A principios de 2024, en Estados Unidos (EE.UU.), los padres de un estudiante castigado por usar inteligencia artificial (IA) para realizar una tarea, demandaron a la escuela indicando que la falta cometida no se encontraba normada por el reglamento de la institución educativa, planteando la pregunta: ¿Cómo garantizar el uso adecuado de la IA dentro de las aulas?

“No podemos evitar que los estudiantes usen la IA, pero podemos guiarlos en la manera adecuada de hacerlo. Hay que aprovecharla, porque es tanta la información que tiene que, nosotros como docentes, deberíamos ayudar a los estudiantes a filtrar la información correcta y ser críticos en la selección de la información, pero limitarlos no tiene sentido”, puntualiza Génesis Dánae Selaya Ticona, docente de la carrera de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Una encuesta realizada en 2023, por Gallup en Estados Unidos, señala que el 82% de los estudiantes de pregrado y el 72% de los estudiantes de primaria y secundaria habían utilizado la IA para la escuela. De esta población estudiantil que usa IA, el 56% la usó para ayudar con las tareas de escritura y el 45% para completar otros tipos de tareas escolares.

La integración de IA en la educación presenta desafíos éticos que deben ser minuciosamente evaluados para asegurar un uso responsable y beneficioso. Según Selaya, prohibir su uso en el aula en pleno siglo XXI resulta inconsistente.

“Sería como si ahora nos prohibieran utilizar el teléfono celular. No tiene sentido. Es limitar al estudiante. Creo que debemos aprovechar estas herramientas que nos brinda la evolución de la tecnología para fortalecer nuestra profesión”, afirma.

El principal desafío ético radica en garantizar que la IA no reemplace la responsabilidad humana en la toma de decisiones educativas. Docentes y responsables de políticas deben mantener un rol activo y ético en la implementación de la tecnología, tomando decisiones informadas y asegurándose de que los valores éticos fundamentales no se vean comprometidos.

Establecer límites éticos claros y asegurar una supervisión humana continua son fundamentales para maximizar los beneficios de la tecnología mientras se protegen los principios éticos esenciales.

La IA es una herramienta que está potenciando cada una de las actividades de las personas, no solamente la profesión como es el caso de la educación.

Al superar los temores y abrazar cada una de sus posibilidades, se puede aprovechar esta herramienta para potenciar la educación y preparar a las generaciones futuras para un mundo cada vez más tecnológico y dinámico.

Uso adecuado

De acuerdo a una encuesta realizada por las consultoras Empantallados y GAD3, el 64% de los docentes en España ya utiliza la IA para preparar sus clases.

“El 73% de los profesores afirma haber utilizado herramientas de IA en alguna ocasión, siendo más común entre los menores de 40 años. Principalmente, para generar nuevas ideas para clases (64%) y para complementar contenidos de materias (50%)”, indica el estudio.

Por otra parte, según un informe de MarketsandMarkets, se espera que el mercado de la IA en la educación crezca de 537 millones de dólares en 2018 a 3.683 millones de dólares en 2024 sólo en Estados Unidos, con una tasa de crecimiento anual del 47% durante el período de pronóstico.

Selaya apunta que, para evitar el uso inapropiado de la IA en las aulas, es muy importante que los docentes aprendan a usarla de manera efectiva “Esto incluye no sólo aprender a usar herramientas tecnológicas, sino también comprender cómo integrarlas de manera pedagógicamente sólida”.

De la misma manera, es primordial establecer políticas escolares y directrices que definan el uso apropiado de la tecnología en el entorno educativo. Debe haber normas claras sobre el acceso a internet, el uso de dispositivos y las aplicaciones permitidas.

“También es importante que los educadores y administradores supervisen activamente el uso de la tecnología en el aula. Esto implica monitorear el progreso de los estudiantes, así como garantizar que estén utilizando los dispositivos y recursos tecnológicos de manera adecuada y segura”, acota.

Otras estrategias son el fomento del pensamiento crítico en los estudiantes en el uso de la tecnología, ayudándoles a evaluar la veracidad de la información en línea y a comprender los posibles riesgos y consecuencias de sus acciones, asegurándose de que se sigan estrictas políticas de seguridad de datos y privacidad. Los datos de los estudiantes deben ser protegidos adecuadamente y sólo utilizados con fines educativos.

También  se deben establecer políticas de uso aceptable que definan claramente lo que está permitido y lo que no lo está en términos de tecnología en el entorno educativo, evaluar el uso de las nuevas tecnologías en el aula, entre otras medidas.

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