Pablo Mariscal | Politólogo

Una vez más nos sorprende que la fuerte dosis de política despiadada en la serie ‘La Casa del Dragón’, donde dos facciones de la familia real, los Targaryen, libran una guerra civil por el control del trono, se ve reflejada en el mundo y muy especialmente en Bolivia.

Los reportes de organismos internacionales sobre la inflación, la pobreza, la desigualdad y la desnutrición son las bestias que atacan a las personas más vulnerables. Y, como si se tratara de un escenario previo, Bolivia se encuentra partida en dos en lo político desde el referéndum de 2016, entre el MAS y la oposición. Esta polarización fue provocada por la reelección del entonces presidente Evo Morales, que terminó en la crisis política de 2019.

¿Cómo fue posible esta gran victoria del masismo? La combinación de una mala administración opositora, que no supo gestionar la pandemia, la corrupción del débil gobierno, la crisis económica derivada de las restricciones por Covid-19 y la candidatura y posterior retiro de Añez. Pero hay algo que nadie notó, un elemento clave: la exclusión de Evo Morales como candidato a cualquier cargo. Los electores decidieron votar por la renovación del desgastado MAS.

Evo Morales entonces empezó a criticar públicamente al gobierno de Luis Arce, a sus ministros y otras autoridades, las fichas se habían movido y ya era hora de pasar al ataque. Su estrategia se basa en algunos pilares, primero, el bloqueo legislativo a leyes económicas, atando de manos al Ejecutivo. Segundo, ataques directos al gobierno. Tercero, paralelismo sindical en las organizaciones sociales que componen el Pacto de Unidad. Las batallas en los congresos de las organizaciones sociales, muchas veces violentas, son producto de la división. Cuarto, estrangulamiento económico mediante bloqueos y paros. Por supuesto, Evo no encabeza ninguno de estos ataques, excepto aquellos referente a la economía, buscando dañar la fortaleza de Arce, para preservar y fortalecer su imagen política. Sin embargo, también es cierto que Evo es el político con mayor rechazo en el electorado boliviano y esa es la gran debilidad de su estrategia. Veamos números.

Dos encuestas diferentes realizadas por Captura Consulting y Diagnosis, ¡4 de cada 10 bolivianos (40%) no votaría nunca por Evo! Diagnosis dice que 1 de cada 4 personas ven poco probable votar por él. La negativa a Evo suma el 65% .

Según Captura, los dos siguientes en la lista son Luis Arce con el 19% y Luis Fernando Camacho con 13%. Además, Evo Morales ocupa el primer lugar de rechazo en las cuatro ciudades, La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz.

Estos números de rechazo a dos posibles candidatos del MAS habrían sido inimaginables, pero la guerra azul y el daño económico producto de ello mostraron una verdad: la única cosa que podría derrumbar la hegemonía política era el mismo MAS.

Lo peor lo vemos hoy en día, una lucha de hermanos contra hermanos, bolivianos contra bolivianos, sumados a la oposición que ya estaba radicalizada. Pero estoy seguro que, tarde o temprano, nos quitaremos el velo de la rabia, los bolivianos a reencaminar la salida a este momento con diálogo, en estos tiempos tan desafiantes y en un mundo tan dividido.