"Intento crear una nueva imagen del socialismo y el comunismo, porque si pensamos que son dictaduras, no se piensa en alternativas a la globalización"
Kohei Saito se ha convertido en un best-seller en su país, lo que le ha catapultado a otros países donde se ha traducido su trabajo. Propone que los países disminuyan el crecimiento económico y avancen hacia la creación de un sistema comunista democrático.
Cuando le piden que firme su libro, a Kohei Saito le gusta estampar un sello con un dibujo en el que aparece junto a Karl Marx.
No es nada extraño dado que Saito, un filósofo japonés de 37 años que se transformó en un fenómeno en su país al vender más de 500.000 copias de su libro “El Capital en el Antropoceno”, se declara a favor del decrecimiento económico y del marxismo.
Profesor asociado de la Universidad de Tokio, Saito se ha convertido en un best-seller en su país, lo que le ha catapultado a otros países donde se ha traducido su trabajo.
Entre las ideas que plantea, y por las que ha llamado la atención en Japón, Europa y Estados Unidos, está la propuesta de que para enfrentar la crisis del cambio climático hay que decrecer (disminuir el crecimiento económico) bajo un sistema político comunista democrático.
Desde que su libro fue publicado en 2023 en Reino Unido bajo el título “Slow Down: how degrowth communism can save the Earth” (Desacelerar: cómo el decrecimiento comunista puede salvar la Tierra), se ha vuelto popular en algunos círculos de jóvenes ambientalistas europeos.
El decrecimiento no es una idea nueva, pero ha ganado tracción en la últimas décadas, y en Latinoamérica lo ha defendido el presidente de Colombia, Gustavo Petro.
La gran novedad del pensamiento de Saito es que lo vincula con el comunismo democrático, entendido como una versión de la utopía de los pensadores del siglo XIX.
Esta es la conversación que tuvo el filósofo japonés con BBC Mundo.
Usted argumenta que, para enfrentar la crisis del cambio climático, es necesario terminar con el capitalismo y crear un sistema llamado decrecimiento comunista. ¿Qué es el decrecimiento comunista?
El capitalismo busca la infinita expansión del crecimiento económico, algo que no es compatible con una vida sustentable. No estamos viendo buenos avances en la solución del cambio climático. ¿Por qué? Porque no estamos cambiando el capitalismo, y ese es el problema.
Aunque estamos invirtiendo en autos eléctricos y energías renovables, el problema es que el capitalismo busca producir más. Entonces hay una contradicción interna en el argumento de que necesitamos descarbonizar más rápido, pero al mismo tiempo, necesitamos crecer más. Eso no funciona.
Mi propuesta es que hay que reducir el uso de energía, producir menos y consumir menos.
A muchos les sorprende que un filósofo joven siga defendiendo el comunismo en 2024. ¿No teme que un sistema comunista termine siendo un régimen totalitario como vimos en el pasado?
Entiendo el temor que existe frente a los regímenes autoritarios porque son parte de la historia. Pero al mismo tiempo, defiendo el comunismo porque soy de una generación más joven, supongo. Nací en 1987, así que no tengo una experiencia directa del estalinismo.
Yo crecí en la década de los 90 y los 2000 y en los últimos 30 años, el mundo ha celebrado la idea de que el capitalismo y la democracia traen más prosperidad económica en todas partes. Esa es la promesa de la globalización.
Pero ¿qué pasó en los últimos 30 años? Hemos visto más desigualdad, hay más trabajos precarios, más cambio climático, ahora tenemos guerras, genocidio, etc.
El capitalismo no ha cumplido sus promesas, por el contrario, está creando una situación más caótica, destructiva y brutal. Por eso entiendo que mi generación, e incluso las generaciones más jóvenes, están más interesadas en la idea del socialismo.
Estoy intentando crear una nueva imagen del socialismo y el comunismo, porque si siempre pensamos que el socialismo y el comunismo son dictaduras, eso favorece a los capitalistas, a las élites, entonces la gente no piensa en otras alternativas distintas a la actual globalización.
Y creo que Marx ofrece un análisis muy bueno sobre las contradicciones del capitalismo y también da una buena esperanza para un nuevo futuro, una imagen utópica de la sociedad futura y eso es algo que realmente necesitamos.
