¡Saludando de julio el gran día! Un día como éste se encendió una tea de libertad. Y La Paz es una muestra de lucha por este valor fundamental, aunque también ha sido víctima de todos los afanes por cercenar sus alas. La hermosa ciudad paceña está de fiesta y la celebramos todos los nacidos en ella desde donde nos encontramos, a sabiendas de que su historia no ha sido fácil, de que ser sede de Gobierno le dejó más golpes que caricias; que, por vivir en función del país, postergó sus propias aspiraciones de desarrollo.

 La Paz es una ciudad llena de magia, le dicen la Ciudad Maravilla y tiene muchos encantos, como rincones plagados de recuerdos y picardía. No es difícil caminar por el centro y descubrir lugares de café con marraqueta o ir a San Miguel para probar los deliciosos anticuchos de corazón con ají de maní; ni qué decir de los sándwiches de chola, mientras se los saborea en esta ciudad que tiene las estrellas a los pies.

 En estos días de homenaje, los estudiantes sacan las bandas de música, que compiten por el mejor sonido y los más expertos con la guaripola. La verbena paceña es todo un acontecimiento que se disfruta con música, sucumbé y amigos. ¡Oh linda La Paz! 

 La Paz merece ser mejor tratada. Le dio mucho al país. De sus moradas salieron valientes héroes por la democracia, pero ahora no está al margen de la confrontación política y regional, esa que expulsó a miles de sus ciudadanos en busca de nuevos horizontes. En este 16 de julio es de esperar que los discordes en concordia vuelvan a juntarse en paz para que esta hermosa urbe pueda desarrollar sus infinitas posibilidades.