 toneladas de residuos sólidos al día, y de eso, el 10% corresponde a distintos tipos de plásticos, botellas pet, etc. Parece una cantidad mínima, pero el plástico es voluminoso”, explicó Jorge Soto, responsable de Gestión Integral de Residuos Sólidos de la Empresa Municipal de Aseo de Santa Cruz (Emacruz).

Adicional a eso, según Soto, un 20% es otro tipo de plástico, el de la construcción, como cañerías, etc., “con un diseño para durar mucho más tiempo”, y otro 30% es plástico con características para uso de vehículos, electrónicos, o artículos de mayor duración. “Es que el plástico está en casi todos los productos”, admitió.

Según los datos de Emacruz, Bolivia genera anualmente entre 3.000 a 4.000 millones de bolsas plásticas. “Es desmedido el consumo acá, ya es un hábito de la población el uso, el desafío es cambiar eso. Estas cifras dan un panorama de que es un problema grande que debe encararse, no solo a escala municipal, sino también departamental y nacional”, aceptó.

Sin embargo, también recordó que existe un factor social y económico que debe analizarse con seriedad para implementar una política estructural y honesta de reducción en el uso de las bolsas plásticas.

“El movimiento económico de la fabricación de plásticos es muy grande, solo en Santa Cruz, las empresas que fabrican envases conforman un sector muy importante”, dijo.

Cree que es necesaria una ley nacional para regular este tema, pero recalcó que esta debe considerar todos los actores y efectos. “Una ley nacional que las obligue a reducir su producción, impactaría de forma negativa en ese sistema económico, convirtiéndose en un problema socioeconómico”, aseveró Soto.

El experto en residuos del Municipio aseguró que a escala nacional no existe una ley de reducción de uso de bolsas plásticas. “Entiendo que hace unos cinco años se hizo un proyecto de ley que no tuvo mucho éxito y que solo llegó a la Cámara de Diputados y quedó archivado. Tampoco existe una ley municipal, que sería un avance”, admitió.

Para Soto, el ejemplo más innovador en leyes nacionales lo tiene Chile, que desde hace años lanzó una normativa de reducción de bolsas plásticas, que “prácticamente se ha prohibido que se entreguen bolsas de un solo uso, y el modelo chileno tuvo bastante éxito en función a esa ley nacional”, remarcó.

Como Gobierno Municipal, Soto informó que -a través de Emacruz- constantemente hacen campañas referidas al manejo adecuado de residuos sólidos, y a no verter los residuos en la vía pública, “porque de ahí nace el tema de la dispersión de los plásticos en la ciudad”.

Resaltó el Programa Santa Cruz recicla, que hace una recolección diferenciada de la basura en varios puntos de la capital cruceña, y que fomenta la separación de la basura desde el origen, es decir desde la casa.

Asimismo, anunció para septiembre el lanzamiento de una campaña para la reducción en el consumo de bolsas plásticas, “todavía no puedo dar el nombre, pero ya estamos trabajando en la estrategia y la gráfica, con el objetivo de que se logre sensibilizar a la ciudadanía”, adelantó.

A pesar de los esfuerzos, Soto reconoció que las acciones apuntan a reducir el uso desmedido de las bolsas plásticas de un solo uso, pero que es muy difícil eliminar por completo el hábito de utilizarlas.

“Pensar que lograremos eliminar el consumo de las bolsas plásticas es complejo, además de requerir una política nacional, como profesional en este tema puedo decir que lamentablemente el plástico no desaparecerá por muchos años, no mientras exista petróleo”, se resignó.

Un ejemplo

“No se permite el uso de envases plásticos para el consumo de alimentos en la institución”, dice el cartel pegado en la puerta de ingreso a la Normal Enrique Finot.

Según Juan Veizaga, el director general, se trata de un proyecto interno que arrancó hace aproximadamente un mes y medio, y que involucra a unas 500 personas, entre catedráticos y estudiantes (futuros maestros de las unidades educativas).

“Iniciamos un proyecto para evitar el consumo de plásticos y colocamos todas las botellas en un recipiente para que sean recicladas; las tapas las depositamos en bidones para entregarlas al Hospital Oncológico, y así colaboramos a los niños con cáncer”, compartió.

A esa iniciativa sumó otro proyecto, tiene que ver con la recolección de ropa de medio uso en buen estado, que se entrega a una escuelita de comunidad. “Estamos enfocados en eso y en eliminar el consumo de plásticos, evitamos el ingreso de plásticos en la Normal, pero también buscamos otros mecanismos para contribuir al respeto de los derechos de la Madre Tierra”, agregó.

