Mauro Bertero Gutiérrez | Exministro de Estado

Desde que el tiempo tiene memoria es bien sabido que hay personas que gracias a su tesonera labor y su inefable don de gentes marcan épocas y se convierten en ejemplo para las generaciones venideras. Personas cuya existencia define un antes y un después.

Tal es el caso de Don Pedro Rivero Mercado, esmerado forjador de la identidad de un pueblo enamorado de sus tradiciones y celoso guardián de las libertades de opinión y los principios fundamentales del sistema democrático.

Orgulloso hombre de familia, destacado periodista, exitoso empresario, prolífico escritor, fino poeta, diplomático y visionario promotor de iniciativas culturales, Don Pedrito fue un dedicado sembrador de buenas memorias e incomparable coleccionista de genuinos y respetuosos afectos.

Amigo de la verdad y narrador de su tiempo, supo traducir el sentir, los encantos y los anhelos de la “ciudad de los anillos” en los editoriales del Diario Mayor “El Deber” dando voz a los ciudadanos de una tierra noble y a sus instituciones marcando el paso vertiginoso y fértil crecimiento de la urbe y la región.

Recordar a Don Pedrito se hace imposible sin incluir una mención especial a su generosidad. Generosidad plasmada en múltiples obras conocidas y en silenciosos –y no menos – actos de caridad, entendido como fieles cirios alumbrando su devoción mariana a nuestra Mamita de Cotoca.

Hombre de inquebrantable fe en los designios divinos, ilustrado mentor de vocaciones literarias, maestro de las virtudes del periodismo, tierna intérprete de la riqueza de nuestras costumbres, Don Pedrito nos ha dejado lecciones de vida y compromiso que se constituyen en firmes baluartes para una Santa Cruz caracterizada por su perpetua ansia de libertad.

Como bien lo enunciara Miguel de Unamuno al referirse a los recuerdos de la experiencia humana “No sé cómo puede vivir quien no lleve a flor de alma los recuerdos de su niñez”, Don Pedrito vivió intensamente mirando al futuro sin nunca dejar de lado la memoria mágica de ser hijo predilecto de un pueblo de suaves brisas y calles de arena, de cuyo destino fue siempre convencido constructor.