Carlos Guzmán Vedia

El 10 de agosto de 2019, un grupo de fazendeiros brasileños decretaron el día del fuego como inicio de la época de chaqueo que prepara la tierra para la siembra del monocultivo. Desde esa fecha se celebra el día del fuego, día donde comienza la temporada del capitalismo salvaje y destructor del medio ambiente en Sudamérica. En Bolivia, el día del fuego se celebra junto con la fiesta de la Virgen de Urkupiña, donde los campesinos interculturales ofrecen la tierra a la mamita, pidiéndole una buena siembra y posterior cosecha. Ese año se quemaron cinco millones de hectáreas que afectaron varias reservas forestales, territorios indígenas y áreas protegidas.

En 2015 se llevó a cabo la Cumbre Agropecuaria Sembrando Bolivia, un encuentro organizado por Evo Morales y García Linera, donde estuvieron empresarios agrícolas y campesinos interculturales afines al gobierno del MAS, todos acordaron la ampliación de la frontera agrícola en Bolivia de 3,3 a 15 millones de hectáreas para el año 2025. El regalo del MAS para el bicentenario del país; 15 millones de hectáreas carbonizadas y listas para la siembra de soya, sorgo y algodón, entre otros monocultivos. Todo esto patrocinado por las grandes transnacionales de la agricultura como Monsanto, Cargill, Bayern Syngenta y un paquete de leyes incendiarias, que solo fue tocado en el gobierno de la Presidente Jeanine Añez (El 2020 fue el año que menos hectáreas se quemó en el país)

La Cumbre Agropecuaria es el evento crucial donde Bolivia pasa de una agricultura extensiva y moderna conectada al mercado mundial de alimentos, hacia un capitalismo agrícola, salvaje y ecocida. Antes del 2015 la memoria no recuerda incendios forestales de la magnitud de los últimos años. ¿La razón? Fue que tuvimos una agricultura mecanizada que contemplaba la mitigación de daños al medio ambiente. El desmonte y el chaqueo eran medidas controladas, la venta de madera de los arboles caídos y la palizada tenían un tratamiento distinto y provechoso. Una época donde el INRA y la ABT eran instituciones sólidas, técnicas y acordes a un desarrollo agrícola en ciernes. Hay que recordar que el monocultivo llega a Santa Cruz a finales de los años 80, y es por más de veinte años, que la ampliación de la frontera agrícola -una política de estado apoyada por el sector privado-, se realizaba de manera gradual y acorde a una planificación estratégica de la tierra como fuente de crecimiento económico.

Todo cambia después del 2015. Cambia con el proceso de cambio. Cambia por que la Cumbre Agropecuaria Sembrando Bolivia, es la síntesis de un pacto político y económico, que converge las aspiraciones de poder del gobierno masista que busca mayores ingresos por los commodities agrícolas; No importa que se entreguen tierras de la Chiquitania a 30 mil campesinos de sindicatos del Chapare; no importa que se avasallen y queden en cenizas propiedades privadas, reservas forestales, áreas protegidas y territorios indígenas; no importa que desaparezcan miles de especies de flora y fauna que son exhibidas morbosamente en las redes sociales. Hemos pasado de una agricultura planificada a una agricultura salvaje y ecocida, donde el desmonte y el chaqueo se realizan sagrada y culturalmente cada agosto. A vista y paciencia de todos los cruceños, que se indignan en agosto cuando respiran el humo y festejan en septiembre cuando llega la Fexpo.