Por: Patricia Roca Añez

Comunicadora Social. Catequista Tiempo de adviento, ya es día de Navidad, momentos propicios para recargar fuerzas en medio de nuestras dificultades cotidianas con la mirada puesta en el nacimiento de un Niño, el Redentor del mundo que llega para traernos paz, amor, alegría.

Hoy Jesús viene a darnos esperanza

En una época tan llena de violencia, enfermedades, hambre, desastres, aparece la esperanza dibujando en el horizonte los deseos de que todo se superará. Nos permite creer que es posible vencer los desafíos que enfrentamos con sólo sentir la presencia de Jesús a nuestro lado. La ternura y confianza que inspira, los sentimientos fraternos y solidarios que nacen en el corazón, y que iluminan el alma.

Eugenio Sáinz de Baranda, padre carmelita descalzo

El religioso nos recuerda que en Adviento abrimos una ventana a la esperanza. Como la gente buena del Antiguo Testamento, que hizo de ella su razón de vivir. Nuestra esperanza tiene nombre: Jesús de Nazaret, en quien creemos y que nos viene como ‘príncipe de la paz’, gran consolador, liberador de esclavitudes, invitándonos al banquete de la vida nueva: que lo digan los pobres, los enfermos, los pecadores y mal vistos, que fueron los preferidos del Jesús que esperamos.

Él vino y sigue viniendo; Él está, Emmanuel

Pero necesitamos reavivar nuestra memoria, para que el acontecimiento Jesús-Navidad de este 2024 sea motivo de nueva esperanza, afirma el sacerdote promoviendo una fe de verdad.

Nosotros somos ‘adviento’

Y así nos definimos no tanto por lo que tenemos, sino por lo que esperamos. Ya sé, hay esperas ‘vulgares’: ante el semáforo o frente a la ventanilla oficial; o ante la expectativa de una Navidad comercial, gastronómica. Y están las esperanzas ‘teologales’, y así Dios viene cada día.

Jesús ‘vuelve’ y es la Vida

Es vida que no muere, y ya la esperanza es actitud básica en nuestra condición de peregrinos. Es decir: el Adviento es para personas reflexivas del presente, despiertas, y de mirada larga, desveladora del futuro; que creen, esperan y también aman. Es luz, verdad y oración; fiesta para caminantes”.

Y hoy, ¿la Navidad? ¿Cómo la celebramos?

Aquí cuestiona el padre Eugenio. Están las Navidades pseudo cristianas: las que apaciguan, adormecen; pasan y no dejan nada o dejan tristeza, ya que convierten el gran Misterio en comercio o en el arbolito y el Papá Noel. Y está la Navidad que despierta y sacude.

La Navidad que nos ilumina

Es algo que nos enciende; es esperanza, se viste de admiración y amor y se arrodilla adorando al Niño Dios. Sáinz de Baranda nos invita a vivir la Navidad como debe ser, un gran Misterio, idea central de nuestra fe: la Encarnación. Dios, el Creador, se hace criatura, el Todopoderoso, débil y el ‘innominado’ del Antiguo Testamento tiene nombre: Jesús de Nazaret.

Ver la Navidad como fruto de una gran pasión

Dios es apasionado y se conmueve: Dios ha hecho suya la situación de la humanidad. “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su único Hijo” (Jn 3,16). “La razón de la Navidad no fue el pecado; sino el amor de Dios. El secreto de la Navidad es descubrir ese amor y dejarse amar aun sabiendo que tanto amor no cabe en ti, en mí”, así afirma el padre Eugenio.

El amor es el camino y la meta: “A la tarde (de la vida) te examinarán en el amor”, como decía San Juan de la Cruz. Y a pesar del dolor, la injusticia, o tantos males, “aún es posible la Navidad: hay niños que ríen; es mayor la luz que las tinieblas, es más fuerte la Vida y nos sobran motivos para sembrar la esperanza, no sólo el 24-25 puede ser NAVIDAD”, concluye el padre carmelita descalzo.