Por: María Silvia Trigo

“Nadie quiere venir a relajarse en medio del humo”, dice Jerome Maurice, gestor de la ruta Saborearte de San José de Chiquitos y dueño del hotel Villa Chiquitana.

Fuera del irreversible daño ambiental y sanitario que generan los incendios, varios pueblos de la Chiquitania están afectados por la falta de turismo, una de las principales fuentes de ingresos económicos, y la situación empeora cada año.

“El tema ambiental está golpeando al turismo porque los extranjeros buscan seguridad y esta situación no les brinda por un tema de salud. Es imposible”, relata Nicole Justiniano, del hotel San Javier Eco Resort. “Hoy (miércoles) ha sido el peor día de todos porque caen cenizas. Uno está afuera y caen cenizas como lluvia”, relata del lugar cuyo encanto, en otra época, es cultural y de actividades al aire libre y en medio de la naturaleza.

Dueños de hoteles y operadores turísticos explicaron que la carencia de turistas en esta época del año es progresiva y que se inició con los incendios de 2019. Algunos sobreviven gracias a las tarifas corporativas, a través de las cuales reciben huéspedes que viajan por trabajo a estancias agropecuarias y ganaderas.

El hotel San Javier Eco Resort llegaba a recibir en las vacaciones de invierno hasta 65 huéspedes en un fin de semana, el miércoles no había ni uno y la semana pasada habían tenido solo tres que eran bolivianos y estaban en la zona por razones laborales.

Algo similar ocurre en el Hotel Villa Chiquitana, de San José de Chiquitos, donde todo el tiempo ven caer las reservas. El miércoles esperaban 16 huéspedes y todos cancelaron su estadía por la mala calidad del aire. “La serranía está a tres kilómetros del hotel y se ve desde aquí, pero desde ayer (martes) no se la puede ver”, relata el propietario Jerome Maurice y dice “no recuerdo haber visto tanto humo”.

En hoteles donde el principal atractivo es el contacto con la naturaleza la situación es aún peor. El hotel Biotermal, que está ubicado en las Aguas Termales de Roboré, también se ha visto afectado. “Cuando el turista ve que hay humo y contaminación, deja a un lado los planes de venir porque hay lugares donde realmente no se puede respirar”, dice la dueña, Claudia Mostajo. Revela que usualmente recibe turistas brasileños pero que al temor por la contaminación se suma el de la poca visibilidad en la carretera, lo que los desanima de llegar hasta las aguas termales.

La realidad turística y ambiental de la Chiquitania contrasta con el imaginario que promueve el Gobierno. Mientras los pueblos chiquitanos sufren por el humo y la carencia de visitantes, la Cancillería inauguró el 2 de septiembre en La Paz una muestra fotográfica titulada “Conoce Bolivia- Encantos del Oriente Mágico” en la que, según la página de la Cancillería, se “logró transmitir una visión auténtica del rico patrimonio cultural y natural de Bolivia”.

Los dueños de los hoteles consultados coinciden en que los históricos pueblos chiquitanos, y hasta hace poco turísticos, parecen estar todo el tiempo con neblina y que solo cuando hay viento del sur se despejan levemente. “El humo en el pueblo está última semana se ha incrementado impresionantemente, es insostenible”, dice Nicole Justiniano desde San Javier.

La cifra de la superficie quemada en lo que va del año varía según las fuentes. Esta semana el Gobierno informó que hay 2,9 millones de hectáreas afectadas. Sin embargo, la Fundación Tierra entidad privada especializada en la investigación en desarrollo rural sostenible, denunció que hay más de 4 millones de hectáreas devastadas por los incendios, incluido más de un millón en áreas protegidas.

“El meteorito que nadie quiere ver” Los hoteles lamentan que las autoridades “no tomen conciencia” y permitan que cada año la situación empeore. Ante la indiferencia y la ausencia del Estado en todos sus niveles, algunas localidades se han organizado entre hoteles para apagar los incendios: el personal sale a combatir el fuego, ocupan los vehículos de los hoteles más grandes y los pequeños hacen turnos para llevar agua y comida a los trabajadores.

“No hay ayuda. Aquí no hay carro bombero, no hay depósitos de agua, no hay nada. Los bomberos que vienen apenas tienen una mochila de agua para apagar incendios de magnitud”, relata Claudia Mostajo del hotel Biotermal.

Esperamos que las autoridades tomen conciencia, pero parece que cada año es peor. Es como dice la película (No mires arriba) en la que el metereotito está viniendo, pero nadie lo quiere ver”, finaliza Jerome Maurice.

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