Santa Cruz
Van cinco líneas de micros sancionadas por la Alcaldía por cobrar Bs 3 el pasaje
Las autoridades municipales advierten con sancionar a los dueños de los micros si suben el costo del pasaje sin autorización de la comuna cruceña
Por las calles de la ciudad transitan verdaderas ‘bombas de tiempo’. Micros viejos e inseguros se abren paso a un ritmo desenfrenado, en medio del caos y la necesidad de la población, que reniega porque el mal servicio que pone en riesgo hasta sus vidas.
La necesidad de un cambio en el sistema de transporte público volvió a cobrar fuerza con el intento de los transportistas de incrementar la tarifa. Sin embargo, hasta el estudio de costos que presentaron para justificar el ajuste quedó en entredicho, ya que sus datos no coinciden con la realidad, toda vez que el 80 por ciento de sus unidades tiene una antigüedad de más de 25 años, según los estudios.
Antes de la tarifa, los usuarios piden un mejor servicio. Señalan que viajan en micros pequeños y repletos de pasajeros y es común que los choferes arranquen la marcha cuando el semáforo aún está en rojo, cuando el pasajero no ha terminado de subir o bajar, que impriman alta velocidad y viajen por las mismas rutas con largos recorridos. El congestionamiento que ocasionan es un dolor de cabeza para todos los ciudadanos.
“Los choferes trabajan siempre bajo presión por el famoso marcado de tarjetas, pero nosotros no tenemos la culpa”, señala Carmen Medrano, vecina del barrio Minero que todos los días toma dos micros para llegar a su trabajo, por la zona norte, donde debe estar a las 8:00.
A tempranas horas, cuando todo el mundo sale de casa para ir a la escuela, al trabajo y cumplir con sus actividades diarias, subir al micro es algo complicado, dice Medrano.
Muchos buses se pasan de largo y cuando alguno se detiene, uno se topa con el interior del vehículo abarrotado de gente y tiene que abrirse campo entre los pasajeros que están parados. Los adultos se sujetan de las barras que están pegadas al techo y los niños se agarran como pueden de sus padres o de los asientos. Los movimientos bruscos hacen que los pasajeros se balanceen de un lado a otro, a cada rato. En las horas picos, hay quienes viajan incluso sobre las pisaderas de las puertas o colgados de ellas.
Muchos han visto rodar por el piso a pasajeros cuando el micro frena de golpe o han sido víctimas de la imprudencia de los choferes. “Hace tres meses subí cargada con dos bolsas y caí encima de otro pasajero. Apenas había pagado mi pasaje cuando el micro arrancó con fuerza. Da miedo subir porque manejan sin cuidado”, dice Giovanna Antezana, otra usuaria.
María Molina subió 15 minutos en una línea desde la zona del mercado Mutualista hasta el primer anillo. En ese micro viajaban 18 personas sentadas, incluyendo al chofer, pero una docena se acomodó en el pasillo. Los más diestros se sujetaban con una mano y con la otra revisan su celular.
Siguió su viaje otros diez minutos en trufi por el primer anillo, donde todos van sentados. Asegura que en su recorrido se detuvo a contemplar las estaciones que fueron construidas para el truncado proyecto del BRT, que a su criterio, deberían servir como puntos de información sobre las rutas que cumplen los micros.
La falta de orden en el transporte urbano salta a la vista, porque tampoco hay paradas establecidas y son muy escasas las unidades nuevas.
Algunos Chuturubí, que circulan por el primer anillo, tienen letreros luminosos, contrario a otros que tienen remiendos en la pintura, vidrios rotos, ventanas que no se pueden abrir ni cerrar y asientos en mal estado.
Todo eso muestra el deterioro por el uso y el transcurrir de los años, incluso décadas.
La gente no solo se queja por el mal estado de los micros, sino también por el mal servicio que recibe.
“Apúrese”, le dicen constantemente le dicen a Katherine Antequera (33), que está obligada a subir a un micro con sus hijos de ocho meses y de cuatro años.
“Cuando estoy por subir aceleran los choferes, no quieren alzar a embarazadas ni a mujeres con niños, me cuesta mucho transportarme, pero me las ingenio para subir y bajar, porque tengo que cuidar mis cosas y a mis hijos”, dice la mujer que diariamente pasa casi tres horas en micro para ir y volver del trabajo. Ella se transporta desde la zona de Guapurú, del Plan Tres Mil, hasta el cuarto anillo de la doble vía a La Guardia.
Katherine sostiene que muchos pasajeros han tenido que llamarle la atención al chofer, porque arranca antes que ella se acomode con los niños, lo que los expone a cualquier accidente.
El presidente de la Sociedad de Ingenieros, Rolando Mancilla, señala que más del 80 por ciento de los buses que prestan el servicio público en la ciudad tienen más de 25 años de antigüedad.
“Esa es la realidad del sistema de transporte en la ciudad. Indudablemente, el confort que brindan a los usuarios no es de los mejores, por eso vemos que muy pocas unidades tienen aire acondicionado”, resalta.
Además, insiste en que es urgente un plan de ordenamiento, porque se tiene que contar con rutas bien diseñadas, donde el usuario tarde menos tiempo en llegar a su destino.
“Recomendamos que se haga el reordenamiento del transporte urbano para optimizar las rutas y fijar las paradas, porque mientras más frena y arranca el micro consume más combustible, por lo tanto, si respeta las paradas va a tener menos desgaste.
De esta manera se evitará que varias líneas pasen por una misma zona, como sucede entre el segundo y el cuarto anillo de la doble vía a La Guardia. “Ellos han ocasionado el exceso de líneas en las rutas y se pelean los pasajeros”, reprocha el presidente de los ingenieros al indicar que si ponen en marcha un plan de reordenamiento también se sabrá cuántos micros se necesitan para cada línea.
El Gobierno Municipal planteó un plan que contemplaba iniciar con la reducción de líneas que pasan por el centro, pero no se ha cumplido y tampoco se avanzó mucho en el registro de las unidades que prestan el servicio.
El Cedure hizo llegar algunas recomendaciones a la concejala Lola Terrazas para que sean consideradas a la hora de analizar el sistema de transporte. El Cedure coincide con la Sociedad de Ingenieros en que se debería aprovechar que el tema está en debate para exigir al transporte, antes de cualquier incremento, un plan de paulatina transformación del sistema. “No se trata de pedir solo buses nuevos, paradas o choferes educados, nada de eso cambiará las enormes deficiencias de un servicio diseñado hace 50 años, organizado de manera informal, pero que ya no da más y es caro, no por el servicio que se presta, sino por lo mal organizado que está, básicamente en función de los intereses de los dueños de líneas”, dice el Cedure.