La historia de vida de Claudia Herrera está cargada de experiencias: 

“Soy mamá de cinco hijos y de algunos más que ya no están aquí pero los tengo en mi corazón, emigré a otro país donde tuve que integrarme, tuve problemas y conflictos personales, familiares y laborales, pero en las Constelaciones Familiares y los Órdenes del amor encontré una herramienta para evolucionar y ver mi vida y mi sistema familiar desde otra perspectiva”, dice esta joven facilitadora de Constelaciones Familiares, una terapia que ha ido creciendo en los últimos años enfocada en la búsqueda de una vida familiar más sana y consciente.

Herrera es una terapeuta boliviana formada en Experiencia Somática en Uruguay, país donde también se formó como facilitadora en Constelaciones Familiares y Soluciones Sistémicas en el Centro Bert Hellinger.

Este nombre es clave en el concepto de constelaciones familiares. El alemán Bert Hellinger (1925-2019) es el creador de una forma de terapia grupal que parte de la tesis de que las familias tienen determinados órdenes naturales, “órdenes de amor”, y cuando estos órdenes se trastocan, surgen situaciones conflictivas.  

“Estos órdenes del amor son unas leyes sistémicas en las cuales se basan las constelaciones familiares. Estas leyes dicen que nadie puede ser excluido del sistema familiar porque esto repercute en las siguientes generaciones, habla de la pertenencia, de que todos pertenecemos, que cada uno tiene un lugar y que no se puede excluir. También habla de que hay normas y reglas que se deben respetar en el sistema familiar, dentro de ellas está la jerarquía. Debemos respetar al que llegó primero al sistema, es decir, primero llegó el abuelo, luego el padre y después el hijo. Muchas veces, los hijos, de manera inconsciente y por amor, nos ponemos en lugares que no son para nosotros, pero lo hacemos por amor, porque sentimos que a mi mamá le faltó su papá o que a mi papá le faltó su papá. Y esos movimientos no nos dejan vivir lo nuestro. Lo hacemos por amor, pero es un amor que está desordenado”, explica la experta.

Herrera comenta que cada sistema es diferente y tenemos que mirarlo como tal. “No es que haya una regla general, lo que yo hago como facilitadora es mirar tu entorno familiar para ver si hay algo ahí que tiene algo que ver con lo que te pasa ahora”, agrega.

Origen

Luego de combatir en la Segunda Guerra Mundial, Hellinger entra en una orden católica y luego es enviado como misionero a África del Sur, donde vive con la tribu zulú. Allí se transforma en maestro y sacerdote, aprende su lenguaje, se interesa cada vez más por el proceso de las relaciones interpersonales. Observa los rituales de la tribu, su música y el momento de comunión que allí se vive, expresando las experiencias comunes humanas y la compresión de las diferencias.

“De eso se trata cuando miramos a nuestro entorno familiar, lo hacemos con esa mirada más amplia, descubrimos que fue lo que pasó en ese sistema, desde ahí puedo comprender con otros ojos que lo que me está pasando a mí hoy les pasó antes a ellos. Bert Hellinger nos invita a darle esa mirada, a abrir nuestro corazón”, añade Herrera.

 Beneficios

Sergio Lema Medina estudió con Brigitte Champetier de Ribes, directora de Instituto de Constelaciones Familiares de Madrid. Actualmente es un terapeuta y facilitador, que brinda talleres en el Centro Tu Casa Blanca de Santa Cruz de la Sierra.

Al momento de señalar los beneficios de las constelaciones familiares, Lema subraya la palabra sanación, porque “si sana uno sanan todos”.

“A veces pensamos que somos una gota encima del océano y de repente al caer nos damos cuenta que somos el océano. Al asistir a las constelaciones como participante de tu propia constelación, como representante o solo como observador de otras constelaciones, sanas, porque te aceptas y honras la vida, a través de las representaciones, de la observación o solo de la mirada de las otras constelaciones que se realizan, estas te llevan a comprender y amar la vida tal como es, entonces fluye el amor profundo a la vida, como es exactamente”, expresa Lema.

Una palabra que los facilitadores de constelaciones familiares repiten es sistema. “Las familias, los países, el cuerpo humano, el universo, todos forman parte de un sistema. El sistema familiar está comprendido por todos los hijos incluso los rechazados, los abortados, por las parejas, los padres, los abuelos, todos estamos ligados, estamos unidos. Por eso trabajamos en los conflictos que tenemos a través de la mirada a nuestros ancestros, la mirada de amor. Volvemos a repetir historias, cuando estas personas han sido rechazadas y excluidas, entonces, vienen seres a querer resolver esos problemas, esa información está dentro del sistema”, explica Lema.

“Solo somos seres humanos, no hay cosas buenas o malas, solo cosas son partes de la vida, no es casualidad que todo es vibración en la vida. El tema es tratar de mirar los conflictos desde otros lugares, a través de otras miradas para solucionarlos, así se pueden resolver problemas de salud y emocionales. Se puede entender el dolor y el sufrimiento”, complementa.

Alcances y autenticidad

Los expertos recalcan que las constelaciones familiares no requieren de un lenguaje sofisticado ni de consultas continuas y que pueden ser útiles en hospitales, prisiones, en juicios y en centros educativos. Puede interesar a personas que se dediquen a profesiones concernientes a la psicología, la asistencia social, la sociología, la medicina, la educación y las leyes.

Como todo fenómeno masivo y nuevo, estas constelaciones familiares han creado controversias en relación a su alcance científico y profesional, por lo multitudinarias que llegan a ser (los grupos de terapia van de las 15 a más de 500 personas) y porque no se remite a la historia clínica de los pacientes, sino que observa sólo los sucesos trágicos familiares, de manera muchas veces rápida y urgente.

Lema insiste en que la experiencia de la constelación “nos vuelve más humanos”. 

“La sabiduría y el amor, que surge de las constelaciones a través del sentimiento profundo de cada experiencia de vida, la inclusión, la aceptación y el hacerse cargo de nuestros actos, nos libera, nos engrandece, nos vuelve más humanos, nos damos cuenta de que estamos lejos de la perfección, que solo somos seres humanos llenos de profundo amor ciego, que debemos dejar ir, soltar, honrar y agradecer”, concluye Lema.

Claudia Herrera


Sergio Lema

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