Mario Velázquez​

Hoy en día como sociedad, a nivel mundial, estamos enfrentando dos grandes crisis: una crisis climática, por un lado; y por otro, una crisis energética. Ambas son muy diferentes a lo que estábamos acostumbrados a enfrentar, porque estas nuevas crisis tienen efecto en todo el mundo, están conectadas y tienen que ver con el exceso de emisiones de carbono que hay en la atmósfera y los efectos que esto está provocando.

Los precios de la electricidad están alcanzando niveles sin precedentes, en ese sentido, la necesidad de una gestión eficiente de este recurso se torna más urgente que nunca. El desafío está en que este despertar de la eficiencia energética no sea una respuesta a los contextos, sino que sea una transformación y hábito sostenido en el tiempo.

En esa línea, debemos asumir una postura proactiva y responsable, integrando prácticas de eficiencia energética en nuestra vida diaria y en los procesos empresariales como una norma, no como una excepción.

Hoy las empresas tienen una tremenda oportunidad para liderar con el ejemplo y adoptar prácticas proactivas de gestión energética, optimizar los procesos productivos, utilizar fuentes de energía renovable y fomentar una cultura corporativa que valore la sostenibilidad, no sólo en respuesta a la crisis, sino como un hábito continuo.

En un mundo donde los cambios en el clima están siendo numerosos y cada vez más extremos, la eficiencia energética es una necesidad imperante y un imperativo ético. El cambio climático y la presión sobre los recursos naturales no esperan por nuestras crisis; continúan avanzando sin parar. Acá la urgencia de que la eficiencia energética debe ser una prioridad constante en nuestra agenda.

¿Qué podemos hacer como usuarios? Controlar la demanda de energía y ser conscientes de que, en un mundo digitalizado y conectado, debemos estar preparados para este tipo de contingencias.

¿Cómo? Implementando tecnologías de gestión energética, optimizando procesos y utilizando energías renovables que mejoran la operatividad.

Debemos tomar el cuidado de los recursos como un propósito de vida y gestión empresarial, a nivel mundial se le ha dado alta relevancia a la transición energética, avanzando en fuentes de energías renovables no convencionales, o energías limpias, como la eólica y fotovoltaica, pero eso aborda solo una parte del rompecabezas, desde la oferta. La otra parte, que tiene que ver más con Electricidad 4.0, apunta a la eficiencia, es decir, cómo hacemos para producir más con menos energía.

Un mundo más eléctrico y digital permite la automatización de las operaciones en la red como el corazón mismo del cambio hacia la sostenibilidad.

La eficiencia energética debe ser una prioridad constante. No podemos esperar a las crisis para actuar; debemos anticiparnos mediante la concientización y el compromiso con la sostenibilidad. Sólo así construiremos una sociedad más resiliente y preparada para los retos del futuro y el cambio climático.