Luz Paco tiene un hilandería, fábrica de lanas y telas. Baila con la morenada de la Eloy Salmón. Su esposo, fallecido en 2020, le dejó como legado la devoción por el señor del Gran Poder

El Deber logo
24 de mayo de 2024, 19:00 PM
24 de mayo de 2024, 19:00 PM

Madre, devota del Señor Gran Poder y de la fe católica. Luz Paco es una próspera empresaria textilera y trabaja codo a codo con sus hijas, que estudiaron o aún terminan sus carreras en la Universidad Privada Boliviana (UPB), la mayor tiene una especialidad en España, mientras que la tercera vive y estudia en Santa Cruz. 

En ocasiones muy especiales, como la entrada del sábado, Luz saca su tesoro, el legado que le dejó su fallecido esposo Ladislao Iván Laura Paco, y hace el recorrido en la entrada luciendo las joyas de oro que él le regaló “para mimarla”. Por ello, debe tomar recaudos para cuidar su seguridad.

El conjunto dorado de joyas que muestra para esta entrevista con EL DEBER consta de los aretes, el prendedor que sujeta la manta, el collar y el ramillete del sombrero. “La temática son las flores, que representan la belleza y la pureza”. Admite que ese conjunto es sólo para ocasiones especiales. “No voy a usarlo en una Diana, o un ensayo. Ya me pasó una vez que mi esposo me acababa de regalar un prendedor de oro puro, y pese a que yo tenía un ahijado que me estaba cuidando, se acercó un joven alto y de buena presencia, me arrancó la joya y escapó. Mi encargado de seguridad fue tras él, pero luego me dijo que le había sacado un cuchillo. Era mejor preservar la vida, así se lo tomó mi esposo”, recuerda.

Luego recuerda: “Yo bailaba y mi marido me traía las joyas. Hasta la persona que le vendía se sorprendía y les decía a otros varones ¿por qué no son como don Iván?, ¡cómo le regala a su esposa!" 

Cuando la ven a Luz le preguntan: ¿quién te ha dado?. "Yo al responderles que mi esposo, me digo a misma ¡cuánto me dio él!”.  Complementa: “Salíamos y siempre volvía a casa con algo. Íbamos a una tienda de zapatos y nunca salía con un par de calzados, sino con varios de distinto color”.

Cuando llega el momento de las fotos su hija mayor le pasa las joyas. “Le digo que este collar, los aretes, el prendedor y el ramillete (del sombrero) son un tesoro invaluable para mi. Yo he bailado así, gracias a Dios y al esfuerzo de mi esposo, tuve ese privilegio. El juego que estoy mostrando es, repito, sólo para ocasiones especiales.

Relata que también tiene juegos de joyas de plata “que son bonitas y muy elegantes. Pero eso no es todo. Por la inversión que muchas la mayoría de las fraternas realizan en el Gran Poder "es mejor prticipar de la entrada con seguridad. Y también hay que tener cuidado con la persona que eliges para que te cuide, tiene que ser alguien de muchísima confianza. Si contratas a cualquiera te arriesgas, porque te estudian, así que a elegir muy bien”.

Su pareja fue un empresario, y juntos levantaron la hilandería y textiles Illimani, que se ha convertido en una empresa gigantesca.  Hace poco se trasladó a una extensa zona industrial en la ciudad de El Alto y aún está en proceso de construcción y de ampliación.





Su historia en el baile

Aprendió que el verdadero empoderamiento lo da la pollera



Baila hace 20 años en la Fraternidad Comercial Eloy Salmón. Llegó por invitación de su amigo Javier Escalier (actual concejal de la Alcaldía de La Paz por el MAS), cuando ya había nacido su tercera hija. “Participé de china, de figura, delante de las señoras de pollera. Yo no tenía ese conocimiento, me casé muy joven, a los 17 años, con un hombre muy costumbrista y creyente del Señor del Gran Poder”, empieza Luz su relato

Ella no usa pollera todos los días, “soy de vestido”, dice. Pero recuerda que la primera vez que bailó, se le acercó una señora durante un descanso y le dijo que “el verdadero prestigio de bailar morenada estaba en lucir la pollera, ese es el verdadero empoderamiento, me dijo. Nunca lo olvidaré”.

Luego esa dama le dijo que “ser china o figura era más fácil, fletar la ropa no es tan complicado, ni siquiera es propio. Esa vez no entendí porque sentí que lo dijo de una forma despectiva. Pero le digo algo, ahora lo entiendo completamente, y esa señora tenía toda la razón”.

Habla de empoderamiento. “Cuando luzco la pollera me veo reflejada en mi abuelita, una señora de pollera, o como mi suegra. Hay discriminación y es injusta. Tenemos un negocio en Santa Cruz y viajaba yo con mi suegra. Una vez fuimos a un restaurant de menú ejecutivo en el primer anillo, al que yo siempre iba. Pero el día que fui con ella nos dijeron que no podíamos pasar, porque solo era para socios. Ahí me di cuenta que era por la pollera. No ven el verdadero valor de cada persona, fue muy triste”.

