El sabio Salomón dijo una vez que nada nuevo hay bajo el sol, mientras que el comunista Karl Marx habría dicho que la historia se repite dos veces. Todo parece indicar que ambos tenían razón a la luz de la reciente apuesta por incorporar a Bolivia al Mercado Común del Sur (Mercosur) que, estrictamente hablando, luego de 33 años de existencia está muy lejos de ser tal, pese a que Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se habían propuesto lograrlo en 4 años a partir de su fundación en 1991. Recuerdo que haciendo mis “primeros pininos” como negociador internacional, desahucié tal posibilidad y el tiempo me dio la razón.
Amén de aquello, hay quienes todavía creen en este proyecto integracionista, cuyo sesgo proteccionista tiene en Paraguay y Uruguay a dos pequeñas naciones que quieren flexibilizar al Mercosur para negociar bilateralmente acuerdos de libre comercio con países desarrollados, siendo que no solo les impide hacerlo por la obligatoriedad de actuar en bloque, sino que, pese a haber firmado Mercosur dos acuerdos -luego de 20 años de negociación con la Unión Europea y 5 años con Singapur- siguen sin entrar en vigor, mientras que países como Chile, México, Colombia, Perú o Ecuador, consolidaron sendos acuerdos de libre comercio a favor de sus exportadores para vender a mega mercados como Estados Unidos de América, Unión Europea y China. El pedido de Paraguay y Uruguay de “abrir” el Mercosur, encuentra ahora un fuerte respaldo en Argentina, por lo que el futuro del bloque podría entrar en conflicto.
Pese a ello, gran alborozo causó el reciente “ingreso” de nuestro país al Mercosur, como entusiastamente lo reflejó la prensa nacional e internacional bajo estos titulares: “Bolivia dice que su adhesión al Mercosur dará “beneficios” más allá de lo económico”; “Con la entrega de la ley de adhesión, Bolivia ya es miembro pleno del Mercosur”; “Adhesión de Bolivia al Mercosur generará “grandes beneficios” en comercio, salud y educación”; “La adhesión de Bolivia al Mercosur fortalecerá el comercio bilateral y la cooperación económica”; “Bolivia promulga adhesión plena al Mercosur y destaca beneficios”, aunque también hubo la disonancia de que “Bolivia entra al Mercosur en un contexto de conflicto diplomático”, notas todas derivadas de la 64° Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y Estados Asociados, llevada a cabo en Asunción, Paraguay, donde Bolivia depositó el Instrumento de Ratificación del Protocolo de Adhesión al Mercosur, el 8 de julio de 2024, para su entrada en vigor en treinta días.
Lo cierto es que, de aquí en más, habrá que negociar en los próximos 180 días el cronograma por el que el cúmulo de compromisos que se está asumiendo en materia arancelaria, aduanera, comercial, libre circulación de capitales, personas y servicios, adecuación de políticas públicas, entre otras, se internalice en un plazo de cuatro años, lo que entusiasma a algunos y preocupa a muchos.
Por eso la alusión a Salomón y a Marx, en el primer párrafo, porque una situación similar como ésta se dio entre 1994 y 1996, cuando de una manera insólita, sin escuchar las advertencias y recomendaciones que públicamente realizó la generalidad del empresariado privado boliviano, Gonzalo Sánchez de Lozada -tozudo y obstinado como era, mal asesorado desde la Cancillería, además- se empecinó en negociar, entre desiguales, un Acuerdo de Libre Comercio con Mercosur. ¿Cuál fue el resultado? No podía ser otro que lo mostrado por las cifras oficiales.
“Desgasificando” la relación comercial con dicho bloque, como corresponde, ya que la exportación de gas a la Argentina data de los años ´70 y la venta de gas al Brasil se firmó en 1985 -muy lejos del Acuerdo de Libre Comercio negociado por “Goni” en 1996- el resultado que se ha dado desde la entrada en vigor de la construcción de la zona de libre comercio con Mercosur en 1997, hasta el 2023, es francamente lamentable. Se supone que una pequeña economía como Bolivia debería ser la beneficiada, sin embargo, no fue así, más bien, quien cada vez sale más ganancioso es Mercosur, confirmando así los temores que fueron ignorados: El romántico sueño de Goni & Compañía, se tornó en una pesadilla.
Atrás quedó la narrativa del “mercado de más de 200 millones de consumidores que nos compraría todo”, algo que no ocurrió y de que “la producción mercosuriana no invadiría el mercado boliviano”, lo que efectivamente ha ocurrido.
Entre 1997 y 2023 -sin contar el gas- Bolivia vendió al Mercosur poco más de 9.000 millones de dólares, cifra que palidece frente a los casi 52.000 millones que le compramos, por lo que, un pequeño país como el nuestro ha transferido cerca de 43.000 millones de dólares a los felices productores argentinos, brasileros, paraguayos y uruguayos, mientras que los productores bolivianos pierden mercado, no pueden exportar libremente lo que quisieran y enfrentan trabas de acceso a tan gigante bloque. De ahí la pregunta del “Déjà vu”: El sueño incumplido de que nos iba a ir bien con Mercosur… ¿No se irá a repetir?