Mientras el fuego avanza implacable, comunarias dejan a sus hijos para enfrentar las llamas y salvar la casa grande. Se colocan en primera línea para defender a sus comunidades y a los bosques, que son su hogar y sustento.

 Algunas sin más herramientas que palmas o ramas, otras con machete en mano y mochilas forestales se adentran en el monte, donde el fuego avanza.

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Dejan a sus hijos al cuidado de familiares


“Salimos a defender el bosque, la fauna, la flora y toda la biodiversidad, porque el territorio es nuestra casa grande, donde vivimos, y si no tenemos bosque, no hay agua y no hay vida”, dice Ignacia Supepi, cacique de la comunidad Río Blanco de la TCO Monte Verde, en Concepción, que estuvo al frente del fuego por más de dos meses.

Con sus 38 años tiene una familia numerosa, pues con su esposo cuidan de sus siete hijos, cinco son biológicos y a dos le abrieron su corazón para que ellos también formen parte de su hogar. El mayor tiene ya 21 años y el último cuatro.

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Ignacia Supepi  (derecha), junto  a su compañera, lista para dirigirse a la línea de fuego

La lucha por los suyos la ha llevado a ganarse un espacio en la dirigencia, toda vez que es el tercer año que está como líder en su comunidad, donde se organizan para salir a defender sus áreas de copaibo y de cusi que les ayudan a sustentar a sus familias.

“Tenemos que defender hasta la comida, porque las llamas llegan hasta los chacos y todos quedamos afectados”, cuenta.
Su trabajo no es fácil, pero sus ganas por sacar adelante a los suyos, hace que cada día se levante con entusiasmo para vencer todos los obstáculos en su granja de chancho, en el sistema agroforestal que tiene, en sus sembradíos de maíz, arroz y plátano. También cría pollos y patos. 

Para poder estar en primera línea recibió una capacitación básica de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN). “Somos seis mujeres en una cuadrilla”, dice orgullosa.
Se la ha visto llorar de impotencia viviendo cómo el fuego arrasó con los árboles que sembraron hace dos años, como parte del plan de manejo. Con el corazón partido mostró cómo los árboles de copaibo quedaron en cenizas.

 “Tenemos un área de manejo de 2.500 hectáreas, donde en 2022 sembramos 17.000 plantines de copaibo, mara, cuchi y otras especies del plan de restauración. Todo se quemó”, manifiesta.

Fueron dos meses y 17 días que estuvo al frente de las llamas. “Nos íbamos a las 15:00 todos los días y estábamos toda la noche en el monte. Cuando era lejos nos quedábamos dos días”, relata Ignacia mientras comenta que se turnaban de cinco en cinco para dormir y se acostaban en caminos, porque necesitaban descansar un poco para continuar.

Comenta que ahora está recibiendo tratamiento porque tiene anemia, entre otros males. “Son las consecuencias (de estar en medio del fuego y la humareda), es que cuando uno está en combate se come una vez al día, el agua es medidita y uno está sin dormir bien”, añade.

A Ignacia también se ha visto exigir, con la voz quebrada, ayuda para que la casa grande no se siga quemando. “La importancia de defender nuestra casa grande, la que nos da vida, la que nos da agua. Sin bosque no tenemos nada. Nos duele perder nuestro territorio, que es todo lo que tenemos”, decía cuando acudió a pedir asistencia a la sede de Gobierno. 

En todos los municipios que combaten el fuego, la fuerza femenina está presente. En la comunidad Porvenir, Bajo Paraguá, ellas en medio de carencias, usan palmas como herramientas para apagar las llamas.
Alicia Olivares, comunaria del lugar, señala que las mujeres acompañan los trabajos, pero algunas también se quedan para garantizar la comida de todas las brigadas con la olla común.
Angelina Rodas Surubí (28) es comunaria de Naranjos, Roboré, y comanda una cuadrilla de bomberos comunales que enfrentó las llamas cuando amenazaban su comunidad y ahora apoyan a otras comunidades. Es bombera desde 2019 y año tras año no duda a enfilarse, junto su equipo, cuando las emergencias así lo requieren. 

Desde que comenzaron los incendios en la zona de Naranjos, el 5 de junio, Angelina ha estado en el terreno casi sin descanso. Con su mochila de 20 litros a la espalda, ha tenido que recorrer largas distancias, atravesando terrenos rocosos y zonas inaccesibles, hasta llegar a las cabeceras de los cerros para evitar que el fuego llegue a los cultivos y a las zonas pobladas. 

Ella y su equipo han logrado contener varios focos críticos. Cuenta que, cuando el fuego acechó a su comunidad, estuvo al mando de 15 bomberos comunales, entre mujeres y varones.
Como capitana de cuadrilla, no solo comanda las tareas de combate en primera línea, sino que también se encarga de hacer gestiones para asegurar la logística, la alimentación y lo necesario para que su equipo pueda llegar a los puntos de incendios. Además, debe coordinar con los otros equipos las estrategias de combate al fuego. 

Asegura que la lucha contra las llamas no solo es una cuestión de sobrevivencia, sino que es un acto de amor por su tierra y la naturaleza, que es fuente de vida y sustento para sus familias. “Nos mueve la defensa de nuestros bosques, que es nuestro hogar y el que nos da vida”, insiste.
Agenlina también es parte de la directiva de su comunidad y secretaria de acta de la Central Indígena Chiquitana (Cichar). También es defensora ambiental dentro de su comunidad, misión que comparte con su esposo Joselito Alvis, que también es bombero comunal.

En el marco de la conmemoración del Día de la Mujer Boliviana, se rinde homenaje a todas aquellas que luchan por el bienestar de las familias y del país, como estas que lo hacen desde sus comunidades.

Ellas emprenden

De acuerdo a las estadísticas, en el último censo fueron contabilizados 11.312.620 ciudadanos en el país, de los cuales casi la mitad es población femenina. Se aguarda la segunda entrega de los resultados del censo con las estadísticas sociales.
Sin embargo, hay estudios que demuestran el aporte fundamental de la mujer en el desarrollo del país. Ellas no solo lideran las micro, pequeñas y medianas empresas, sino que también son generadoras de empleo. De diez mujeres emprendedoras, 6,4 emplean a otras personas, principalmente también mujeres (61%).

Muchas inician solas su negocio y, en la medida que los ingresos van mejorando, ven la necesidad de ampliar sus servicios y contratar a alguien que las colabore. Así lo refleja el estudio Perfil de la mujer emprendedora en Bolivia: Dinámicas de emprendimientos liderados por mujeres en la economía informal, realizado por el Instituto de la Mujer y Empresa (IME) de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Bolivia.

El estudio muestra que, en La Paz, el 62% de las emprendedoras es generadora de nuevos empleos; en Cochabamba, un 59%; en Santa Cruz de la Sierra, un 53%; y en El Alto, un 40%.
Según datos del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), en Bolivia el 95% de las empresas es micro, pequeñas y medianas, y el 70% de ellas es liderada por mujeres.

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