Es un niño grande. Eduardito Pasema Viri (16) se encontraba en Guarayos vendiendo bolos cuando pasó por esa provincia la XI Marcha Indígena por el territorio.

Abandonó su 'negocio' y se les acopló, solo, de chinelas,  con apenas un par de prendas y dice que con Bs 120 en el bolsillo. "Un señor me contó que estaban los marchistas y como yo tenía un corazón lindo y valiente, me vine a defender nuestra tierra", dijo inocente.

A lo largo del camino fue 'adoptando' a los que quería como tíos, y terminó acogido por los indígenas mojeños trinitarios. Dormía y comía con ellos, hasta que finalmente todos "decidieron" ser familia.

Hoy Eduardo partió a Trinidad, junto con una de las mujeres del grupo, Shirley. Ella espera que los padres aparezcan al ver la nota. Pero Eduardo asegura que no lo quieren, y que por eso se fue a trabajar a Guarayos con una señora, ayudándole en la venta de los bolos. "Yo estaba donde mi tía Petrona y mi mamá Bertha, pero ellas no me quieren ni un poquingo. Fue entonces que una señora me llevó a Guarayos", contó.

"A lo mejor puedo llegar donde sus padres, quizás aparezcan. Quiere irse conmigo y le dije que sí. Ha sido el músico de la marcha, también fue reconocido. Acuérdense de Eduardo en Navidad. Está triste porque nos vamos después de tantos días aquí. Nos llevamos un recuerdo muy grande, nos llevamos una alegría", dijo Shirley, mientras Eduardo rompía en llanto.

A menudo Eduardo tiene inexplicables ataques en los que no puede contener las lágrimas, ya le sucedió antes, una de esas ocasiones fue cuando los marchistas se pararon en la puerta del Colegio Militar de Aviación. "A veces lloro porque a veces estoy triste, cansado. Tengo miedo de que se acabe la marcha", dijo justo cuando llegó el temido día. 

Para animarse, a solas toca su flauta, por eso lo llaman el músico de la marcha.


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