Un año después de tener la conversación con esa señora que le explicó sobre el prestigio de usar la pollera, la invitaron a participar en una fila de la Morenada Eloy Salmón, “ya no como china o figura, sino como cholita, representando los tres bellos colores: rojo, amarillo y verde. Lo más lindo y emocionante fue que fuimos delante de la banda de los varones. Le comento que ese lugar, está destinado a los expasantes y nosotros éramos solamente invitadas, nos mostraron como la imagen central de la morenada. Fue un honor y una experiencia inolvidable”.

Los años siguientes fue guía de la fraternidad. Fueron 12 y 13 años en esa posición hasta en 2016. “Ahora sigo participando, conocimos a muchas personas con poder económico y político, empresarios, abogados, incluso salimos en un libro dedicado a la cultura. Toda una carrera como folcloristas”, relata orgullosa.

Su esposo, su compañero, siempre estuvo al lado de ella. Ambos fueron pasantes otra fiesta en Copacabana, en 2011, en el grupo de la Sociedad de Morenos Colquepata, para la que contrataron a la conocida banda Poopó, y lograron que la destacada agrupación orureña Llajtaymanta lance una canción que se llama Amor novenante, es un tema “muy romántico, de inspiración y que destaca el amor de pareja”. Luz y su esposo aparecen como protagonistas principales del videoclip. “Mi vida no tiene sentido sin ti, morenita linda cholita”, dice una parte de la letra.




Un momento muy duro

Su esposo se fue, pero Luz y sus hijas salieron adelante e hicieron crecer un emporio



En 2020 su esposo Iván Laura -a quien ella define como un caballero noble y sencillo mientras sus ojos se llenan de lágrimas- perdió la vida debido a un aneurisma en el cerebro.

El 3 de febrero de ese año sintió un dolor de cabeza, “y ahí empezó un víacrucis, primero fuimos a una clínica privada, estuvo en terapia intensiva y le dieron de alta. A los días recibió una mala noticia y le dio un derrame cerebral. Fue un mes y medio y no resistió”.

“Realmente, uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde, yo lo extraño mucho. Él me tenía como a una hija, siempre con todos los cuidados. Le agradezco a Dios por haberlo puesto en mi camino, fue mi compañero de vida, el papá de mis tres hijas, pero tuvo que partir antes, y ahora nos queda a nosotros luchar y seguir adelante”, dice.

Nunca olvidará los domingos, cuando se servían zumo de zanahoria y un desayuno que “tal vez por las ocupaciones no se puede compartir en familia todos los días. Luego me decía hijita anda a cambiarte, yo voy a lavar los platos. Íbamos de paseo, y quería que me ponga mis tacos, mi jean y me llevaba orgulloso de la mano por todas partes. Pasamos momentos maravillosos, eso es lo que nos llevamos, no las cosas materiales. "Nos ha costado mucho estar sin él”.

Su hija mayor es ingeniera comercial, su tesis obtuvo 100 y felicitaciones. Tiene una especialidad en España. La segunda, en este momento, realiza su tesis y la tercera termina sus estudios en Santa Cruz. Todas en la UPB. “Desde que falleció mi esposo, hemos tenido que sacar esto adelante las cuatro, juntas”, revela orgullosa.

El padre de Luz nació en Chijmuni, provincia Aroma, viajó a La Paz y allí conoció a su madre. “Se casaron, yo soy la mayor, tengo dos hermanos: una abogada y otro odontólogo”. Luz dejó de estudiar porque se casó muy joven, a los 17 años. Pero ahora retomó sus estudios, cursa el segundo año de Derecho.

La convalecencia y posterior fallecimiento de su esposo, dejaron a la familia una deuda de más de Bs 450 mil. “Luchamos mucho para que Iván pueda vivir, estuvo mucho tiempo en terapia intensiva, pero son designios de Dios y al final se lo llevó nomás".

Durante la pandemia hicieron de todo. Vendieron productos de primera necesidad, “nos fue bien. Ahí introducimos la lana, porque mucha gente la buscaba para desestresarse en ese tiempo tan difícil y complicado para todos. Llevábamos en vehículo ovillos de lana a domicilio y las señoras se escogían. Ahí creamos la línea de ovillos que se llama Iván, en honor a mi esposo. Además, está pensada en colores distintos para personas mayores. Con eso pudimos cubrir las deudas”.

Luego el mercado se amplió a las mantillas. Ellas producen desde el hilo y les ha generado un nuevo y amplio mercado. “Tuvimos que trasladarnos, estamos aún en construcción, pero creciendo”.

Luz se despide con una sonrisa, ya son más de las 19:00, pero todavía debe atender asuntos en la fábrica, que tiene al menos 18 empleados. El trabajo es duro, pero siempre hay tiempo para el baile y la devoción. Todo está listo para la entrada, y promete bailar con la fe de siempre.