Este domingo se celebra el Día del Niño Boliviano. Mientras los padres se alistan para agasajar a sus pequeños, cuentan la experiencia de vivir la rutina en tiempo de cuarentena. Unos encuentran cosas novedosas en lo cotidiano, otros dejan que el aburrimiento sea el estímulo

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11 de abril de 2020, 20:15 PM
11 de abril de 2020, 20:15 PM

Sergio Acevedo salió temprano al mercado, temía encontrarlo más concurrido de lo habitual en estos días de cuarentena, tomando en cuenta que el viernes estuvo cerrado por el feriado de Semana Santa. Se despidió de su esposa y salió con la lista de productos para abastecerse durante la semana y un encargo especial: un regalo para Fabián, su pequeño de 8 años. 

Este domingo se recuerda el Día del Niño Boliviano. Fabián se lo viene recordando a sus progenitores en los últimos días, como también que se recuerda el domingo de Pascua, ocasión en que los más pequeños acostumbran a buscar huevos de chocolate, que sus padres los esconden en diversos rincones de la casa. Una tradición europea, que terminó por asentarse en la sociedad boliviana no hace más de 20 años. 

El Día del Niño tiene más tiempo que se festeja. En 1955, el Gobierno, durante la presidencia de Víctor Paz Estenssoro, lo instituyó el 12 de abril, a partir de la Declaración de Principios Universales del Niño redactada por la Unicef, que señala que el objetivo de esta celebración es “fomentar la fraternidad entre los niños y las niñas del mundo y promover su bienestar con actividades sociales y culturales”.

Declaraciones y derechos aparte, la fecha es una de las más esperadas por los más pequeños, quienes han tenido que ver cómo la experiencia de vivir en cuarentena en el último mes ha reconfigurado su rutina y dejado de lado las celebraciones habituales, que se efectúan tanto en casa como en el colegio. Ya ocurrió para el Día del Padre, en el que muchos niños se quedaron con las ganas de agasajar a los suyos en el aula. 

Pero muchos padres no quieren que eso ocurra con sus niños, por lo menos, no en el hogar. Sergio pensó en ello en medio del tumulto de gente en el Mutualista. Pensó en el regalo perfecto y lo encontró: un kit de juegos de mesa, que incluye ludo, dominó, damas y ajedrez. Le va a encantar, pensó. Al regalo, le sumó una docena de huevos de pascua, que se encargará de esconderlos en el jardín, además de una bolsa de monedas de chocolate con forro dorado, para jugar a los piratas. 

“Es lo menos que pude hacer por el pequeño en este día. La verdad que ha sido muy difícil tenerlo encerrado todo un mes (el lunes se cumplen 30 días desde que se suspendieron las clases) y encontrar la manera no solo de que se aburra, sino también de hacer que el tiempo de ocio se transforme en tiempo productivo. Más allá de las horas dedicadas a las tareas, es todo un desafío encontrar alternativas para aprovechar las horas”, comenta Acevedo.

 Y el desafío no ha sido solo para Sergio. A Pablo Carbone le ha tocado vivir la cuarentena alejado de su hijo Matías Carbone García, de 7 años, pues hace más de un año se separó de su esposa y Matías se quedó con su mamá. Sin embargo, eso no ha sido óbice para que continúen realizando actividades juntos, solo que, en este caso, de forma virtual.

“Lo que hemos estado haciendo con su mamá es desarrollar algunos hábitos en la casa; el orden con sus juguetes, ropa y demás; que incorpore esos hábitos de lo cotidiano, así como que se haga cargo de algunas tareas del hogar, marcando lo importancia que eso tiene para que todo sea más llevadero”, explica Carbone.

El escritor y docente, también se encarga de mandar videos a Matías en los que le explica acerca de lo que estamos viviendo en el mundo, de las precauciones que debe tomar; pero además de lo que puede hacer con tanto tiempo libre; algo cercano al ocio productivo, como leerle algunos fragmentos de cuentos para niños. 

Son algunas de las actividades que ha desarrollado con él, en la que siempre se incluye intercambiar opiniones al respecto. 

“Hemos hecho énfasis también en el cuidado de las mascotas. El dibujo es una actividad que a él le gusta mucho; entonces también le hemos sugerido que la utilice para poder mostrar cómo comprende esta situación”, agrega Carbone, que recomienda a los padres la lectura de fragmentos literarios, hacer manualidades, pintura, dibujo, títeres y, posteriormente, conversarlo en familia. Realizar una huerta en casa, si hay las posibilidades. Es otra opción”, añade. 

Verónica Delgadillo vive en un departamento de La Paz con su pequeña Isabel. Allí, el desafío no es solo por encontrar alternativas en el espacio reducido, sino buscar aprendizaje a través del ocio. Ella apaga la tele, el celular y la tablet de su hija cada dos días para realizar diversas actividades, como leer y patinar, además de mirar por la ventana o entretenerse con juegos de mesa. ​“Todos los otros días, tratamos de que alterne mirando un documental, avanzando la tarea, un tutorial de algo, dos horas de wii, de just dance, así hace ejercicio”, cuenta. 

Delgadillo considera que los padres pueden aprovechar estos días para encontrar cosas novedosas en lo cotidiano, de manera que los niños no descuiden el hábito de aprender. 

“Porque ellos aprenden hasta cuando juegan entre ellos en el recreo. Por ejemplo, cuando Isa por iniciativa propia hizo su camita en una esquina de la sala, cuestioné, porqué, y ella dijo que porque el sol se sentía rico. Ahí empecé a explicarle porque le hacía bien, porque la luz del sol tiene vitaminas, porque las plantas sienten algo similar, etc. Entonces ella preguntó otras cosas y luego sólita entró a Google y buscó lugares donde no hay luz o donde la mitad del año es de noche. Y aprendió y nos enseñó también”, agregó Delgadillo, quien aconseja a los padres que generen inquietudes sobre los hijos para que surjan nuevos conocimientos.

Alfredo Rodríguez ha optado por dejar que el aburrimiento sea el estímulo. “Me explico-afirma el periodista y escritor- no me he preocupado por darle a mis hijos ninguna opción para que ocupen su tiempo libre, no organicé nada, dejé que se las busquen. Lo único que hice fue dejar ciertas condiciones para la alquimia, como que haya Internet y máquinas. Mis hijos son adolescentes. Entonces, ellos, por su propia iniciativa, han tomado cursos, asisten a los conciertos online que hay, hacen deportes, yoga, etc.”.

Para los padres de los más pequeños, Rodríguez sugiere crear más condiciones, tener una mayor oferta de opciones, pero no caer en la trampa de los horarios, ni de la imposición o el chantaje. “Creo, firmemente, que hay que dejar que los chicos se aburran, pero generar puertas de emergencias que puedan tomar por iniciativa propia. Cada uno tiene su ritmo, sus tiempos. Tengo una hija adolescente. Con ella trato de tener espacios de conversación. Es lo único que tiene cierta rigurosidad, pero también dejo que se las busque. Los resultados con muy interesantes”, finalizó.