La huella del fuego se ensañó con la fauna: murieron quemados y otros lo hicieron por falta de agua, refugio y alimento
Solo en el santuario Ambue Ari recibieron 60 animales y 40 sobrevivieron, al resto se le tuvo que practicar la eutanasia. Una estimación utilizando herramientas teóricas basadas en alometría, contabilizó que en 2019 murieron seis millones de mamíferos directamente por los incendios
Gina Justiniano Cuellar
26 de octubre de 2024, 7:00 AM
Este kinkajú o mono michi, llegó deshidratado, fue sedado y ahora está bien
Agradecimiento especial a Ambue Ari y Jorge Sea por las fotos.
El fuego de los incendios forestales de este año obligó a Tania 'Nena' Baltazar y a su equipo a practicar la eutanasia en animalitos que llegaron hasta su santuario demasiado lastimados por las llamas.
De los aproximadamente 60 que recibieron, solo 40 sobrevivieron y están fuera de peligro. "Es muy triste esta situación, es bastante duro. Pero hemos podido darles un descanso ya en paz, sin dolor. Algunos se lograron salvar y, aún hay otros en recuperación en nuestra clínica ", dice 'Nena' mientras cierra los ojos para revivir los últimos meses, en especial desde septiembre, cuando los incendios ingresaron al refugio de mil hectáreas enclavado en Ascensión de Guarayos, en la ruta hacia Trinidad.
Sin dormir días completos, corriendo y apagando el fuego, se vivieron días críticos en el santuario Ambue Ari, que existe desde 2002, brindando refugio, atención y rehabilitación a la fauna silvestre víctima del tráfico, el mascotismo y en los últimos años, de los incendios forestales.
Defensora de animales hace más de 30 años, 'Nena' empezó su activismo rescatando un mono araña que fue la inspiración para crear Inti Wara Yassi en Machía, Chapare (en 1996). Después vino Ambue Ari, que en los últimos días movió mucha solidaridad al ver el trabajo titánico que realizaban, rescatando fauna y luchando para que el fuego no arrase con sus propias instalaciones al mismo tiempo.
Danza de cifras
Según cifras nacionales oficiales del Sernap (Servicio Nacional de Áreas Protegidas), desde el inicio de los incendios en Bolivia hasta el 22 de este mes, se han rescatado 810 animales silvestres, entre mamíferos, reptiles y aves. De estos,783 fueron rescatados en Santa Cruz y 27 en Beni. Hasta el momento, 754 fueron liberados, 17 están en rehabilitación y 39 murieron.
Por su parte, el Programa de Biodiversidad de la Gobernación cruceña, atendió fauna silvestre mediante la implementación de clínicas temporales para los animalitos afectados en los municipios de Concepción, San Matías y Roboré, donde se realizaron 275 atenciones veterinarias y hubo un total de 417 individuos registrados durante los rastrillajes.
Mientras que el biólogo holandés Vincent Vos, de la universidad de Beni, José Ballivián, que trabaja en la Amazonia boliviana desde 2001, repara en un estudio del entomólogo paceño Luis Fernando Pacheco que hizo sobre los incendios de 2019, que estima, utilizando herramientas teóricas basadas en alometría, que seis millones de mamíferos murieron directamente por el fuego. La mayoría ocurrió en áreas protegidas y con números por especie que varían entre cuatro individuos de jaguar hasta, 3.6 millones de roedores.
Y si se suma aves, reptiles y anfibios, esos 6 millones pueden crecer a 50 millones fácilmente, según Vos. "Este año se quemó una superficie de más del doble que en 2019 y en un ecosistema más biodiverso (en el norte cruceño), por ende, el impacto en 2024 va a ser mayor", alerta.
Ni qué decir si se mete en el cálculo a los insectos, pues en un solo árbol puede haber 10 mil diferentes especies. "Eso tiene impacto enorme, porque son los insectos los que polinizan las plantas y cumplen montón de funciones en el bosque".
