La tragedia por la caída del puente en el río Rapulo, en Santa Ana de Yacuma, desnuda la complicada realidad en la que viven los Chimanes en Beni.

8 de junio de 2024, 14:10 PM
8 de junio de 2024, 14:10 PM

Turindi es el nombre de la comunidad donde vivía la familia que perdió la vida bajo el puente del río Rapulo, la noche del miércoles pasado. Los indígenas t’simanes (o chimanes), como siempre, decidieron viajar por el río para llegar a Santa Ana de Yacuma y vender sus productos.

Sin embargo, jamás se imaginaron que el viaje sería sin retorno, para la mayoría. Maguin Gutiérrez, presidente del Gran Consejo Chimán afirmó a EL DEBER, que es una costumbre de los originarios viajar con toda la familia a donde quiera que vayan.

Nuestra costumbre es viajar con toda la familia, hijos, yernos, nueras y si tenemos perros y gatos, también lo llevamos, así somos”, afirmó Gutiérrez a tiempo de lamentar las pérdidas de las ocho personas que quedaron bajo el puente del río Rapulo, en Santa Ana.

El puente del río Rapulo, en Santa Ana de Yacuma, se desplomó el miércoles pasado
El puente del río Rapulo, en Santa Ana de Yacuma, se desplomó el miércoles pasado

Pero viajar desde Turindi hasta la capital de la provincia Yacuma no es tarea fácil. En canoa impulsada por un motor fuera de borda, conocido como peque peque, se tarda tres días, mientras que a remo o singa (palo largo para impulsar la canoa) se estima el arribo a destino en unas dos semanas.

La comunidad desde donde partieron las víctimas está sobre el río Maniqui, que nace en las serranías del departamento de La Paz, pasa por San Borja (provincia Ballivián) y se conecta con el río Rapulo en la provincia Yacuma.

Desde San Borja hasta Turindi se tarda, entre cinco a seis horas, pero ellos prefieren irse a Santa Ana, por dos razones. La primera porque en la capital movima le pagan mejor por la venta de su producción. Plátano, maíz, arroz en chala, papaya, yuca, son algunos de los productos que cultivan.

La segunda razón es por el tema de navegabilidad. Viajar desde Turindi hasta San Borja es muy complicado en esta época. Bajan las aguas y quedan pequeños arroyos o riachuelos, muchos de ellos no tienen el agua suficiente para navegar, por lo que deben arrastrar las canoas por el lodo.

“Debe ser unos 15 o 20 kilómetros la parte fea, que no se puede navegar. Es mucho trabajo arrastrar las canoas, peor con familia”, afirmó a EL DEBER, el ingeniero Renard Rea, un conocedor de la realidad de los chimanes, por los más de 30 años, que trabaja con esta nación indígena, además de ser extécnico del Gran Consejo Chimán.

Una vista aérea de la vista del puente caído sobre el río Rapulo
Una vista aérea de la vista del puente caído sobre el río Rapulo

Ante esa complicada realidad, los originarios deciden viajar a Santa Ana de Yacuma. La familia zarpó desde su comunidad por el río Maniqui. Pasaron otros asentamientos indígenas como Chaco Brasil, Remanso y Villa Fátima, además de una serie de estancias ganaderas hasta llegar a su destino.

 El viaje a Santa Ana es llevadero, ya que están favorecidos por el sentido de la corriente de agua, pero, además viajan sin apuros ya que la costumbre de estas familias indígenas es quedarse donde detectan que hay suficiente pescado. Encostan las canoas y sin problemas se instalan en las playas.

Tiemplan sus mosquiteros, colocan hules plásticos y algunas frazadas, suficiente para descansar. Algunos construyen chozas con palma de jatata y de chuquío, que le sirve de refugio en caso de lluvia. Pueden estar desde un día hasta semanas o meses, así son los genes de la familia chimán.

Avasallados por interculturales

El Gran Consejo Chimán ve con preocupación como de a poco, los denominados interculturales (familias que llegaron desde el altiplano), fueron ganando terreno y desplazándolos de sus tierras. 

“Llegaron a Yucumo (ingreso al Beni desde el departamento de La Paz) y se establecieron, pero después se metieron a nuestras tierras y el Gobierno los dejó. Ahora ya no podemos sacarlos, porque el INRA y las autoridades, a ellos los escuchan más y a nosotros no”, lamentó Maguin Gutiérrez.

El dirigente indicó que de acuerdo a sus estadísticas son 13.600 indígenas, que habitan en 411.000 hectáreas tituladas. “Aclaro que toda la gente no vive dentro de áreas tituladas. Ahora mismo estamos peleando para que nos titulen 29.579 hectáreas, pero el INRA nacional nos sigue haciendo esperar”, afirmó.

Distribución de recursos disparó preocupación de autoridades

Desde la promulgación de la Ley de Participación Popular el 20 de abril de 1994 las autoridades municipales y departamentales se preocuparon por identificar a las comunidades indígenas en Beni y en otras regiones.

 ¿Por qué recién le dieron más importancia?

La distribución de recursos económicos por habitantes fue el motivo principal para que las autoridades les presten más atención a comunidades en Bolivia. Los chimanes no fueron la excepción, ya que originarios, que antes eran censados en San Borja, ahora son incluidos en el municipio de Santa Ana.

“Cuando se conformaron los mapas municipales, recién las autoridades comenzaron a moverse. Turindi, Chaco Brasil y muchas otras antes eran registradas en San Borja. Ahora ya son de Santa Ana”, dice el ingeniero Rea.

La mencionada Ley tiene en esencia reconocer, promover y consolidar la participación popular, integrando a comunidades indígenas, campesinas y urbanas en la vida jurídica, política y económica del país.

Recolectores y cazadores

Los indígenas chimanes son recolectores y cazadores por tradición. “Donde hay que cazar y pescar, ahí estamos; esa es nuestra cultura”, resumió Maguin, el líder chimán desde San Borja, donde radica la sede central de este grupo, que es una de las 36 naciones reconocidas por la Constitución Política del Estado (CPE).

Una familia chimán casa pescado con arco y flecha, mientras se desplaza por el río
Una familia chimán caza pescado con arco y flecha, mientras se desplaza por el río.

Las casas en sus comunidades son precarias. En medio del monte construyen con hojas de jatata, motacú, chuquío, tacuara y madera de diferentes especies. Estan unidas por senderos estrechos, por donde caminan a cualquier hora. Si es de noche se alumbran con linternas para no pisar alguna víbora o reptil, que le pueda causar daño en el pie. 

“Así vivimos felices en nuestras tierras ancestrales, que nos dejaron los abuelos”, cerró Maguín, el máximo líder de los chimanes en contacto con EL DEBER.

Lista de las víctimas de un viaje sin retorno

1.- Nelson Vie Cuata (corregidor)
2.- Ana Pache Saravia
3.- Yair Cayti Cari, 3 años
4.- Dilcia Vie Pache, 8 años
5.- Aneida Vie Pache -10 años
6.- Sonia Vie Pache, 15 años
7.- Sandalio Cayti Pache, 28 años
8.- Erika Cari