"La derecha latinoamericana ve a la izquierda como un enemigo existencial y no como un rival que tiene derecho a participar en elecciones y ganarlas"
En entrevista con BBC Mundo, el sociólogo Farid Kahhat habla de su nuevo libro "Contra la amenaza fantasma", en el que analiza el auge de la derecha radical en América Latina.
Cuando en 2018 el escritor peruano Farid Kahhat terminó su libro "El eterno retorno: La derecha radical en el mundo contemporáneo" creía que la ultraderecha no tenía relevancia en América Latina.
Pero un año después, Nayib Bukele se convirtió en presidente de El Salvador con un discurso conservador, antisistema y de mano dura contra la delincuencia que logró atraer a las masas en el que entonces era uno de los países más violentos del continente.
Su éxito sorprendía en una región donde, con la llamada "marea rosa", la izquierda había dominado por más de dos décadas gran parte de la política.
Cuatro años después, el libertario Javier Milei se hizo con la presidencia de Argentina con un discurso similar en muchos aspectos al de Bukele.
Ahí fue cuando Kahhat vio la necesidad de actualizar aquel libro.
En su nueva obra, "Contra la amenaza fantasma: la derecha radical latinoamericana y la reinvención de un enemigo común", el autor analiza los movimientos de derecha latinoamericanos poniendo énfasis en sus factores comunes, pero también en sus diferencias y en la posibilidad de que una "marea derechista" atraviese la región.
BBC Mundo habló con él en el marco del Hay Festival Arequipa, que se celebró del 7 al 10 de noviembre.
El voto por la derecha radical ha aumentado progresivamente en América Latina en los últimos años, ¿a qué se debe?
Hay componentes externos, como el Foro Madrid, a través del cual Vox (el partido español de ultraderecha) influye en partidos de derecha de Latinoamérica.
También han influido los grupos evangélicos neopentecostales que tienen una estructura internacional.
Pero hay incentivos propios de América Latina.
Durante los primeros 15 años de este siglo, la izquierda latinoamericana tuvo el mayor auge electoral de la historia. Esto no pasó ni en Estados Unidos ni en Europa.
Pero, paradójicamente, ese éxito sin precedentes hizo que el sentimiento anticomunista se volviera más fuerte.
Algunos gobiernos de izquierda, como los de Venezuela y Nicaragua, generaron una sensación de amenaza, porque se tornaron autoritarios y pusieron en duda los derechos de propiedad y de vigencia del contrato.
Para la derecha radical, sin embargo, los gobiernos de izquierda más moderados son igual de problemáticos porque son liberales en materia social. Aprueban el matrimonio igualitario, la adopción monoparental, etc.
Otro tema que ayuda a la derecha radical es que América Latina es la región del mundo con la mayor tasa de homicidios, que además sigue en aumento. El caso más obvio recientemente ha sido Ecuador.
La delincuencia y, en particular, la tasa de homicidios fortalecen discursos de mano dura como el de Bukele, un discurso que suele asociarse a la derecha radical.
Hablas de la marea rosa que vimos hace más de una década en América Latina, ¿qué potencial tiene la derecha radical latinoamericana de dominar la región de esa manera?
La derecha radical tiene una gran ventaja porque es una fuerza política disruptiva y se puede decir que va contra el estatus quo.
La derecha radical tiene otra gran ventaja sobre la izquierda: puede apelar a los poderes fácticos, es decir a la Iglesia, sea católica o evangélica, los medios masivos de comunicación, los militares y los gremios empresariales.
De manera general, ¿qué fundamentos comparte la derecha radical contemporánea en los países de América Latina?
El término lo tomo de Cas Mudde, un autor neerlandés.
Él define la derecha populista radical en base a tres características: autoritarismo, populismo y nacionalismo étnico.
El tema del nacionalismo étnico no es del todo pertinente para América Latina, porque cuando se habla de nacionalismo étnico en Europa o Estados Unidos, se trata de una mayoría étnica blanca y cristiana.