Estas cifras escalofriantes son estimaciones, datos teóricos que requieren ser corroborados en campo. En su momento debieron llamar la atención, pero una vez que los incendios de 2019 se liquidaron, todos volvimos al día a día, hasta que este año la severidad y extensión de los incendios se salieron de cualquier estimación.
Lágrimas por animalitos carbonizados
'Nena' no se puede sacar de la mente la imagen del perezoso que le llevó la Policía, estaba prácticamente calcinado, pero aún con vida. "Me ha impactado. Fue terrible ese momento, le pusimos un sedante con el que descansó, se le practicó la eutanasia y sus músculos recién se relajaron", describe todavía con la impresión fresca que le quiere hacer brotar las lágrimas de nuevo.
Las imágenes que aún conserva en la retina le recuerdan que hubo animales que llevaban días caminando entre las brasas y tenían las patitas necrosadas. Un mono aullador apareció débil, atacado por los perros, con su cola totalmente quemada. Recuerda que en una incursión al bosque en 20 metros cuadrados que caminaron encontraron más de 20 animales muertos. "Al principio ni dormíamos, era trabajar día y noche. Hemos vivido un panorama muy triste, ¿a qué punto ha llegado el ser humano? Los animales no tienen la culpa de lo que han sufrido".
En la lista de estos últimos están, sin duda, los perezosos y las tortugas que no podían escapar rápido.
En los últimos ocho años, debido a que el fenómeno de los incendios se ha hecho recurrente, en Ambue Ari empezaron a equiparse. "Vamos ocho años peleando por proteger a los animales de los incendios. Esta vez entró el fuego dos veces, la primera lo logramos controlar, pero en la segunda tardamos tres semanas en apagarlo, trabajando día y noche", dice agradecida con su equipo de personas "increíbles" y con la gente solidaria que se movilizó desde distintos puntos de la geografía nacional.
Solo así logaron sostener los gastos operativos del control de todo el desastre, porque había además que alimentar a un centenar de bomberos, pagar la gasolina para desplazarlos, ir a recoger a los animales y curarlos.
En un escenario ideal, lejos de lo vivido este año, el deseo de esta protectora de animales es que no haya necesidad de que existan refugios como el suyo porque se respeta la vida del bosque y se la preserva.
La ranita chiquitana, amenazada por el fuego, solo vive en la serranía de Santiago y de Chochís
Vincent Vos lamenta que el suelo no ha tenido oportunidad de recuperarse. Cada año se pierden unos cuatro millones de hectáreas por el fuego y con ellos toda la biodiversidad que albergan, y el escenario empeora con la quemazón de 2019 y la de ahora, cuando se ha superado con el doble a las cifras de hace cinco años (casi 6 millones en 2019 y 10 millones en 2024).
Un suelo dañado no puede sostener tanta vida como cuando está intacto. "Una vez que pasa el incendio no solo mueren los animales mayores, sino muchos organismos que viven en la tierra. Y pueden pasar décadas hasta que el suelo recupere suficientes nutrientes para mantener vida y el bosque se pueda desarrollar encima", advierte.
Afirma que el bosque seco chiquitano era el mejor conservado hace diez años, pero ya perdió esta posición y ahora es uno de los más amenazados.
Por el fuego son miles las especies afectadas, y siempre lo serán más aquellas que son endémicas.
Vincent repara en los anfibios que están bien amenazados, en especial un tipo de ranita que únicamente vive en el cerro de la Chiquitania, la Ameerega boehmei. No se la encuentra en ninguna otra parte del mundo. Esta especie es endémica de la provincia José Miguel de Velasco, en la Serranía de Santiago de Chiquitos y la de Chochis. Apenas llega a medir 3 cm de tamaño, es negra y tiene una pintoresca línea amarillo intenso que le da la vuelta a todo su cuerpo.
"Donde vive hay unos cuantos pozos y si se llenaron de ceniza por los incendios, o si al año no llueve suficiente, se van a secar y la ranita chiquitana perderá su hábitat. Si la región donde vive se pierde, la ranita también lo hará", alerta.
También repara en aquellos animales a los que les cuesta reproducirse, como los pejichis (armadillo o tatú), que solo tienen una cría cada tres años y si se queman, su población tardará en recuperarse muchas décadas.