Muchos ambientalistas que defienden el decrecimiento lo ven como un cambio necesario dentro del mundo globalizado, pero sin transformar todo el orden social reemplazando el capitalismo por el comunismo. ¿Por qué usted defiende a estas alturas de la historia el decrecimiento dentro de un sistema comunista?
Lo que pasa es que el decrecimiento económico es incompatible con el capitalismo. Tenemos que compartir de una manera más equitativa y eso es el comunismo.
Necesitamos educación gratuita, salud gratuita, movilidad gratuita. Tenemos que compartir más y garantizar el acceso a los servicios básicos. Esa es mi idea de comunismo, una sociedad basada en los “comunes”, en el pueblo.
Entiendo que el comunismo tiene una mala imagen, pero lo que yo digo es que deberíamos compartir más para que todos puedan vivir más felices, para que no tengan que estar constantemente trabajando, ni produciendo dinero.
El capitalismo no es sustentable y el crecimiento no es sustentable.
Si el capitalismo no funciona, ¿por qué la alternativa tiene que ser el comunismo?, ¿no vislumbra otras opciones?
Me atrajo mucho la idea del comunismo en el siglo XIX, no en el siglo XX. En el siglo XIX había distintas ideas sobre el comunismo porque la gente buscaba utopías, buscaba cómo construir una sociedad mejor, entre ellos estaban William Morris, Peter Kropotkin, Robert Owen, y otros.
Si miras ese tipo de tradición comunista, es una tradición más democrática, más antiestado, más igualitaria, más sostenible. Son ejemplos inspiradores que vienen del comunismo del siglo XIX y yo quería recuperar algunas de esas investigaciones.
¿Cómo usted llevaría a la práctica su teoría del decrecimiento comunista?
Soy un filósofo. Lo que he querido hacer es cambiar la imagen que tiene la gente sobre el decrecimiento y sobre el comunismo. Lo que quiero es convencer a la gente de que el capitalismo no es la etapa final absoluta de la historia, nosotros podemos crear un mundo nuevo, es decir, el capitalismo no es la respuesta definitiva.
El decrecimiento no se trata de generar pobreza, sino de crear un nuevo tipo de abundancia con servicios gratuitos como transporte, educación, internet.
Y el comunismo no se trata de estalinismo, se trata de ayudarse unos a otros, de la organización democrática de los “comunes”, de igualdad y sostenibilidad.
Desde esta perspectiva, quizás la gente comenzará a pensar que el decrecimiento comunista no es algo malo y que podría ser mejor que el capitalismo. Ese es el primer paso.
¿Pero cómo esa teoría se lleva a la práctica en la actualidad?
El paso siguiente es cómo lo implementamos. Algunos piensan que esta idea es como una especie de ciencia ficción, pero no es así.
Si queremos tener un entendimiento básico del decrecimiento comunista, hay que mirar alrededor, porque existen muchos indicios de una futura sociedad decrecentista en todas partes.
No estamos hablando del comunismo que se consigue con una revolución, no. El comunismo está en todas partes, el comunismo es el cimiento necesario para el capitalismo también, porque incluso en el capitalismo nos ayudamos los unos a los otros, nos ayudamos entre familias, entre amigos, colegas, comunidades.
Ese es el comunismo que está en todas partes, pero el capitalismo lo explota y marginaliza este tipo de actividades porque no contribuyen al crecimiento económico, al PIB (Producto Interno Bruto).
Hay muchas experiencias: acabo de visitar Copenhague, donde hay estrictas limitaciones a la altura de los edificios, todos los edificios son bastante bajos, y eso es, de alguna manera, una ciudad decreciente.
La gente de Copenhague no se da mucha cuenta de esto, pero si vienes de Nueva York o Tokio, lo ves.
Hay muchas ciudades europeas que han creado espacios donde los autos no tienen autorización para circular. En el Reino Unido están discutiendo una semana laboral de cuatro días, y todas esas medidas apuntan al decrecimiento, lo que es bueno para los humanos y el planeta.
Esas medidas se han implementado dentro del sistema capitalista, no fuera de él...
Hay muchas semillas que no se han convertido en grandes árboles ni en bosques, porque el capitalismo está tratando de destruirlas, o si tienen éxito, el capitalismo las toma y las convierte en mercancía.
