"La llamada", el último libro de la periodista argentina, recoge la historia de Silvia Labayru, una mujer que fue víctima de la violencia sexual ejercida por el régimen militar que gobernó Argentina entre 1975 y 1983.

10 de septiembre de 2024, 8:30 AM
10 de septiembre de 2024, 8:30 AM
Leila Guerriero en un sofá
Pablo José Rey
"La llamada" es el último libro de la periodista y escritora argentina Leila Guerriero.

¿Y vos por qué estás viva?

Esta pregunta sobrevuela aún hoy sobre las 200 personas que sobrevivieron de entre los 5.000 detenidos que pasaron por la temible Escuela de Mecánica de la Armada, la ESMA, luego del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 en Argentina.

Silvia Labayru es una de los pocos que lograron salir con vida.

Con apenas 20 años y embarazada de cinco meses, el 29 de diciembre de 1976 la entonces militante de la organización guerrillera Montoneros fue secuestrada y llevada al sótano de la ESMA donde fue torturada e interrogada.

La nariz, las encías y los pezones fueron algunos de los lugares elegidos por sus torturadores para usar la picana eléctrica. Del sótano de torturas -donde sonaba todo el tiempo la canción “Si Adelita se fuera con otro” en un intento por tapar los alaridos-, pasó al tercer piso, al sector llamado Capucha.

Fue allí donde dio a luz sobre una mesa a su hija Vera -que excepcionalmente fue entregada a la familia paterna- y donde el militar Jorge Acosta le dijo que para demostrar que no odiaba a los militares y que se estaba “recuperando” debía tener una relación con algún oficial y dejarse violar.

En total pasó detenida un año y medio, tiempo en el que fue violada repetidamente por el oficial Alberto González y por su mujer.

En junio de 1978 fue liberada y enviada a España junto con su hija para reencontrarse con su entonces marido, Alberto Lennie.

Fue entonces cuando sufrió el repudio de algunos de sus compañeros, quienes la acusaron de traidora y colaboracionista por no haberse escapado cuando le permitieron salir de la ESMA para ver a su hija o a su padre y, sobre todo, por no negarse a acompañar al represor Alfredo Astiz a las reuniones de las Madres de la Plaza de Mayo en la iglesia de Santa Cruz, donde el oficial se había infiltrado.

La escritora y periodista argentina Leila Guerriero se dedicó durante un año y siete meses a hablar con ella, sus familiares y amigos para desgranar su historia, la que plasmó en el libro "La llamada".

La obra se centra no sólo en lo sufrido por Labayru, sino también en su resiliencia y su capacidad para rehacer su vida, volver a casarse, tener otro hijo, viajar y amar.

Una mujer que además tuvo la fuerza para ser una de las tres personas que denunciaron las violaciones que sufrieron en la ESMA en el juicio que acabó con la condena en 2021 de Alberto González a 20 años de prisión (su mujer nunca ha sido condenada) y su oficial superior, Jorge Acosta, a 24 años.

Cuando Labayru volvió a la ESMA por primera vez después de su detención, recuerda que pensó: “Qué lugar tan pequeño para un infierno tan grande”.

BBC Mundo habló con Guerriero en el marco del Hay Festival de Querétaro, que se celebra del 5 al 8 de septiembre.

Linea gris
BBC

Escribes que este libro es el intento de retratar a una mujer. ¿Qué fue lo que más te impactó de su historia?

No sé, nunca lo pienso en esos términos.

A mí lo que me interesó es contar toda la historia de ella, toda su vida y para mí, en la vida de una persona no hay todo el tiempo momentos de quiebre, porque si no, uno viviría agotado.

Ella contaba su historia con mucha templanza.

Algunos sobrevivientes, como Labayru tuvieron que hacer frente al repudio de otros exiliados que los veían como traidores. ¿Crees que ahora se habla más abiertamente de eso?

No, no lo creo.

