Opinión

El imparable auge de lo falsificado

8 de agosto de 2021, 5:10 AM
8 de agosto de 2021, 5:10 AM

Hoy el “trucherío” está de moda y a la moda. Desde motocicletas hasta relojes, programas de computación, DVD’s, bebidas, carteras y lo que se le ocurra amigo lector, todo lo “trucho” se puede encontrar, comprar y ciertamente, fabricar.

El tema de los productos truchos no sería tan preocupante si no fuera porque muchas veces caen inocentes que pagan por algo como si fuera auténtico y terminan estafados. Asimismo, en otras ocasiones algún incauto compra elementos de alta seguridad –como por ejemplo repuestos muy sensibles– que por ser truchos se caen a pedazos al poco tiempo, llegando a provocar accidentes y desgracias personales.

A esta altura es casi imposible parar el “trucherío”, sobre todo porque China, el gran dragón del oriente que ahora camina erguido y cada día crece más, basa gran parte de su expansión internacional en el auge de productos falsificados.

Mientras por un lado Beijing sonríe a los inversores externos, por el otro hace la vista gorda en torno a sus masivas usinas de lo trucho, desde donde salen en serie bienes de toda naturaleza que se distribuyen “urbi et orbe”.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) con sede en Ginebra, calcula que el comercio de bienes dudosos representa cientos de miles de millones de dólares. China lleva el primer lugar en lo de “made in truchiland”, seguida de Filipinas, Vietnam y otros países. Las ganancias son cuantiosas y la lista tiende a crecer, como también las grandes cifras del negocio.

La pelea entre lo auténtico y lo falso sigue y seguirá, pero es una pelea difícil. Hay demasiados intereses de por medio, demasiada confusión y muchos países involucrados. En todo caso, conviene tener un muy buen ojo para no caer en la trampa de lo trucho o, mejor, que un experto lo asesore cuando haga una compra importante, ya que hay algunos detalles y elementos que ni las mejores imitaciones pueden reproducir con fidelidad respecto al original.

Pero la mayoría de los consumidores cae y caerá en la trampa de lo trucho, reconociendo también que muchas veces compran lo que saben que es falso, pero es muchísimo más barato que lo original, obteniendo así algo de “glamour” con poca plata. El caso de las carteras y relojes es el más conocido en este rubro de la apariencia formal y de la apetencia por lo trucho.

Mientras así anda el mundo, nadie lograr parar hasta ahora el auge de lo falsificado; parece que nadie lo hará en el futuro cercano. El proceso de “truchificación” se ha transformado –para los productores originales– en una de las pesadillas de este tercer milenio globalizado.

Agustín Saavedra Weise es Economista y Politólogo


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