Tenemos que ser cuidadosos, tenemos que caminar de manera consciente hacia una sociedad de decrecimiento postcapitalista. Estoy muy orgulloso de ver ciudades progresistas en Europa, como Ámsterdam o Barcelona, que son compatibles con mis ideas.
¿Usted dice que esas ciudades están implementando un decrecimiento comunista? Lo pregunto porque no son ciudades que busquen activamente que sus economías entren en recesión, ni que se conviertan en una sociedad comunista...
Ellos no usan la palabra comunista porque algunas de esas transformaciones, como decía antes, pueden ser implementadas dentro del capitalismo. Quizás piensan que es una buena transformación capitalista, pero yo creo que podemos acelerar ese tipo de transformaciones cuando reconozcamos que no son compatibles con el capitalismo.
No se trata de una revolución, y esa es una gran diferencia con el socialismo del siglo XX.
Yo no propongo una revolución, sino más bien reformas que pueden implementar cambios dentro del capitalismo, pero no es para construir un mejor capitalismo, es para ir más allá del sistema, es un reformulismo revolucionario.
¿Cuál sería el rol de los gobiernos? ¿Cómo sería esa transición democrática hacia el decrecimiento comunista?
Es muy difícil imaginar que un gobierno en Estados Unidos se convierta en un Estado amigable con el decrecimiento. Creo que hay que comenzar con los gobiernos locales, es por eso que presto atención a las cosas que están pasando en las ciudades, porque las ciudades pueden implementar muy buenas políticas de decrecimiento.
¿Y a nivel de gobiernos nacionales?
Necesitamos más ejemplos exitosos. La idea es que en el camino hacia el decrecimiento comunista los gobiernos implementen políticas más radicales sobre decrecimiento, como prohibir el uso de jets privados, crear impuestos a la riqueza o invertir en energías renovables.
No estoy negando el rol de los gobiernos centrales, pero las medidas de decrecimiento no son tan fáciles de implementar porque la gente, los consumidores, desean más crecimiento económico. Por eso es importante impulsar las decisiones a nivel local, desde abajo hacia arriba.
Pero al mismo tiempo, entiendo que el cambio climático es una crisis inmediata, que necesitamos mayores transformaciones, y que el Estado debería jugar un rol más importante.
Tenemos que planificar la transformación hacia una sociedad más descarbonizada, porque tenemos muchos desastres naturales y problemas de migración que derivan del cambio climático.
Hay que planificar cómo garantizar el acceso a la salud de todas las personas, a la electricidad, al agua.
Pero la experiencia previa muestra que a menudo la planificación se vuelve antidemocrática, entonces quisiera presentar nuevas ideas sobre cómo sería una planificación democrática en la era de la crisis climática.
En su libro usted propone ideas como que los trabajadores sean los dueños de las empresas y que los ciudadanos tengan el control de la producción de la energía local. ¿Es eso parte de la planificación que usted está pensando?
Eso también es parte de la planificación democrática. A veces los gobiernos tienen que hacer inversiones públicas, no digo que toda la producción energética debe pertenecer a los trabajadores o los ciudadanos, porque tampoco es tan eficiente. Pero pienso que se puede hacer más.
Construir más cooperativas, proveer más servicios públicos en una economía basada en cooperativas, esa es una forma en que los trabajadores pueden ser dueños de los medios de producción.
También en su libro usted dice que no está de acuerdo con el “capitalismo verde”, por ejemplo, con las metas de reducción de emisiones que propone las Naciones Unidas, o medidas que sean amigables con el mercado. Las llama “el opio del pueblo”. Entonces no me queda claro si propone cambios dentro del sistema o fuera del sistema, progresivos o radicales...
Yo no estoy en contra del mercado, no estoy proponiendo la abolición inmediata del dinero y el mercado. Solamente soy crítico de la ideología de mercado que dice que el mercado es siempre lo más eficiente, lo mejor.
Hemos visto mucho “greenwashing”, cuando las empresas usan las buenas ideas sobre sostenibilidad para encubrir la realidad.
En Japón, los Objetivos de Desarrollo Sustentable de Naciones Unidas son extremadamente populares, pero no están cambiando la realidad, y esa es una de las razones por las que mi libro se hizo popular en Japón.
Pero no soy crítico de esos ideales, mi punto es que a veces son incompatibles con el capitalismo, con los intereses de las élites o de las ganancias comerciales.
