Tania Monje, psicóloga

El 14 de febrero, en varios países de mundo, se celebra San Valentín, el día del amor. Los griegos han identificado muchos tipos de amor; sin embargo, el día de los enamorados se celebra un amor que no es el amor de amigos; ni el amor de padre ni de madre; ni el amor a los hijos ni al planeta. Es el día del amor romántico, de pareja.

En muchos países, es el día del deseo apasionado e intenso

El día del amor tranquilo e infinito por un otro, que sin ser ni amigo ni pariente, se convierte en la persona más importante, te inspira a llevarte el mundo por delante, a crear vida, a sostenerla. Ese amor encerrado en la frase de Julio Cortázar en Rayuela: “Me basta mirarte para saber que con vos me voy a empapar el alma”.

La historia de San Valentín

La vida de San Valentín es una leyenda interesante. Cuenta que en los tiempos de Claudio II, en el Imperio romano, se había prohibido el cristianismo y el matrimonio entre personas jóvenes, por considerarlo un estorbo para las actividades militares. Sin embargo, Valentín de Roma, un religioso rebelde, casaba a los soldados con sus prometidas en las mazmorras de las cárceles del Imperio. Fue por esto, apresado y mandado a lapidar y decapitar un 14 de febrero del 269.

Cuenta la historia que mientras esperaba su ejecución, se enamoró de Julia, una joven ciega, hija del juez de la prisión y antes de partir a su martirio, le dejó escrito en un papel “Tu Valentín”, convencido de que el poder infinito de su amor le devolvería la vista, para leerlo. Y así pasó. Julia recuperó la vista frente al papel.

Celebramos el milagro del amor

Arnaud Desjardins ha escrito que la expresión más hermosa del buen amor en pareja es el deseo espontáneo de que el otro esté bien. Coincidir con otra persona en ese sentimiento es un milagro que merece ser bien celebrado. ¡Feliz San Valentín!

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