Iracema Justiniano Silva - médico psiquiatra


Pedir ayuda sicológica es reconocer la necesidad de apoyo, para muchos significa mostrarnos vulnerables ante los demás, cuando todavía en nuestra sociedad no se ha reconocido el valor de la salud mental.

Sabemos que toda emergencia sanitaria o desastre siempre es estresante y genera un gran impacto sicosocial, esta situación afecta nuestra conducta y nos lleva a reacciones que son esperables ante una situación inesperada como el Covid-19. Pero también tenemos que enfrentar demandas que nos resultan excesivas, generando el distrés, por eso es importante el enfoque no sólo biológico sino mental y social. 

Los profesionales de la salud mental, no pretendemos patologizar el sufrimiento que estamos viviendo durante esta pandemia, aunque la demanda de muchos sean los fármacos como las benzodiacepinas, que como anécdota, una paciente solicitaba receta de "panes", haciendo referencia al clonazepam y diacepam, mientras buscaba una respuesta rápida al sufrimiento. 

No es difícil notar que en las entrañas de los diferentes problemas que salen a la luz en los medios de comunicación, cuando no detrás de las paredes de nuestra casa, todo se relaciona al fin y al cabo con la salud mental. Sólo al leer los titulares, encontramos en ellas multicausales, disfunciones familiares, problemas que guardan una relación íntima con el entorno social, una elevada carga emocional para el individuo y la comunidad; muchos factores de riesgo para desarrollar un problema de salud mental.

Pero este virus se ancló en el contexto de las diferentes sociedades donde el sufrimiento no lo cesa ni los antidepresivos ni los ansiolíticos, causales que provienen de la crisis económica, laboral y social, aquellas que corroen y destruyen los tejidos de nuestra comunidad, allí es donde el virus pone el dedo en la llaga, allí donde el que tiene una discapacidad mental o física pierde su lugar de una inclusión social o aquel que sufre discriminación a causa de su identidad de género, pierde una oportunidad en ese mismo lugar; este virus ha obligado a mantener a una víctima y su victimador bajo el mismo techo sin poder huir; el dolor alcanza para todos, y desvela realidades que ya conocíamos pero más crudas, porque el virus no discrimina.

Todo esto no es una enfermedad y la psicoterapia o los psicotrópicos no solucionarán el conflicto ni cesaremos su dolor, es aquí donde no se puede intervenir lo psicológico, mientras no se intervenga lo social, es ahí donde nuestras intervenciones para cuidar la salud mental no son suficientes y más en lugares donde no existe el recurso. La ONU el 2019 hablaba en un informe que “la justicia social es más importante para la salud mental que la terapia y la medicación”. 

Definitivamente el Covid-19 nos dejará algún tipo de manifestación sicológica según sea la magnitud de este virus en nuestro país. No siempre se puede mitigar el impacto en un desastre, por mejor voluntad que se tenga si existen soluciones aisladas. 

Reconocer la necesidad de la protección y cuidado de la salud mental, integrada a la salud física y con enfoque social, es un gran desafío no sólo de los especialistas en salud mental, también lo es de todos los niveles del Estado