Tenemos que cambiar el sistema capitalista de los últimos 300 años y esto no es algo que ni la discusión dominante sobre el capitalismo verde ni los objetivos de Naciones Unidas pueden resolver.
Frente a la crisis climática, usted propone reducir el crecimiento económico en el mundo. ¿Cómo pretende reducir el crecimiento económico, que significa recesión, sin causar menos empleos, más pobreza, más hambre? Porque eso es un hecho: cada vez que hubo grandes recesiones en la historia, la gente sufre las consecuencias de manera brutal...
El problema es que cuando hablamos de crecimiento, solo miramos el PIB. El PIB puede crecer con las guerras, o privatizando el sistema de salud, por ejemplo.
Entiendo que si no hay crecimiento, eso lleva a una recesión, desempleo, etcétera. Mi punto es que el decrecimiento no es eso. El decrecimiento no sólo se trata de disminuir la economía, se trata de abandonar el PIB como la única medida de progreso o prosperidad.
Deberíamos centrarnos más en la sostenibilidad, en el bienestar, en la igualdad. Así, no podemos considerar la guerra o la privatización de los recursos como progreso.
Sin embargo, el decrecimiento económico sí implica disminuir el tamaño de la economía y sí afecta a la gente...
Se trata de distinguir qué es esencial para la gente y qué no es esencial. Creo que podemos estar mucho mejor con un PIB más pequeño.
En Estados Unidos y los países europeos mucha gente murió durante el covid, siendo EE.UU. es el país más rico del mundo. Eso significa que el PIB en Estados Unidos es desperdiciado. Más PIB no salva más vidas.
Hoy tenemos miedo a caer en una recesión porque todo el sistema está diseñado en torno al crecimiento constante, pero podemos cambiar eso.
Podemos cambiar el sistema, cambiar la manera en que pagamos el arriendo, los intereses, las ganancias financieras y transformar gradualmente este sistema basado en el supuesto de que con el crecimiento eterno podemos tener una mejor sociedad.
Pero está consciente de que un PIB más bajo, un PIB negativo, va a causar sufrimiento de todas maneras, especialmente entre la gente más vulnerable...
Eso también es verdad. Realmente tenemos que buscar otra cosa que no sea el PIB.
Es muy poco probable que en América Latina los movimientos ambientalistas defiendan el comunismo. ¿Cree usted que su propuesta puede encontrar eco en un continente donde gobiernos que se han autodefinido como comunistas o socialistas, como Cuba, Nicaragua, o Venezuela, han sido denunciados por violar los derechos humanos y son criticados por sus prácticas no democráticas?
Bueno, pero también la región tuvo a [Jair] Bolsonaro [en Brasil], que dañó gravemente a la Amazonía, y ahora Argentina tiene a [Javier] Milei que está dañando la economía.
En otros países latinoamericanos, como Bolivia, Brasil, Colombia, hay líderes políticos más socialistas, de izquierda, progresistas, que están regresando al poder.
América Latina tiene una situación geopolítica muy difícil y hay países como Estados Unidos o China que están mirando a la región, porque es rica en sus recursos naturales, pero ha sido empobrecida por una larga historia de colonización.
¿Y en ese contexto usted recomienda el decrecimiento para América latina?
Pienso que el decrecimiento no es algo necesario para los países latinoamericanos porque Latinoamérica está claramente subdesarrollada por su larga historia de colonización.
En cambio, los países europeos, Estados Unidos o Japón son países sobredesarrollados por la relación desigual que existe entre el norte global y el sur global.
Mi propuesta básica de decrecimiento es una solución para los problemas del norte global, donde los países sobreconsumen, sobreproducen, destruyendo el planeta.
Entiendo que el decrecimiento puede tener una mala imagen en países de África, China, India, o en Brasil. Entiendo que estos países a menudo necesitan más infraestructura, más desarrollo y por eso es que el norte global necesita reducir rápidamente el exceso de producción y consumo por el bien del sur global.
También entiendo que el término comunismo puede tener una mala imagen en Latinoamérica. Pero el comunismo, o el socialismo, no se trata de crear algún tipo de dictadura. Espero que la gente también reconozca que el orden capitalista en los países latinoamericanos en el pasado también provocó muchos problemas.
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