A su vez, hace notar que hay animales de los que no se llega a encontrar ni sus huesos porque el fuego los desapareció por completo. Y concluye que las mayores víctimas son las que tienen locomoción lenta, como el oso hormiguero, perezoso y tortuga, pero también las aves, pues están con nidos en esta época y estos se han perdido con el fuego.
WWF (World Wildlife Fund) dice que 97% de la biodiversidad se ha perdido en el cono sur por la ampliación de la frontera agropecuaria en Argentina, Paraguay, el sur de Brasil y "Santa Cruz hace tiempo que ya forma parte de esto, que es una exterminación de los ecosistemas", remata Vos.
Habrá un declinamiento poblacional de animales
Juan Carlos Catari consulta las imágenes satelitales a menudo para ver cómo el fuego de los incendios forestales ha ido avanzando. ¿Cuántos ecosistemas han sido afectados? Eso es algo que no está en los informes oficiales, solo se dice cuántas hectáreas quemadas van -el último dio cuenta de 10 millones y no se ha actualizado desde hace dos semanas-, pero de estas hectáreas no se sabe cuántos tipos de bosque chiquitano han quedado en cenizas.
Y eso repercute directamente en la vida que alberga ese suelo, que a su vez, afecta a los humanos. A priori, sin que todos los incendios hayan sido sofocados, Juan Carlos, que es consultor en ecología vegetal e impacto ambiental, advierte que la Chiquitania ha quedado aislada.
Según sus estudios hay 14 tipos de vegetación en esa zona y no se sabe cuántos tipos de bosque ribereño, amazónico, de transición al Chaco, y al Pantanal se han quemado. "La Chiquitania es como un barrio que colinda al norte, al sur, al este y al oeste con otros barrios. Para que esa colindancia tenga una conectividad, necesita de un ecosistema de transición", explica Catari poniendo la alarma en que muchos puntos de esa conectividad están llenos de focos de calor y que por lo tanto, esa transición se está perdiendo.
La Chiquitania está quedando aislada y "¿qué es lo que pasa con una isla, con el paso del tiempo? La presión que tiene en los límites va a ir carcomiéndola hasta hacer que ese ecosistema colapse", sentencia el experto.
¿Y qué pasa con los animales que alberga? Habrá un declinamiento poblacional. Catari pone el ejemplo: "En un espacio de 10 hectáreas hay dos jaguares que necesitan 5 hectáreas cada uno, pero si la gente, con los cultivos y con ganadería, va avanzándole a ese límite, va a ir presionando para que esos dos tigres se vayan a otro lado y ahí es donde empieza el desequilibrio de la fauna. El ejemplo que doy del jaguar sucede con todos los mamíferos".
A ello se suma que los animales silvestres que quedaron necesitan la cobertura arbórea y de su hábitat para seguir viviendo.
Por todo esto, Catari pone énfasis en que en el nuevo enfoque de restauración se tome en cuenta la pérdida de estas conexiones de transición. Porque si tenemos aislada esta fauna, con el tiempo se va a extinguir.
Por último, así como una persona nace, crece, se reproduce y muere, lo mismo pasa con un ecosistema. Esas etapas se llaman etapas sucesionales, y cada una tiene su propia fauna y flora. Cuando sucede algún evento como desmonte o fuego, se va bajando una escala en esa etapa sucesional. Y si la presión es fuerte, disminuye varios peldaños hasta dejarla en nada.
Impactos de los incendios en la vida animal y humana
La bióloga Pamela Rebolledo menciona algunos de los impactos:
1. Ruptura del ciclo de equilibrio.Hay que considerar que con la pérdida de fauna se rompen las ruedas que hacen funcionar el ecosistema. Si perdemos predadores, vamos a tener mayor cantidad de presas. Si perdemos presas, los predadores se mueren y se entra en total desequilibrio. Por ejemplo las serpientes, estas mantienen controlados los roedores y eso genera un ciclo de equilibrio. Si estas mueren producto de los incendios forestales, proliferarán los roedores.