Veizaga opina que apostar por este tipo de proyectos en el semillero de futuros maestros es una gran manera de aportar a la sociedad, ya que multiplicarán el efecto una vez que empiecen a enseñar a otros alumnos. “Queremos conciencia social y ambiental”, puntualizó.

Iniciativa fallida

En 2006, el Concejo Municipal aprobó la Ordenanza 043, trabajada por el entonces concejal Enrique Landívar. A partir de esa normativa surgieron los grupos de recolectores.

Según el autor, Landívar, de esa ordenanza salieron varias experiencias piloto, “pero el alcalde no le dio pelota, como a otras normativas buenas, no prosperó. Basura cero para el año 2017, planteaba un trabajo progresivo de formación cultural, educación pública, incentivo a los privados para que se incorporen al reciclaje. Uno de los pilares era la separación en origen, que no se hizo, porque tiene que ver con educación”, recordó.

Para la ex autoridad, la falta de este tipo de políticas actualmente ocasiona que el Municipio gaste cerca de 36 millones de dólares al año en el contrato de la basura, que además deja un impacto ambiental, ya que la combinación de los restos orgánicos con otro tipo de residuos produce los lixiviados.

Cifras que alarman

De acuerdo a los datos que maneja Soto, de Emacruz, el plástico es el material de mayor consumo a escala mundial, y eso también se refleja a escala nacional y local.

“Dentro del análisis de este consumo, el 50% del plástico generado es de un solo uso, y es el mayor problema porque está siendo utilizado para una sola vez, y luego se desecha”, dijo.

Un trabajo de la Universidad Domingo Savio, presentado este año, con base en otras investigaciones, asegura que en Bolivia se estima que anualmente se importan alrededor de 285.000 toneladas de plásticos: 60% material manufacturado, 20% material primario, con un costo aproximado de 560 millones de dólares

“Los principales importadores se encuentran localizados en el eje troncal, en las ciudades de La Paz (34%), Cochabamba (21%) y Santa Cruz (41%).

Además, concluye que los principales productos son las bolsas plásticas, los envases de poliestireno (Tecnopor) y botellas plásticas. “En cuanto a la disposición de residuos, se estima que el 12% de los residuos, en promedio, son plásticos. De esta cantidad, aproximadamente un 5% termina en botaderos a cielo abierto o cuerpos de agua, en lugar de rellenos sanitarios por la no cobertura de los sistemas de recolección municipales”, alerta sobre el destino final de estos plásticos.

Punto de vista

"Al rescate de la ciudad"

Por Pedro F. Rivero Jordán/ Director EL DEBER

Santa Cruz de la Sierra está atrapada por el caos, la inseguridad y la ‘cuchuquera’. Hace falta mayor atención de las autoridades y un firme compromiso ciudadano con la urbe.

Aunque cueste y resulte doloroso admitirlo, nuestra otrora ‘amable ciudad’, de la que nos jactamos por ser la más poblada y extendida del país, está considerablemente rezagada respecto a otras en cuanto a orden, seguridad y limpieza. De un lado, la arbitraria y abusiva ocupación de aceras, calles, áreas verdes y otros espacios por el comercio informal, generan desorden y suciedad; muestran una imagen deplorable. No hace mucho tiempo se invirtieron Bs 300 millones en el traslado de mercaderes ambulantes a nuevos mercados. Salta a la vista que fue un gasto inútil.

Recuperar los espacios públicos, reordenar la circulación vehicular y fortalecer la seguridad ciudadana son asignaturas pendientes de las gestiones edilicias que, desde hace tiempo largo, se han sucedido en la administración de la ciudad. En cada caso, las poderosas organizaciones que nuclean a gremiales y transportistas han doblado el brazo a las autoridades de turno y, por el contrario, tiende a empeorar.

No obstante su constante y acelerado crecimiento, la capital cruceña tampoco cuenta con la suficiente cantidad de policías para hacer frente al delito. La gente, especialmente en las zonas periféricas de la extendida urbe, vive con el Jesús en la boca por temor a convertirse en víctima de la delincuencia. Hace falta una mejor gestión del Gobierno departamental ante las instancias correspondientes para que se asigne a Santa Cruz más uniformados y equipos que refuercen a la guarnición local del verdeolivo.

El reordenamiento del transporte público también se aplaza, no obstante un compromiso del Ejecutivo Municipal de retirar hasta 40% de buses y micros que influyen en el desorden. En tanto siguen archivados planes y proyectos, - incluso de la ayuda internacional,- para reorganizar y mejorar un servicio de mucha necesidad, y rescatar a la ciudad de un caos infernal que posterga su avance a la modernidad

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