De hecho, para mí fue una sorpresa encontrar eso no solo en Silvia, sino también en el testimonio de las demás entrevistadas, de Graciela García Romero, de Marta Álvarez.

En todos los casos coincidía esta sospecha, este repudio que había caído sobre ellas.

No creo realmente que se esté hablando más de eso. Son temas complejos, muy dolorosos y a veces ese repudio venía de gente querida, de familiares y es como volver a apretar una herida que estaba ahí, medio acallada.

En el libro se recoge la reflexión de que Labayru hizo lo que hizo para sobrevivir, pero que esto no fue comprendido luego por el círculo de exiliados argentinos e incluso por algunos de sus familiares y allegados. ¿Por qué crees que costó tanto entender lo sucedido?

Yo no pondría el verbo en pasado, les costó entender. Yo creo que les cuesta entender todavía.

Me parece que todavía existe esta convicción de que se podría haber hecho otra cosa, de que se podría haber elegido otro camino.

Yo creo que en su momento, o incluso ahora, era gente muy convencida.

Cuando vos militás estás alineada con la ideología de un partido, de una facción, y la militancia es un lugar que, salvo en algunas ocasiones, no deja espacio para muchas dudas.

Edificio de la Esma en Argentina, que funcionó como centro de tortura
Getty Images
La Escuela de Mecánica de la Armada, conocida como la Esma, se convirtió en un centro tortura durante el régimen militar que gobernó a la Argentina entre 1975 y 1983.

Por otra parte, también hay que pensar que hay muchos conceptos que se empezaron a trabajar en la conversación pública hace relativamente poco tiempo, como el tema del consentimiento.

Si hablabas de consentimiento hace cinco años era una cosa, si hablas ahora en términos de abuso, de violación, de denuncias, etc., es otra historia, y eso tiene que ver también con el trabajo que han hecho en diversos lugares del mundo los movimientos feministas.

Uno de los asuntos más polémicos sobre Labayru es que haya acompañado al teniente Astiz a las reuniones de las Madres de las Plaza de Mayo haciéndose pasar por su hermana. Esta infiltración terminó con varias mujeres torturadas y desaparecidas, entre ellas una de las fundadoras de las Madres, Azucena Villaflor, y dos monjas francesas. ¿Qué creen esas personas que la criticaban que podría haber hecho?

Yo no hice una hagiografía de Silvia Labayru, hice un perfil, conté su vida, con sus contradicciones.

Pero claro, cuando uno lo piensa a fondo, la crítica a lo que se pudo hacer, encontrás una cosa bastante compleja, que es que lo que se le estaría exigiendo a Silvia es que se dejara matar o que aceptara que mataran a la gente que estaba allí, o que secuestraran o torturaran a sus personas queridas.

La misma Labayru dijo que las mujeres habían sido botín de guerra, pero tardaron años en contar las violaciones sufridas, muchas -como ella misma reconoce- por vergüenza. ¿Qué la empujó a poner una querella contra militares de la ESMA por delitos de violencia sexual en 2014?

Primero que nada, yo creo que con el tema específico de las violaciones y abusos, ya sabemos que no se denuncia cuando se quiere, sino cuando se puede.

Esto es algo que para mí está clarísimo y lo estuvo siempre.

Yo me he dedicado mucho a investigar desde que empecé en el periodismo cuestiones de abuso de todo tipo, de mujeres, hombres, niños, y siempre está presente esto de que la denuncia se realiza cuando vos la podés hacer.

Y a veces ese cuando vos la podés hacer es nunca.

Ventana con las fotos de los desaparecidos en Argentina
Getty Images
El violento gobierno militar en Argentina dejó cerca de 30.000 personas desaparecidas.

A Silvia este juicio le interesaba muchísimo.