2. Enfermedades zoonóticas.Por la pérdida del bosque y fauna se genera la proliferación de roedores u otros seres vivos que tienen la capacidad de transmitir enfermedades, a las cuales el ser humano nunca había estado expuesto, porque estas estaban contenidas y equilibradas en el monte. En el mediano plazo vamos a empezar a identificar enfermedades por especies invasoras que van a empezar a avanzar a otros lugares porque ya no hay sus predadores.
Cerca del 60% de las enfermedades con alto riesgo de mortandad son producto de la deforestación, porque esto expone a los seres humanos a virus y bacterias para las cuales no tienen las defensas necesarias. "Toda la maquinara de salud debe tener monitoreo de eventos que van a empezar a surgir, y tener una estadística", recomienda Rebolledo.
3. Pérdida de animales e insectos que le brindan un gran servicio al planeta. Un grupo que ha sido seriamente afectado, no solo por el fuego, sino también por el humo, son los murciélagos que son dispersores de semillas. El Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado ha estudiado y comprobado que unos murciélagos en la Chiquitania (Carollia brevicauda y Platyrrhinus lineatus), que se alimentan de frutas, tienen en su tracto digestivo y en las heces más de 400 morfotipos de semillas. "Es un dispersor por excelencia y su bondad que nos brinda gratis es maravillosa", resalta Rebolledo, que lamenta que estos pequeños seres sean satanizados.
Así como los murciélagos hay también insectos que son polinizadores por excelencia y hemos perdido millones por el fuego. "Tienen un rol fundamental porque son la base de la pirámide de todo el sistema de biodiversidad que hace que este mundo funcione. Desde los escarabajos que incorporan material orgánico al suelo y las abejas que hacen un servicio gratuito de mantener la naturaleza con frutos y semillas", destaca la bióloga.
"Mucha fauna que sobrevivió al fuego murió después por inanición"
El ingeniero forestal, subgerente de manejo de fuego de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) y presidente de la Asociación de Bomberos Voluntarios Quebracho, Diego Suárez, estuvo 72 días en los incendios forestales mirando de frente al fuego, y hace notar que mucha fauna que sobrevivió a los incendios murió posterior a ello por carencia de refugio, de alimentos y de agua. "Sobrevivieron, pero cuando salieron a buscar agua ya no la encontraron".
En cuanto a la cantidad de fauna que ha perecido, se podría hablar de millones, "porque no solo hablamos de mamíferos y aves, sino también de microfauna como los insectos, especies que son necesarias para el equilibrio del ecosistema y para que la cadena trófica no se interrumpa (cuando un animal muere hay miles de insectos que se alimentan de ese animal y de esa manera hay una especie de limpieza natural en nuestros bosques)".
"Estas cadenas tróficas y ciclos naturales se han interrumpido catastróficamente por los incendios forestales", lamenta y da un ejemplo. Luego de los incendios observó una proliferación exagerada de lagartijas en el camino y la explicación que le dieron es que al haberse quemado los árboles, las aves rapaces que se alimentan de estas lagartijas ya no tienen dónde asentarse y por ende, la proliferación de las lagartijas se ha dado mucho. "Y ahí empieza el desequilibrio", señala.
Con esa pérdida de equilibrio también se pierde el control biológico, y ratas e insectos dañinos pueden proliferar.
Entre la fauna nativa del bosque seco chiquitano identifica como la más amenazada a los osos bandera, perezosos, zorros y capiguaras.
Para él, lo mejor que se puede hacer es dejar que el monte vuelva a surgir de manera natural, aunque es algo que tarda años, 20 a 30, dependiendo de la afectación.
Advierte que cuando los incendios son recurrentes bajan el nivel arbóreo de la zona, esta al final se queda como barbecho o matorral y va perdiendo la característica de bosque. Por eso, si se sigue quemando la misma área, no habrá tal renovación del bosque y este terminará siendo pastura, lo que es conveniente para una actividad agrícola o pecuaria. "Si llega a pasar esto se puede pensar que entonces esos incendios fueron provocados y tenían esa finalidad".
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