Esta es la humilde casa de Zailén en Montero / Fuad Landívar

Zailén Cáceres (17) es sietemesina, nació de apenas kilo y medio y los médicos no le dieron muy buen pronóstico a Eva Heredia, que ese entonces tenía 18 años y era madre primeriza. Firmó un documento en el que se hacía responsable por su vida y se la llevó a su casa. Su destino parecía un reto, mismo que se superó con creces.

En la actualidad Zailén está por salir bachiller en el colegio San José Obrero de Montero, comunidad educativa que se siente muy orgullosa porque es la alumna 100. Y es que ese es su promedio de los últimos años desde que está en secundaria.

Pero la historia de Zailén no solo es destacada por su brillante desempeño en el aula o porque desafió a la naturaleza sobreviviendo, sino porque es buena alumna a pesar de vivir en una precaria casita sin agua y sin luz en la urbanización Techo y Campo.

Lo que para muchos estudiantes es un beneficio que dan por hecho, para ella no tener agua ni luz es una complicación que la ha llevado a esforzarse más para no estar en desventaja con sus compañeros. Estudia 13 horas al día, se levanta a las 05:00 am y toma los libros. En los primeros minutos de la tarde se alista para ir al colegio, reto que significa recorrer 10 kilómetros en lo que se pueda. Algunas veces en el taxi de su padre, otras en bicicleta, moto y hasta en tractor, porque las brechas de tierra que abrieron en su barrio no siempre son transitables, especialmente cuando llueve.   

EL DEBER la visitó en su colegio y en su domicilio, recogió testimonios de sus compañeros y familiares. La visita se hizo al final de la tarde, porque era menester comprobar las condiciones en que la familia Cáceres-Heredia vive, especialmente de noche.

Su domicilio lo componen tres habitaciones construidas una al lado de la otra. En dos viven los padres y los cinco hijos, y en una tercera habitación está la cocina /comedor.

Afuera han colocado tres pequeñas pantallas solares, que recargan de día con los rayos del sol y por la noche les dan la luz necesaria para no estar en penumbras. 

Ya en la habitación, Zailén apoya una linterna en sus cuadernos y así se procura la luz necesaria para seguir estudiando.

De día, cada quien recorre una cuadra con baldes en mano, para extraer agua de un pozo de unos 60 metros de profundidad. Con eso se bañan, cocinan, beben y lavan su ropa.

La estudiante lava su ropa desde que tenía seis años, arregla y limpia su casa junto a sus hermanos los fines de semana, porque de lunes a viernes está dedicada a estudiar.

Zailén ensayando caporales /Fuad Landívar

Una historia de esfuerzo para subsistir

La historia de los padres no es menos increíble. Silverio Cáceres (40) tenía 12 años cuando salió de su natal Oruro. Lo hizo con una mano adelante y otra atrás. Se fue buscando días mejores, días que sigue persiguiendo hasta hoy. En esta vida ha hecho de todo, empezó vendiendo pastillas cuando era apenas un niño, también trabajó en la confección medio tiempo, para así conseguir salir bachiller. Después se quedó en el rubro del transporte.

Silverio no tiene una carrera universitaria, tampoco aspira a ello, prefiere trabajar para que sus hijos sí tengan ese derecho y las notas de su Zailén le mantienen viva la ilusión.

Eva (35) ahora se gana la vida atendiendo un local de venta de pacumutos, también ha sido ventera ambulante. Hace muy poco aprendió a leer y escribir. Con sus hijos chicos era realmente frustrante no poder ayudarlos en las tareas, se salía de su casa y tocaba las puertas a sus vecinos a ver quién los podría ayudar a resolver alguna duda. 

Ahora está orgullosa, da fe del esfuerzo de Zailén y la secunda en cada proyecto. Con satisfacción ve la maqueta de una casita con dos habitaciones, un baño, una cocina, un comedor, piscina y jardín que su futura bachiller ha hecho y que fantasean con que se vuelva realidad. También muestra el perfume que hizo en base a un experimento de destilado. 

"Mi mamá no me podía ayudar muy bien en mis tareas o a leer, yo tenía que buscar la manera de solucionarme las cosas, pero ella siempre estuvo ahí.  pesar de no saber leer, tiene mucho conocimiento y yo aprendo cada día más de ella, de su forma de ser como ser humano. Me encanta mi mamá, la admiro, el trabajo de una madre es grande, tiene múltiples funciones, se convierte en sicóloga, enfermera, amiga, por eso la admiro", confiesa Zailén.

La habitación de la vida real -no la de la maqueta- está totalmente oscura. Hay un hule celeste a modo de cortina para cortar el viento que entra por la ventana. Dos camas de plaza y media a los lados de la mesa que hace las veces de escritorio. En esas camas duermen los cinco hermanos: Luz Ariana (5), Josué Yuan (8), Litzy Arely (12), Kathering (15), Zailén (17) y la prima Arely (14).

Zailén con su mamá y su hermana Litzy /Fuad Landívar


Siempre enfocada 

"Eran las ocho de la noche y encontré a Zailén en la puerta del colegio, le pregunté qué había pasado, ella me respondió que todavía no había podido llegar su papá a recogerla. Entonces le dije que yo la llevaría a su casa y ella me advirtió 'se va a arrepentir, director' y después entendí por qué me dijo eso", cuenta a modo de anécdota el director Efraín Ramos.

Llevándola a casa se empapó de la realidad de Zailén y dimensionó completamente el tamaño de su esfuerzo para destacar en los estudios.