Y en América Latina, los hispanistas, que suelen ser de derecha radical de la herencia española, son una minoría de la población.
Pero de manera general sí comparte varias características. La derecha radical en América Latina no suele aceptar resultados electorales adversos, es autoritaria y populista.
También comparte el componente de la lucha contra la delincuencia, que asocia a la inmigración y que se basa en una política de "mano dura" que generalmente significa penas más severas y falta de respeto al debido proceso.
Como dices, algunos partidos de derecha instrumentalizan el tema de la inmigración y asocian a los inmigrantes con la delincuencia y la falta de empleos ¿se puede decir que el nacionalismo étnico en algunos países latinoamericanos se ha traducido en xenofobia?
José Antonio Kast (excandidato presidencial de Chile) era uno de los que asociaba el ingreso de venezolanos indocumentados a Chile con el aumento de la delincuencia.
Si fuera cierto que el aumento de la delincuencia en la región se debe a la inmigración, uno podría decir que los que alegan eso tienen un punto válido.
Pero al revisar las estadísticas se puede ver que los inmigrantes, y en particular los venezolanos, que son la mayoría de los inmigrantes en la región, no cometen proporcionalmente más delitos que la población local.
De hecho, cometen, si acaso, menos. Entonces sí hay un elemento de prejuicio.
A diferencia de Europa, ¿por qué crees que el crecimiento electoral de la derecha radical en América Latina no ha coincidido con el aumento del flujo de inmigrantes en países como Colombia, Perú o Chile, donde en las presidenciales han triunfado proyectos de izquierda?
Habitualmente, el componente racista en el discurso antiinmigrante de la derecha radical es muy evidente.
Trump afirmó recientemente (diciembre de 2023) que los inmigrantes envenenan la sangre de Estados Unidos. Su tipo de retórica es la del viejo fascismo.
A diferencia de la inmigración en Europa y en menor proporción en Estados Unidos, la inmigración en América Latina no proviene de países étnicamente distintos.
Los venezolanos hablan español, tienen una historia colonial española similar a la de Perú, Colombia o Chile, y son mayoritariamente cristianos con una minoría evangélica, como los peruanos.
Además, las primeras oleadas de inmigrantes venezolanos tenían un nivel de calificación académica y laboral ligeramente superior a la media.
En tu libro pones en evidencia que en América Latina últimamente prevalece un descontento hacia el oficialismo. Sean de derecha o de izquierda, la gran mayoría de los candidatos oficialistas han perdido elecciones en la última década. ¿A qué se debe esto?
Debería añadir que esto está empezando a cambiar. En México y en El Salvador se han reelegido los candidatos del oficialismo.
No creo que las elecciones en El Salvador hayan sido libres y justas, pero la popularidad de Bukele parece ser genuina.
Pero, ¿por qué durante un período que va más o menos de 2018 a 2023 el oficialismo no hizo más que perder? Porque hubo circunstancias sumamente inusuales.
Tuvimos la mayor pandemia desde la gripe española hace un siglo, la mayor recesión económica internacional desde la Gran Depresión de 1929 y la mayor inflación desde principios de los años 1980.
En América Latina específicamente tuvimos el escándalo de corrupción más grande en la historia, el caso de Lava Jato, que involucró a 12 países.
También hemos visto un incremento de la tasa de homicidios.
Todo esto termina confluyendo para crear una sensación de descontento con el estatus quo que al final perjudica a gobiernos de izquierda y de derecha por igual.
También dices que la derecha latinoamericana se ha vuelto menos democrática y más conservadora. ¿Por qué ese cambio?
La derecha latinoamericana considera a la izquierda como un enemigo existencial y no como un rival legítimo que tiene derecho a participar en elecciones y ganarlas. La ven como un enemigo que se debe derrotar.
En su momento, Jair Bolsonaro comparó al presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, con el demonio.
Esto no es nuevo. Durante la Guerra Fría, la situación era similar.
La izquierda latinoamericana no había ganado elecciones como lo hizo a principios del siglo XXI, porque no se le dejaba participar o se le daba un golpe de Estado si ganaba, como pasó en Guatemala, Chile y Brasil.
