“El que se pierde es el que encuentra nuevos caminos”, decía el dramaturgo noruego Nil Kjaer, refiriéndose a la importancia de equivocarse para aprender. Sin embargo, muchas veces tomamos el error como algo irritante y negativo, sin darnos cuenta de que errar es el primer paso para aprender algo nuevo.

Imma Marín, presidenta y fundadora de la consultora educativa especializada en el aprendizaje basado en juegos, Marinva, explica que, por ejemplo, la principal motivación de esta metodología educativa es permitir a los estudiantes entender el error como parte del proceso educativo y no como un retroceso.

“Lo que buscamos es crear espacios seguros donde se entienda el error como parte del proceso de aprendizaje. El juicio y la crítica están permitidos en un espacio donde el alumnado no se siente juzgado y las personas están motivadas para tener agencia de su propio desarrollo”, explica, por su parte, Esther Hierro, CEO de Marinva. 

En los modelos tradicionales, en la etapa escolar, se impone la idea de que aprender consiste en escuchar a un profesor para, a continuación, retener en la memoria todas las “respuestas correctas” posibles y demostrarlo en un posterior examen. Sacar un 100 significa que sabemos todas las respuestas correctas; un 0 implica un 100% de fallos, es decir, un estrepitoso fracaso.

Sin embargo, las nuevas metodologías de aprendizaje buscan cambiar esta situación. “La idea central es que, en lugar de recibir pasivamente clases magistrales, el aprendizaje se plantee desde el principio como una búsqueda activa de respuestas”, explica Eugenia Marín-García, psicóloga de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU).

“Algunas veces acertamos y otras muchas nos equivocamos, pero a largo plazo los resultados de esta forma de estudio superan con creces la formación pasiva clásica, esa que consiste en estudiar y re-estudiar una y otra vez la lección hasta que se nos queda”, aclara Marín-García.

Leslie Vidaurre, de la Jefatura de Enseñanza Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, indica que, mientras en los enfoques tradicionales se espera que los estudiantes dominen estándares y no cometan errores para asegurar su paso a la siguiente etapa, en las nuevas metodologías se espera que estos se equivoquen y tracen nuevos caminos y al final dominen las competencias alineadas a la universidad y al trabajo, pero con objetivos de aprendizaje claros y transferibles.

“En los enfoques tradicionales, los estudiantes avanzan al ritmo del profesor, independientemente de su dominio o de qué necesite tiempo adicional. Este tiempo adicional solo se ofrece a los identificados como de ‘educación especial’. Con los nuevos enfoques, como el aprendizaje basado en competencias (ABC), los estudiantes avanzan de acuerdo con su nivel de dominio de metas educativas. Reciben apoyo adaptado a cada uno, dentro y fuera de la escuela, para mantenerse en el itinerario previsto.

De la misma manera, en los modelos antiguos, la evaluación se usa en momentos determinados para calificar y clasificar a los estudiantes y se usa evaluación sumativa al final de curso. 

“En contraste, ahora, se fomenta un sistema de evaluación comprehensivo es una parte esencial del sistema de aprendizaje. La evaluación formativa guía la instrucción diariamente. La evaluación sumativa muestra el dominio; se realiza cuando uno está preparado y hay múltiples oportunidades para mostrar el dominio”.

Marín-García indica por su parte que se ha comprobado que fallar al intentar responder hace que aprendamos más. Incluso en preguntas de tipo verdadero-falso.

“En realidad, esto tiene mucho sentido. Hay varias teorías que intentan explicarlo, pero nuestras investigaciones empíricas y las de otros grupos cercanos indican que la más plausible es la que se conoce como Error Prediction Theory, que quiere decir que cuando lo que uno espera que va a suceder (la predicción) no coincide con la realidad, el cerebro reacciona aumentando la atención”, resume la investigadora.

Aclara que esa teoría propone que, cuando lo que uno espera que va a suceder (la predicción) no coincide con la realidad, el cerebro reacciona aumentando la atención. Y, como consecuencia de ese error de predicción, la retentiva mejora y el aprendizaje es más profundo.

Sin embargo, la psicóloga de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) indica que para que el método funcione es importante corregir a los estudiantes (o que se autocorrijan) inmediatamente después de responder a los test, en lugar de dejar varios días entre la prueba y el feedback correctivo. Además, la rectificación debe ir acompañada de una explicación detallada y no solo de un bien o mal.

“Otro matiz a tener presente es que no podemos cortar todos los errores por el mismo rasero. Por un lado, hay evidencias de que aquellos que cometemos nosotros mismos generan mayor aprendizaje a largo plazo que los que cometen los demás”.

Desafíos y oportunidades

Aunque los enfoques basados en errores ofrecen numerosos beneficios, también enfrenta desafíos. 

La formación de profesores en estas nuevas metodologías, la evaluación de competencias prácticas y la integración de la tecnología en el aula son algunos de los obstáculos que deben superarse. Sin embargo, las oportunidades que brinda este enfoque educativo superan con creces las dificultades, preparando a los estudiantes para un futuro lleno de posibilidades.

“Al centrarse en la práctica y la aplicación, este método no solo mejora la retención del conocimiento, sino que también desarrolla habilidades críticas que son esenciales en el mundo real. Este enfoque requiere un compromiso con metodologías activas, evaluación continua, entornos colaborativos y el uso de tecnologías educativas, pudiendo transformar la educación y empoderar a los estudiantes para alcanzar su máximo potencial”, concluye Vidaurre.

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