Opinión

La paradoja de las energías renovables en Bolivia

13 de octubre de 2021, 5:00 AM
13 de octubre de 2021, 5:00 AM

En días pasados se ha inaugurado una planta eólica en las inmediaciones de Warnes que se incorporó a las otras centrales renovables (accionadas por vientos y/o solares) instaladas o en curso de finalización del montaje industrial en Oruro y Potosí.

Este proceso es muy bueno, ya que está en consonancia con la política y tendencias mundiales a reemplazar la generación de energía eléctrica basada en combustibles fósiles, grandes contaminantes del medioambiente, por otros medios mucho menos agresivos y renovables como son el viento y el sol.

Esto se da en un especial contexto nacional, ya que las reservas y la producción de gas natural que actualmente alimentan nuestras plantas termoeléctricas o están declinando o en problemas para atender a una creciente demanda, según informaciones oficiales. Es más, siempre de acuerdo con declaraciones oficiales, en los próximos años deberíamos estar generando el 70% de nuestra energía eléctrica con energías renovables.

El problema radica en que más de la mitad del parque generador actual es basado en la utilización de gas natural y a un precio altamente subvencionado ($us 1,10/MMBTU) si lo comparamos con el precio actual de exportación ($us 6,00/MMBTU). En números estadísticos la energía eléctrica generada en el Sistema Interconectado Nacional (SIN) en 2019 fue del 61,7% a partir de gas natural y 38,3% a partir de fuentes renovables (34% hidroeléctrica, 1,6% biomasa, 1,9% solar y 0,7% eólico). Estos porcentajes variarán sin duda un tanto en favor de las energías renovables debido a la incorporación de las centrales eólicas y solares, pero no como para llegar a dar la vuelta o revertir las ya citadas proporciones.

Consideramos que es bueno y conveniente reemplazar el menguante gas natural por agua, viento o sol, para cuidar el medioambiente y preservar las reservas de gas, pero la potencia instalada actual y a mediano plazo, no permitirá hacerlo masivamente y por lo tanto resulta prematuro lanzar cifras muy optimistas a la capacidad que tendrá nuestro país para tener un sistema energético con emisión de cantidades menores de contaminantes atmosféricos.

Y por otra parte están las paradojas: es más conveniente exportar el gas natural vía los gasoductos, ya que, desde el punto de generación de divisas e ingresos para que YPFB y/o sus contratistas, con mayores recursos monetarios, pueden hacer más exploración y desarrollo de nuevas reservas. Por otra parte, la incorporación de plantas de generación renovables significa la paralización parcial o total de plantas térmicas existentes que deben tener su propia rentabilidad, ya que muchas de ellas han sido construidas con financiamiento interno o externo y deben honrar sus compromisos crediticios. El peso final de esa cuenta será por lo tanto absorbido por el erario nacional.

Otra de las paradojas es que la exportación de energía eléctrica tiene una rentabilidad marginal incluso con un combustible barato, lo cual a su vez repercutiría, si se diera, en menores ingresos para YPFB y por lo tanto para el país.

Como conclusión final es que es urgente y necesario contar con algo más que una política energética clara y definida: una doctrina nacional que englobe a todo el ámbito energético, ya que en un futuro cercano va a terminar la crisis económica, seguiremos avanzando y seguirán creciendo simultáneamente nuestras necesidades de energía. Sin esta doctrina, seguiremos a la deriva sin poder mirar muy lejos en el horizonte económico.

José Kreidler Guillaux es Ingeniero Petroquímico


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