Cuando se abrió la posibilidad de hacerlo, aceptó de inmediato porque le interesaba demostrar que estos sujetos, que eran supuestos guardianes de la gente proba y que luchaban contra la subversión y querían salvar al país de la llegada de la izquierda, del comunismo -por simplificarlo-, además de cometer asesinatos, de secuestrar gente, de torturarla, de hacer un montón de aberraciones, supuestamente amparados por estar luchando por el bien de la patria, también eran delincuentes comunes, gente que violaba a gente.

Pero si vos estás argumentando que todo lo que estás haciendo, aunque sea un espanto, es para salvar a la patria de algo, ¿de qué sirve violar a una persona para salvar a la patria?

Como has comentado antes, el libro ahonda en lo que significa la violación y el consentimiento y se repite la frase de Labayru de “aun teniendo sexo con un enemigo porque no tienes otra, para que no te mate, aun así puedes tener un orgasmo”.

Lo pone como un ejemplo muy extremo. Es un poco de vida en medio de una situación espantosa, pero aún así es una violación.

A mí me parece una frase muy valiente y la escuché con aplomo. Es parte del discurso de una mujer muy convencida de lo que había pasado, de lo que dice, de lo que quiere sostener. En lo que ella cuenta todo está muy matizado, muy explicado, muy reiterado.

Todas esas frases de Silvia y esas historias van desarmando un poco la idea de ella como víctima para siempre. Por supuesto que la ha marcado y tiene rémoras de todo eso, pero no se ha transformado en una sombra paralizante de su vida.

Impresiona también la violación que sufre Labayru por parte del oficial Alberto González y su esposa, mientras su hija y la hija de Labayru duermen en el cuarto de al lado.

La situación es extremadamente retorcida: un tipo que lleva a una cautiva a una situación de menage a trois con su esposa.

Salón pequeño y oscuro con la inscripción "Cómo era posible que en este lugar nacieran chicos?"
Getty Images
En la Esma se produjeron violaciones y la apropiación de bebés que nacían allí.

Nadie se va a meter en los gustos ni en los hábitos sexuales de una persona siempre que sea con el consentimiento de la otra. Pero acá no había un consentimiento, simplemente había dos que estaban usando a una persona como una esclava sexual para sus juegos.

Era una cosa sumamente violenta y además de eso, llevar a la hija para pensar que las nenas estaban juntas durmiendo en el cuarto al lado mientras esto sucedía. Era como violencia sobre violencia. Violación sobre violación.

¿Crees que sigue siendo complicado que parte de la sociedad entienda que no resistirse a una violación es una forma de supervivencia, como le sucedió a todas esas mujeres en la ESMA?

Yo creo que sí. Fíjate lo que pasó hace poco con esta muchacha en el caso de Dani Alves, el jugador de fútbol en España.

La chica denunció y pocos días después lo primero que hizo fue renunciar a cualquier compensación económica para que nadie pensara que esto era por dinero. La sospecha sobre la víctima creo que sigue ahí.

Portada del libro La llamada
Leila Guerriero
Leila Guerriero estará en el Hay Festival de Querétaro.

Creo que es algo muy difícil de entender para la gente, que en ese punto se juegan también todos los prejuicios casi medievales que tienen que ver con que una mujer tiene que defender su honra, entre muchísimas comillas, con arañazos y con patadas, y con cosas que no solo a veces enerva más, excita más a un violador, sino que puede llevarte directa a la muerte.

Ojo, con esto no estoy diciendo qué hacer en una violación. Ojalá nunca nos suceda, pero me imagino que en ese momento no hay mucha manera de tener una estrategia.

Se reacciona como se reacciona, pero me parece que es muy difícil, que la mayor parte de la sociedad comprenda este concepto. Pienso que está muy arraigada la idea de que primero se sospecha y se dicen cosas como: bueno, pero al final subió al cuarto de hotel y sabía a lo que iba.

A pesar de todo, siento que hay pasos dados; no soy pesimista, es mejor ahora que hace unos años atrás, pero es muy difícil y se sigue juzgando a la víctima.

Linea Gris
BBC

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