Luana, la adolescente argentina que a los 6 años se convirtió en una de las personas más jóvenes del mundo en cambiar legalmente de género
En 2013, siendo una niña, la argentina Luana se convirtió en una de las personas más jóvenes del mundo en cambiar legalmente su género. Pero el camino por el reconocimiento de su identidad no fue sencillo.
"Yo nena, yo princesa", balbuceó a los 2 años Luana -que en aquel momento se llamaba Manuel- cuando su mamá le preguntó qué hacía jugando con unos vestidos de nena.
"Hubo situaciones extremadamente violentas en el jardín de infantes en esos dos años", le dice a la BBC Gabriela Mansilla, la madre de Luana, quien desde 2009 acompaña en el proceso de afirmación de género a su hija.
"El momento donde todo comenzó a cambiar fue cuando ella no solo me dijo que era una niña, sino que había elegido su propio nombre: Luana", recuerda la madre, quien con el paso de los años fundó la asociación civil Infancias Libres.
Unos años más tarde, en 2013, Luana consiguió cambiar su nombre en su identificación personal, llamado en Argentina Documento Nacional de Identidad (DNI), necesario para votar, casarse, conseguir un trabajo y para ser atendido por un médico.
El hecho de haber conseguido su cambio de género, con solo 6 años de edad, la convirtió en una de las primeras niñas transgénero del mundo en tener una cédula oficial acorde a su identidad de género sin necesidad de que el trámite pasara por la justicia.
Además de la sanción de la ley de Identidad de Género en 2012 en Argentina, una medida pionera en el mundo impulsada por el movimiento feminista del país, ha sido clave el papel de Gabriela, una madre que luchó por el reconocimiento legal de la identidad transgénero de su hija y la acompañó en el proceso.
"Tenía mucho miedo. El mismo miedo que tengo hoy cuando mi hija sale a la calle, pero alguien tenía que hacerlo", dice Gabriela.
Esta es la historia de Luana.
"Mi nombre es Luana"
Gabriela Mansilla dio a luz a dos hijos gemelos de sexo masculino en 2007. Pero al poco tiempo, uno de ellos comenzó a identificarse como niña.
"Mis recuerdos no son tan agradables ni alegres porque Luana sufrió mucho. No entendíamos lo que le pasaba cuando era pequeña. Los recuerdos que tengo son de su llanto incesante, de no poder dormir, de sus autolesiones, hasta que pudo ponerlo en palabras", recuerda Gabriela.
Recién cuando Luana pudo decírselo, con solo 2 años, empezó a mejorar la situación para la pequeña. Gabriela se recrimina el hecho de no haber podido escuchar antes el mensaje que transmitía su hija.
"No podía creer lo que estaba diciendo en ese momento", recuerda la madre de Luana sobre la etapa "difícil para la familia" en que la niña empezó a identificarse como mujer.
Fue ahí que empezó un recorrido largo, que implicó la revisión de médicos, psiquiatras, psicólogos y neurólogos en un intento de reafirmar su masculinidad, consultas que empezaron a ser parte de su vida.
Fue entonces cuando la niña finalmente dijo: "Mi nombre es Luana".
Desde ese momento, hace más de 15 años, Gabriela buscó la manera de acompañar el recorrido de su hija como una niña trans. Es decir, una niña cuya identidad de género no coincidía con el sexo asignado al nacer.
"Creo que lo que nos salvó fue simplemente escuchar a Luana y abrazarla. El amor que siento por mi hija fue lo único que salvó esta historia, porque dejé de escuchar a todos y comencé a escucharla a ella", sostiene.
A medida que Luana crecía, Gabriela notaba las dificultades que enfrentaba su hija en el proceso.
Por ejemplo, el día que vio a Luana vestida de bailarina con tutú, pero en el colegio la obligaron a actuar de mono en una obra de teatro porque todos los niños hacían de mono y las niñas de bailarinas.
"Ella me dijo: mamá, yo soy bailarina porque soy nena". Pero en el colegio todavía la veían como un niño. Cuando llegó a su casa, Luana se quitó el disfraz de mono y se vistió de bailarina.
"Nunca la había visto tan feliz", recuerda Gabriela.
También, Gabriela recuerda cuando Luana tuvo que enfrentar la situación de que en clínicas u hospitales no quisieron atenderla porque en el documento de identidad decía que era varón y Luana ya tenía todos los rasgos estereotípicos de género femenino.
Llevaba faldas rosas, le crecía el pelo, llevaba moños para el pelo.
"Lo que necesitaba como madre era que Luana tuviera un DNI para que pudiera ser atendida y que no muriera sin oxígeno en urgencias cuando tuviera ataques de asma", dice.
Hasta que finalmente el cambio de género quedó plasmado en los papeles.
El desafío en los documentos
A mediados de 2015, la explosión del movimiento feminista demostró que era la presencia de las mujeres en las calles, con la primera marcha de "Ni una menos" en Argentina, lo que estaba empujando un cambio en las instituciones del país.
Tres años antes, el Senado había anunciado la aprobación de una nueva ley que les permitiría a las personas cambiar su nombre y género en documentos oficiales sin ningún procedimiento médico previo ni la aprobación de un juez.
La nueva ley, que fue aprobada a pesar de la oposición de la Iglesia y distintos sectores sociales conservadores, significó que las personas trans no requerían procedimientos médicos para cambiar su género en la cédula personal.
"Para mí fue un alivio. Lo que necesitaba en ese momento no era que la identidad de Luana estuviera reflejada en un DNI para aceptar que tenía una hija trans, sino poder llevarla al médico", dice Gabriela, autora del libro "Yo nena, yo princesa" (Ed. Sudestada), que en 2021 se convirtió en película.
Pero la situación no fue simple para Luana.
Cuando se aprobó la ley, Gabriela decidió solicitar un nuevo documento de identidad para Luana, pero el trámite fracasó.
Primero, las autoridades no le permitieron el cambio debido a su edad. Luana en aquel momento tenía solo 5 años.
Pero Gabriela no se detuvo. Fue ahí cuando decidió hacer campaña para ampliar los derechos a las infancias trans.
Inspiradas en las activistas transgénero que la habían precedido, como Diana Sacayan, una de las primeras mujeres trans en recibir un nuevo DNI, Gabriela hizo campaña durante un año para conseguir el reconocimiento legal de su hija.
Finalmente, en octubre de 2013, Gabriela recibió una llamada telefónica desde la provincia de Buenos Aires.
Era para decirle que iban a cambiar el certificado de nacimiento de Luana y que le iban a entregar su nueva cédula.
"Más que una batalla para conseguir la identidad de Luana en un DNI, dimos una batalla cultural. Estamos dando una batalla cultural por los derechos de las infancias trans", dice Gabriela.
Desde que se introdujo la ley de Identidad de Género en Argentina, más de 16.000 personas cambiaron de género gracias a la legislación, incluidos más de 1.500 menores.
"Ese era el deseo de Luana. Yo lo único que hice fue acompañarla. Es una lucha que ganó mi hija".
* Esta nota está hecha con base en el episodio Luana Mansilla: Changing gender aged six, del podcast del Servicio Mundial de la BBC Witness History, presentado y producido por Madeleine Drury. Puedes escucharlo en inglés en BBC Sounds.
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