Educación y sociedad
10 tecnologías emergentes cambiarán al mundo en los próximos años
La tecnología avanza a pasos agigantados, cambiando nuestro mundo a una velocidad vertiginosa
La inteligencia artificial (IA) avanza a pasos agigantados, superando exponencialmente con cada nueva generación su poder de procesamiento, su funcionalidad y expandiendo sus posibles utilidades; sin embargo, a pesar de los saltos que da, se encuentra aún lejos de las capacidades de la mente humana.
La creatividad, la emoción, la pasión y la capacidad de aprender de los errores propios, evolucionar y ser impredecible son capacidades que la IA no posee y que, probablemente, nunca poseerá.
“Los humanos tienen una serie de capacidades que la IA no puede igualar, como la creatividad, la empatía y la capacidad de resolver problemas inesperados. Además, los humanos son necesarios para supervisar e interactuar con los sistemas de IA”, asegura Marcelo Pacheco, director de la carrera de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Esto podría cambiar
De acuerdo con el magnate tecnológico y fundador de Microsoft, Bill Gates, los desarrollos de la IA, si bien son emocionantes y de gran utilidad para la humanidad, han llegado a un declive.
Para Gates, la IA es un “punto de inflexión”, como lo fue la popularización de las computadoras o la aparición del internet, pero ha alcanzado un techo, un límite sobre lo que puede y no puede hacer. A pesar de sus mejoras incrementales, no evolucionará hasta no alcanzar la “metacognición”, es decir, la capacidad de un sistema para que sea consciente de su propio pensamiento.
Gates afirma que los modelos de IA actuales carecen de sofisticación por el hecho de que se tratan de modelos no deterministas.
“Esto quiere decir que dichos modelos no van a hacer nada inesperado sobre lo que no se les haya enseñado o entrenado previamente. De ahí su referencia a los loros estocásticos, pues repiten con cierta coherencia lo que se les ha enseñado con los millones de parámetros aportados”, explica el magnate.
Por ello, Gates apunta a la metacognición como el futuro de la IA. “Los modelos actuales carecen de dimensiones completas de pensamiento que los humanos damos por sentado. Esta consciencia es precisamente lo que permite a los humanos adquirir conocimientos y aplicarlos de distintas maneras para llegar a diferentes resultados, en vez de llegar siempre a la misma conclusión aprendida”.
Para Gates, una de las metas de la IA es aprender a aplicar lo aprendido y no imitar el conocimiento. Con este “Santo Grial”, la IA sería mucho más que un simple asistente y nos ayudaría a mejorar nuestras capacidades para convertirnos en “superhumanos”.
Gates asegura que los modelos actuales todavía van a evolucionar un par de generaciones más, mostrando una mejora exponencial de sus respuestas. Sin embargo, insiste en que no harán más que mejorar su capacidad de aprendizaje sobredimensionando sus datos de entrenamiento y su potencia computacional. Afirma que los modelos actuales no abordarán su principal inconveniente: “fiabilidad y precisión”.
La evolución de la IA
“Hoy, estamos viviendo lo que es la IA especializada. Se estimaba que el 2050 se iba a poder desarrollar una inteligencia general. En otras palabras, una IA general va a tener suficiente capacidad y autonomía de actuar por sí sola”, explica Sergio Valenzuela, docente de la carrera de Ingeniería de Sistemas de Unifranz.
Este logro es conocido como la “singularidad tecnológica”, la cual sostiene la idea de que la historia humana se está acercando a un momento en el cual los humanos serán superados por máquinas artificialmente inteligentes o inteligencia biológica cognitivamente mejorada, o ambas, según la definición del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Según esta teoría, los sistemas desarrollados por los humanos ganarán la capacidad de mejorarse a sí mismos recursivamente, creando una línea de desarrollo autónoma que excedería las limitaciones del pensamiento humano.
La singularidad tecnológica plantea un sinfín de oportunidades, pero también riesgos. Por un lado, una inteligencia artificial general podría llevar a avances médicos muy importantes en la detección y tratamiento de enfermedades, gracias a la capacidad de la IA para identificar patrones y tendencias en grandes conjuntos de datos médicos.
También, podría mejorar la productividad y la eficiencia al automatizar tareas repetitivas y podría ser utilizada para abordar problemas globales como el cambio climático, la pobreza y la falta de acceso a la educación y la atención médica.
Además, podría crear nuevas oportunidades de trabajo y empleo en áreas como la programación y el desarrollo de tecnología.
Entre los riesgos se podrían enumerar la pérdida de empleos, conflictos éticos y políticos, riesgos para la privacidad y seguridad o la ampliación de la desigualdad económica, entre otros efectos.
Ante los riesgos, surge la pregunta: ¿Puede ser evitada la singularidad? De acuerdo con el MIT, mientras sigamos desarrollando e integrando, al ritmo actual, la tecnología en nuestras vidas, será muy difícil que la explosión de inteligencia artificial no llegue, porque es precisamente lo que buscamos.