Y autoritaria. La ‘gacela’ sobre muchos escenarios del mundo fue famosa por su inigualable técnica al bailar. El mayor desliz que le acusan sus detractores tiene que ver con su apego al legado que construyó, el Ballet Nacional de Cuba (BNC), del que ni la longevidad la pudo alejar

3 de noviembre de 2019, 3:00 AM
3 de noviembre de 2019, 3:00 AM

Me tienes en puntas de pie, como Alicia Alonso”, es una de las frases de la jerga popular cubana, cada vez que los habitantes de la isla se mueven en transporte público. Y prueba fehaciente de que, más allá de la formación o condición, todos saben quién es ella. El resto del mundo también.

Su verdadero nombre era Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez y del Hoyo, pero se quedó con el apellido del que fuera su esposo, Fernando Alonso.

No ha pasado ni un mes desde que murió y, aunque tenía 98 años, su deceso sacudió los portales de noticias. Su vigencia no caducó, dejó de bailar hace muchos años, sin embargo, continuaba dirigiendo el Ballet Nacional de Cuba (BNC), el mismo que fundó. Además, el Gran Teatro de La Habana lleva su nombre.

Alonso se presentó como prima ballerina en Washington, Nueva York, Montecarlo, en Helsinki, Buenos Aires, Tokio, Melbourne, etc., sumando casi 70 países a su hoja de ruta. Obtuvo 266 premios y distinciones internacionales a lo largo de su carrera. En 1999 recibió la medalla Pablo Picasso de la Unesco, por su contribución al arte y la cultura.

Debutó como bailarina en La Bella Durmiente (de Tchaikovsky) y, a los 16 años de edad, se casó y se mudó a Nueva York, donde entrenó en la School of American Ballet. Fue en Estados Unidos donde comenzó su consagración. Sus talentosas interpretaciones, especialmente en la obra Giselle, recabaron el aplauso unívoco de la crítica: había nacido una estrella.

Sin embargo, su prometedora carrera se tropezó con un gran obstáculo: en 1941 fue diagnosticada con desprendimiento de retina. Pese a ser operada quedó parcialmente ciega, pero continuó bailando con la ayuda de sus compañeros y de luces en el escenario que le servían de guía.

En 1959, con el triunfo de la Revolución Cubana, Alonso regresó a la isla y, con la bendición de Fidel Castro, estableció el Ballet Nacional de Cuba, donde ella no solo hizo carrera, sino que estableció escuela.

Ninguna artista cubana recibió más reconocimientos o apareció en la prensa, la radio y la TV local. Ninguna, al menos entre las que han residido en la isla, tuvo más repercusión internacional.

Y muy pocas vivieron tanto.

Longeva autoritaria

Algunos le cuestionaron su cercanía con el sistema político del país y la dirigencia. Ella siempre zanjaba los cuestionamientos afirmando que sin Fidel y sin la Revolución no se hubiera desarrollado el ballet en Cuba. Sus simpatías políticas nunca fueron secreto. Fue la primera prima ballerina americana en el teatro Bolshoi en la época soviética.

Muchas personas consideran que cerró las puertas a tendencias más contemporáneas del ballet, y que impidió que no pocos bailarines cubanos explotaran al máximo sus potencialidades.

Algunos bailarines que se establecieron en otros países le señalaron rasgos de autoritarismo y otros afirmaron que el Ballet Nacional, por su organización y el estilo de dirección, era una metáfora del sistema político cubano.



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