Un golpe de derecha que sale, el público de la central enloquece y el padre del jugador corre para abrazarlo: hace 40 años, el 5 de junio de 1983, Yannick Noah ganó Roland Garros. Fue la última vez que un francés lo consiguió en categoría masculina.

El sábado, en la víspera del comienzo del torneo, Roland Garros celebró el ‘Yannick Noah Day’, una jornada dedicada a la leyenda del deporte francés, luego convertido en músico, que incluso ofreció un concierto en la Philippe Chatrier.

Noah tenía 23 años cuando derrotó al defensor del título, el sueco Mats Wilander; 6-2, 7-5 y 7-6 (7/3), para suceder por fin al último francés que había ganado la Copa de los Mosqueteros, Marcel Bernard (1946).

“Fue mi momento de gloria. Estaba en casa. En las gradas estaban mis amigos, mi familia; el día era bonito, había dormido en ese estadio cuando tenía 16 y 17 años, soñaba con ese lugar, ese partido...”, señaló Noah a la AFP.

“Ese torneo era para mí y lo gané, fue simplemente perfecto”, añadió.

Su triunfo fue el colofón a un salto cualitativo que se produjo dos meses antes, en el Torneo de Montecarlo.

“Había hecho lo que había querido. Había salido la víspera de un partido y el día siguiente tuvimos que hablar. Hubo un cambio radical en la mentalidad de Yannick y rápidamente tuvo recompensa”, recordó su entrenador en aquella época, Patrice Hagelauer.

Encadenó grandes resultados: final en Lisboa, victorias en Madrid y Hamburgo, donde bate a Wilander en cuartos.

“Preparación muy física”

Para mantener la buena dinámica el jugador y su entrenador deciden hacer una preparación “muy centrada en lo físico” como apoyo a su juego ofensivo. “Era el mejor atleta del circuito, por lo que había que jugar esa carta a fondo”, subrayó Hagelauer.

Cuatro o cinco horas de entrenamiento por la mañana y dos por la tarde seguidas de 45 minutos de carrera, intentando estar al margen de la agitación parisina.

“Yannick era el único jugador mestizo, tenía rastas, el personaje que representaba... Tenía muchas solicitudes, por lo que decidimos que se concentrara en otro sitio”, explicó el técnico.

Aislado en un pequeño club de Seine-et-Marne durante su preparación, Noah intenta pasar el menor tiempo posible en Porte d’Auteuil, en las instalaciones de Roland Garros.

Comienza lanzado y no pierde ningún set hasta los cuartos de final, donde le espera Ivan Lendl, número tres mundial: tras ganar las dos primeras mangas tiene dos bolas de partido en la tercera, pero no las convierte.

Lendl gana el tercer set y la situación podía convertirse en peligrosa, pero el francés la solventa a lo grande en el cuarto (6-0).

“El sueño de la familia”

Cuando estaba destinado a chocar con el número 1 mundial Jimmy Connors en semifinales, el francés Christophe Roger-Vasselin da la sorpresa eliminando al estadounidense y se cita con Noah por un puesto en la final.

Recibió un duro correctivo (6-3, 6-0 y 6-0) y Noah queda a un escalón de la gloria.

En un ambiente espectacular, Wilander y Noah, dos jóvenes adorados por el público. El francés no dio opciones desde que tuvo la oportunidad de cerrar el partido: sirve fuerte sobre la derecha del sueco y su resto se va fuera...

Noah se pone de rodillas y levanta los brazos. Dos segundos después recibe el abrazo de su padre Zacharie.

“Esta aventura concluye el sueño de la familia, el sueño de Yannick”, señaló su técnico.

Después del ídolo francés, Mary Pierce ganó el Abierto de Australia (1995) y Roland Garros (2000), Amelie Mauresmo los mismos torneos en 2006, y Marion Bartoli sorprendió en Wimbledon en 2013. Pero ningún hombre ha sido capaz de ganar ni Roland Garros ni ninguno de los otros tres grandes.

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