Creo que este periodo en el que la izquierda pudo ganar elecciones de gobierno tuvo que ver en parte con el fin de la Guerra Fría.
Pero las nuevas circunstancias han hecho que el sentimiento anticomunista crezca.
Cada vez que la derecha radical pierde, clama fraude sin pruebas, como lo hicieron Trump (en 2020), Keiko Fujimori y Bolsonaro. Se ha vuelto sistemático en los países con sistema presidencial.
Creo que la única excepción fue Kast en Chile.
La izquierda latinoamericana ha tenido lideres con una gran popularidad e influencia regional, como Lula y Hugo Chávez. ¿Dirías que en la actualidad la derecha radical tiene un gran líder en la región?
El problema es que el nacionalismo no es una ideología exportable, no es algo que se pueda copiar. Nadie va a copiar el nacionalismo ruso de Putin, por ejemplo.
La derecha radical tiene enemigos comunes, como la izquierda, el islam y el globalismo.
Pero también pueden enemistarse, potencialmente. Por ejemplo, la derecha radical ucraniana es enemiga de la derecha radical rusa, porque el nacionalismo étnico es la base de su identidad.
En ese sentido, es difícil ver que la derecha radical latinoamericana se convierta en una unidad como la que hubo en la izquierda.
Pero están empezando a surgir lo que podrían ser líderes regionales de la derecha radical.
Bukele tiene el mayor potencial, porque las posiciones libertarias de Javier Milei son anatemas para la ultraderecha.
Está a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, la eutanasia, la legalización del consumo de drogas.
Y Milei tampoco apela al nacionalismo étnico.
Sí, esa es una gran diferencia de Milei con buena parte de la derecha radical.
Además, está teniendo problemas muy serios con el manejo económico, que en teoría era su gran carta de presentación.
Mientras no resuelva eso, difícilmente va a ser un referente.
Por eso, el que tiene más potencial es Bukele, que, aunque vino de la izquierda, en años recientes se ha asociado a sí mismo con movimientos conservadores como aquel evento que organizó en Estados Unidos al que acudieron Trump y el propio Milei.
Pero Bukele sigue teniendo un problema. Si la economía del El Salvador no mejora exponencialmente en los próximos años, su figura va a empezar a deteriorarse.
¿Por qué dices que la derecha radical peruana tiene una fijación con Evo Morales?
Morales es un personaje que violó la Constitución de Bolivia intentando reelegirse indefinidamente. Cuando gobernó, tuvo aristas autoritarias y su modelo económico está empezando a mostrar sus limitaciones.
No digo que sea un personaje defendible.
Mi punto es que a Evo Morales se le atribuyen poderes poco menos que sobrenaturales para cambiar gobiernos, movilizar protestas y cosas por el estilo.
El problema es que Morales ya no gobierna en Bolivia como lo hizo por casi 15 años. Ni siquiera controla el partido oficial.
Actualmente, en Europa estamos viendo cómo la ultraderechista italiana Giorgia Meloni tiene mucha más popularidad que Emmanuel Macron de Francia y que Olaf Scholz de Alemania. Muchos anticiparon una catástrofe si ganaba, pero no ha sido así.
Yo diría dos cosas. Meloni se moderó tras llegar al gobierno. Entre otras razones, porque Italia era el mayor beneficiario de los fondos de recuperación de la Unión Europea, y para recibirlos tenía que aplicar ciertas políticas económicas.
Ella forma parte de un proceso en el cual algunos partidos de derecha radical suelen moderarse cuando llegan al gobierno. Obviamente no todos lo hacen.
En el Parlamento europeo, Meloni y Marine Le Pen (diputada ultraderechista de Francia) dirigen grupos contrapuestos y Meloni también tomó distancia del partido Alternativa para Alemania debido a su pasado neonazi.
De alguna manera, puede ser vista como un ejemplo del trayecto deseable de la derecha radical en el gobierno.
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