Los bomberos voluntarios dejaron casa y familia para internarse en la selva en llamas. Adentro, apagaron los incendios, y se toparon con el mismísimo infierno

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24 de septiembre de 2019, 4:00 AM
24 de septiembre de 2019, 4:00 AM

En una cartulina que alguien escribió y colocó en una pared de Concepción está escrito que un héroe no es quien tiene poderes ni una capa para volar, sino, quien arriesga su vida por los demás.

Este mensaje es una forma de agradecer a esas mujeres y a esos hombres que han estado y están en la línea del fuego autor de la catástrofe ecológica que sufre Bolivia, que se han convertido en bomberos voluntarios, que en las profundidades de la selva en llamas se han topado con animales silvestres que acababan de morir o sobrevivientes corriendo en estampida, que han dejado media vida o la vida entera por impedir que los tentáculos de los incendios sigan perforando los bosques y lo que habita en ellos.

Ariel Vaca Saucedo camina por los restos de un incendio y en cada pisada detonan las cenizas y una onda expansiva de polvo lo contamina todo. Hay cuerpos de sapos y corazas de caracoles muertos.

Hay troncos acostados en un polvo plomo y también uno que otro árbol en pie que se resiste a caer y que mira con ojos desesperados el fruto macabro del incendio que hace más de una semana ocurrió en este lugar que se llama Santa Rosa, dentro del Valle de Tucabaca. Ariel Vaca es bombero voluntario desde que comenzó a incendiarse la Chiquitania hace casi tres meses.

Él tiene conocimientos en atenciones prehospitalarias y en todo este tiempo ayudó a detectar los problemas de salud que amenazaban la vida de los bomberos después de haber estado luchando en el infierno. “Llegaban al hospital de Roboré intoxicados por el humo, con

afecciones pulmonares y del corazón”, cuenta, mientras camina en este punto de Tucabaca que ha sido herido por desmontes que ha tumbado árboles para dar paso a asentamientos humanos.

Ariel Vaca es solo uno de todo el ejército de bomberos que ahora el país dice de ellos que son los verdaderos héroes en esta lucha contrarreloj de apagar el fuego.

Víctor Hugo Áñez, asesor de Gestión de la Gobernación, sabe cuántos han trabajado ya día y noche en estas tareas extremas.

En los 12 municipios afectados en Santa Cruz se tuvieron 7.000 soldados del Ejército y 2.500 bomberos voluntarios, además de los de la Gobernación y de los municipios, a los que se fueron sumando los llegados de otros países. Muchos dejaron a sus familias y a sus hijos, han pedido permiso en el trabajo o renunciado a sus salarios o han cerrado sus talleres mientras dure el incendio.

Lorenzo Arredondo, por ejemplo, dejó de trabajar en la albañilería y no quiere retornar a casa hasta que se apague el último foco de fuego, hasta que esté seguro de que ningún animalito silvestre sufrirá el impacto de las llamas.

Un bombero es un héroe porque arriesga su vida y porque tiene que ver imágenes crudas como si se tratara de una película de terror. La forma cómo muere un animal describe los últimos momentos de su vida, dicen varios bomberos que están descansando después de haber embestido a un incendio cerca de Roboré.

Y rematan con una frase que describe el tamaño del sufrimiento: “Hay imágenes que no olvidaremos nunca”. Nunca podrán olvidar al tejón que corrió de las llamas y sus patitas no soportaron la tierra caliente, se derrumbó mientras escapaba de los fogonazos y se tiró de espaldas para esperar a la muerte.

Tampoco podrán olvidar que los bomberos voluntarios, Renso Enriques Flores, Dylan Alberto Vega Cuéllar y José Elmar Roca Núñez murieron ahogados la tarde del 14 de septiembre en un atajado, después de haber estado durante seis días apagando incendios. Este hecho trágico ocurrió una semana después de la muerte del bombero voluntario Pablo Miguel Suárez Núñez, (que había llegado de La Paz), producto de un infarto al miocardio cuando se encontraba en la comunidad Palestina del municipio de Concepción.

A comienzos de mes, el bombero policía Efraín Mamani Calisaya había falleció tras caer a un barranco en Coroico cuando ayudaba a mitigar un incendio en el municipio paceño. A pesar de estas tragedias, muchos bomberos continúan arriesgando sus vidas. “Estaré aquí hasta cuando Dios quiera, defendiendo al bosque”, dice Carlos Cesarí Rivero que cerró su taller de carpintería para convertirse en un bombero al que el país reconoce como un héroe anónimo.