El director es responsable de la comunidad escolar que constituye el colegio San José Obrero, y es que no solo se trata velar por el nivel académico, también se fija en las historias personales de cada uno de los 1.700 alumnos e intenta que entre todos se colaboren y se consiga marcar la diferencia. Prueba de ello es que son la única unidad educativa que tiene consultorio dental.

El director detectó que era un problema recurrente la salud dental de los alumnos, a partir de ahí se movilizó para conseguir un sillón odontológico, los insumos y profesional requerido para llevar adelante la misión. "Vienen con problemas dentales por la mala alimentación", explica. Y como tienen el consultorio, se les hace seguimiento a cada uno. "Se le notifica al padre o madre de familia, y si este quiere hacer ver a su niño de forma privada, se acepta, pero se le exige que lo haga  tratar, y si dice que no tiene los medios, aquí le hacemos el tratamiento", detalla satisfecho, conocedor de que con este tipo de detalles se marca la diferencia. 

También estuvieron ayudando a construir casas. Los fines de semana se juntaban para hacer actividades y reunir fondos para comprar lo necesario y se ponían manos a la obra para usar su fuerza física y construir. 

Con estas iniciativas, no es difícil entender que haya jovencitas como Zailén. Sus logros son personales, pero también tiene el respaldo de sus profesores, compañeros y el propio director que van más allá de las horas académicas y de lo estrictamente formal. Es más, el director se precia de que Además de Zailén hay otras dos jovencitas con notas sobresalientes, y para quienes ya se consiguieron becas universitarias.

Zailén, por su parte, todavía sigue analizando qué oferta va a aceptar para proseguir estudios universitarios, eso sí, la carrera ya la tiene clara desde el año pasado: quiere ser la primera doctora y cirujana de su familia.

Ni bien se dio a conocer su historia de notas descollantes ya recibió ofertas de tres universidades para seguir una formación superior. 

Zailén estudia 13 horas al día / Fuad Landívar

"Mamá, no nos vamos a quedar así"

Zailen Cáceres bailó caporales en un evento anual del colegio el fin de semana. Es un recorrido que se hace hasta la virgen, en su colegio San José Obrero, del turno de la tarde. Ella no quiso bailar en el rol de mujer, pidió el de varón. Cuando le preguntamos por qué, dijo que no se sentiría cómoda bailando con una faldita tan corta. 

Su materia favorita es biología y se quiere especializar en cirugía general, quiere ser la médica de la familia. Por eso desde el año pasado está leyendo más sobre el tema.

La profesora Fanny Gómez, que dicta física y química, dice que Zailén siempre busca la forma de ir superándose más, "ella investiga más de lo que se le pide, ya está leyendo, adelantándose para estudiar Medicina". 

No puede dejar de reparar en que los jóvenes de hoy tienen más distracciones que nunca, cuesta más captar su atención, especialmente por el tema del celular. Pero ese no es el caso de Zailén, ella solo lo activa para estudiar y hacer consultas. "Ella marca la diferencia", resalta la profe y desea que "ojalá haya más Zailén en Bolivia, que sean capaces de mostrar a los demás que sin importar las carencias, sí se puede". 

La jovencita es reservada y de pronto verse en los medios de comunicación y en las redes sociales, donde muchos se hicieron eco de su historia, en un principio la hizo sentir rara. Pero ahora ya no, porque eso le da "la certeza de que estoy haciendo las cosas bien y ver los rostros sonrientes de mis padres es la mejor recompensa", cuenta.

También disfrutó mucho que los niños la reconozcan. "Cuando me dijeron quiero ser como tú, me gustó que mi historia motive a otras personas".

Pero no todos los días son buenos. Como ella misma dice, a veces hay, a veces no hay (dinero para lo elemental).

El director recuerda que la noche que la llevó a su casa manejaba y no veía que estén próximos a llegar a destino. "Se terminó el asfalto y seguimos por el camino de tierra, como había llovido ya era barro. No hay agua, ni luz y cuando me di cuenta que estudia con linterna y hace lo imposible por sacar las notas que tiene, realmente la valoré. Hay gente que es puntual, que se esmera como ella, y otros, con todas las comodidades, hacen la hora boliviana (llegar con retraso). Hasta donde ella ha llegado ha sido puro esfuerzo", destaca.

En un principio el director se preguntó si era posible que una joven tenga 100, la nota perfecta, y decidió salir de dudas. Cuando hubo la vacante en la materia de Ciencias Sociales él la estuvo dando hasta conseguir un nuevo profesor, en ese tiempo tuvo la oportunidad de darse cuenta del empuje de la joven: "comprobé que era realmente impresionante", revela.

En cuanto a Zailén, nada la derrumba. Incluso cuando repara en la oscuridad de su domicilio, casi en medio de la nada, en vez de quejarse dice que la soledad y oscuridad le permiten concentrarse y estudiar tranquila.

"Cuando tengo un mal día y las cosas negativas se me acumulan, es difícil mantenerme de pie y no botar las lágrimas", pero "ahí es donde se hace presente Dios, haciéndome entender que no estoy sola y que me aferre a él", cuenta revelando su fuente de fortaleza.

También valora a sus compañeros. "Tenía miedo de que me molestaran por mi situación -cuando se hizo público en qué condiciones vivía-, pero acá he escuchado muchas palabras motivadoras, de personas con las que no tenía tiempo de socializar. Eso tocó mi corazón, por eso estoy agradecida, por su compañía y amistad".

Visiblemente satisfecha por empezar a cosechar los primeros frutos de su esfuerzo, Zailén se atreve a soñar en grande. Sigue mirando la maqueta de la casita que hizo en su clase de dibujo. "Mamá, no nos vamos a quedar así", le ha prometido y su familia así lo cree. 

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