“Dirigí un escuadrón de la muerte”: la confesión de Duterte, el expresidente filipino que organizó matanzas para combatir la delincuencia
El exmandatario de 79 años aseguró que hizo “lo que tenía que hacer” para acabar con el crimen.
El expresidente filipino Rodrigo Duterte admitió haber dirigido un "escuadrón de la muerte" para acabar con el crimen durante su etapa como alcalde de una de las principales ciudades del país.
Y aseguró que hizo "lo que tenía que hacer".
En su primer testimonio durante una investigación oficial en Manila sobre su llamada “guerra contra las drogas”, el exmandatario de 79 años aseguró que el escuadrón estaba formado por gánsteres.
También reconoció haberles ordenado: "Maten a esta persona porque, si no lo hacen, los mataré ahora a ustedes".
La "guerra contra las drogas"
Duterte fue alcalde de Davao, una ciudad de 1,7 millones de habitantes en la isla de Mindanao, en el sur de Filipinas, durante un total de 22 años en tres etapas (1988-1998, 2001-2010 y 2013-2016).
Bajo su alcaldía la ciudad pasó de estar entre las más peligrosas de Filipinas a ser una de las más seguras, lo que se atribuyó a su política de tolerancia cero con la delincuencia.
La estrategia de Duterte para combatir el crimen implicaba graves violaciones de derechos humanos, como ejecuciones extrajudiciales de presuntos delincuentes a manos de “escuadrones de la muerte”, según él mismo ha reconocido en varias ocasiones.
En todo caso, el éxito de su campaña de mano dura en Davao le llevó a ganar las elecciones presidenciales por una amplia mayoría en 2016 bajo la promesa de replicar sus tácticas como alcalde a escala nacional.
Durante su etapa como jefe de Estado de Filipinas (2016-2022) impulsó la campaña de la “guerra contra las drogas” que redujo significativamente la delincuencia a nivel nacional.
Bajo un ambiente de impunidad, la campaña provocó la muerte de miles de sospechosos en controvertidas operaciones policiales y ahora está siendo investigada por la Corte Penal Internacional.
El escuadrón de la muerte
Durante una audiencia en el Senado filipino este lunes, Duterte también admitió haber pedido a los agentes de policía que "alentaran" a los sospechosos a defenderse para luego asesinarlos bajo la justificación de que se resistieron al arresto.
"No cuestionen mis políticas porque no ofrezco disculpas ni excusas. Hice lo que tenía que hacer y, lo crean o no, lo hice por mi país", afirmó Duterte en su declaración.
Y agregó: "Odio las drogas, no se equivoquen".
Negó, sin embargo, haber dado permiso a sus jefes de policía en Davao para matar sospechosos y aseguró que su "escuadrón de la muerte" estaba formado por "gánsteres... no policías".
"Puedo hacer la confesión ahora si quieren. Tenía un escuadrón de la muerte de siete personas, pero no eran policías, eran gánsteres", declaró.
Duterte, que mantuvo un tono desafiante, denunció que muchos criminales habían vuelto a delinquir después de que él acabara su etapa como presidente.
"Si me dan otra oportunidad, los eliminaré a todos", sentenció.
“Permiso para matar”
La de este lunes fue la primera comparecencia de Duterte en una investigación sobre su campaña antidrogas desde el fin de su presidencia en 2022.
También fue su primer cara a cara con algunos de sus acusadores, entre ellos familiares de víctimas de la guerra contra las drogas y la exsenadora Leila de Lima, una figura crítica con Duterte que fue encarcelada durante siete años por un cargo de tráfico de drogas que finalmente se demostró falso y fue retirado.
El gobierno filipino estima que más de 6.252 personas fueron asesinadas a tiros por la policía y "agresores desconocidos" en la guerra contra las drogas de Duterte.
Organizaciones de derechos humanos estiman que la cifra podría ascender a decenas de miles.
Un informe anterior del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos concluyó que, en su campaña antidrogas, Duterte usó una retórica que los agentes de policía podrían haber interpretado como un "permiso para matar".
Durante la campaña, la policía casi siempre alegaba “defensa propia” cuando abatía a tiros a sus víctimas, a las que señalaba como traficantes de droga.
Sin embargo, muchas familias denuncian que sus hijos, hermanos o maridos simplemente estaban en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
La campaña de la guerra contra las drogas fue muy controvertida y provocó un aluvión de críticas de la comunidad internacional por violaciones de derechos humanos.
Por otro lado, gozaba del apoyo de gran parte de los ciudadanos en Filipinas, donde los índices de popularidad del expresidente siempre se situaron por encima del 70% durante su mandato.
La guerra contra las drogas se enfocó específicamente en combatir el extendido tráfico y consumo de “shabú”, un tipo de metanfetamina popular en los barrios marginales que Duterte consideraba la raíz de la grave situación de delincuencia e inseguridad que sufría el país.
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