31 de julio de 2022, 4:05 AM
31 de julio de 2022, 4:05 AM

Imagine por un momento que sus familiares la están pasando mal a consecuencia de la reciente pandemia que golpeó a muchos de ellos; todos se aferran a la esperanza de que la situación mejore, muy especialmente la salud del tío rico de la familia, puesto que, cuando las cosas le salen bien a él, les va bien a todos. La expectativa es que la cosas vuelvan a la normalidad, a fin de superar el desfase económico apremiante y las secuelas de tan terrible enfermedad. De pronto, un doctor sentencia “el panorama es sombrío e incierto” y, no está terminando de decir aquello, cuando aparece otro médico, preocupado: “Su tío se ha resfriado”. Todos se miran desanimados, preguntándose unos a otros… ¿Qué va a ser de nosotros? Algo parecido ocurre en este momento con la economía mundial.

Después de que el planeta fue afectado severamente por la recesión global derivada del Covid-19 en 2020, provocando graves secuelas en la logística, el transporte y la cadena de suministros a nivel internacional; cuando los países empezaban a recuperarse en 2021 se generan nuevos problemas como la invasión de Rusia a Ucrania; el impacto del cambio climático sobre la producción de alimentos; la subida de las cotizaciones de los commodities; la inflación mundial a niveles no vistos en décadas, y nuevas olas del coronavirus con amenazas de retracciones económicas en varias regiones. Todo ello llevó al Fondo Monetario Internacional (FMI) a emitir un lapidario Informe titulado Actualización de Perspectivas de la Economía Mundial – Un panorama sombrío y más incierto (26.07. 2022).

Tres días después, cuando el mundo aún no salía de su desasosiego por los pronósticos del FMI para la economía del planeta en general, y para ciertas regiones en particular, se produce otro anuncio, más preocupante aún: Estados Unidos de América entró en recesión técnica. Como quien dice, “sobre mojado, llovido”, ya que, como bien sentenció mi esposa Jannet -economista también- al enterarse de tal situación: “Cuando EEUU estornuda, los demás países se resfrían” (29.07. 2022).

Con esta segunda noticia los temores del FMI toman más cuerpo, luego de que la economía mundial venía dando señales de contracción por causa de la desaceleración del crecimiento de un segundo actor global -la China- mientras que en EEUU la doble preocupación se consumaba: la más alta inflación en más de 40 años, por una parte, y la insuficiente recuperación de la demanda interna, por otra, pese a los esfuerzos realizados, con el agravante de que la subida de tasas de interés -como medida antiinflacionaria- entraña el riesgo de que su economía se enfríe más. Otro tanto pasa con los países más desarrollados de Europa, principalmente por el elevadísimo costo que implica la importación de combustibles y alimentos debido a la conflagración Rusia-Ucrania.

El pronóstico revisado del FMI dice que la economía mundial bajará del 6,1% -que creció en 2021- a un 3,2% este año por causa del encarecimiento del acceso al crédito y la pérdida de poder de compra de los consumidores por la inflación; además, por el menor dinamismo de China y los nuevos confinamientos en ese país ante la reaparición del COVID-19; por tanto, si a las dos principales economías del orbe no les va bien, se da por descontado que la tendencia de crecimiento a escala mundial irá a la baja.

Pero esto no acaba ahí, porque para 2023 el pronóstico es más pesimista: El FMI dice que el producto mundial crecerá apenas 2,9% porque la economía de EEUU subiría tan solo un 1%; la Zona Euro apenas 1,2%; Asia Emergente y en Desarrollo un 5% -jalada por China- mientras que América Latina y el Caribe, 2%. En la medida que la guerra entre Rusia y Ucrania se prolongue, los pronósticos a la baja podrían empeorar. De hecho, el FMI dice que si los riesgos de mayor inflación, la dificultad de acceso al financiamiento y la obstaculización al comercio se consagran, el crecimiento mundial podría bajar este año al 2,6% y en 2023 al 2%, lo que implicaría uno de los peores crecimientos en décadas.

Frente a semejante panorama… ¿cómo está Bolivia? Es cierto que el país encandila al mundo por: su baja inflación del 1,2% al primer semestre; su comercio exterior, superavitario en 1.000 millones de dólares hasta mayo; y, por mantener sin mayor variación sus Reservas Internacionales Netas en el Banco Central de Bolivia. Sin embargo, hay que estar advertidos que el país no es una isla, no lo es…

De ahí que, es destacable lo dicho en un par de oportunidades por el Ministro de Economía y Finanzas Públicas, Marcelo Montenegro -el tener cuidado de “no caer en el exitismo”- en función de lo cual habrá que tomar recaudos no solo para mantener la estabilidad económica, que es un patrimonio del pueblo boliviano, sino también, para evitar un impacto negativo sobre el sector externo, el crecimiento del PIB y el empleo, debiendo merecer dos rubros una especial atención: la importación de combustibles y la exportación de alimentos (sobre lo cual vengo hablando superabundantemente, por años).