Elena Quispe (54) no conocía el oro. El padre de sus hijos la conquistó enseñándoselo, era minero y cuando le mostró un pequeño trozo dorado ella quedó maravillada. Más todavía cuando le propuso ponérselo en sus dientes. Desde entonces ese fue su sueño, primero fueron tres y luego seis dientes que ahora luce sonriente, los demás también tienen brillo metálico, pero ya no se trata de oro, sino de platino. Su sonrisa dorada se ve casi a diario en sus videos de TikTok.

Esa sonrisa vale mucho, no por el metal preciado, sino por su don de mujer dulce y sencilla. Ahora es famosa, tiene más de un millón de seguidores en TikTok, pero mucho antes de eso, fue una niña que a los 12 años sus padres dejaron a cargo de sus hermanos menores, mientras ellos se fueron a la ciudad, buscando mejores perspectivas de vida porque en el campo había días que no alcanzaba ni para comer.

Por eso Elena no llegó a terminar el tercero de primaria.  Tuvo una vida muy sacrificada, de esas en las que para conseguir una pastilla para el dolor tenía que caminar más de ocho horas, bajando y subiendo el cerro, en su provincia Muñecas (La Paz). Eso la preparó para ser la mujer que es ahora, una muy fuerte, llena de vitalidad y conocimiento sobre las bondades de las hierbas, a las que sus abuelas tenían que apelar para curar toda clase de dolores que la lejana e inaccesible pastilla no alcanzaba a curar.

Elena tiene un equipo detrás de ella para subir contenido a sus redes / J. Gutiérrez

La magia de las redes sociales

Los hijos de Elena son tres: Vanessa (35), Fanny (32) y Ever Santos (29), todos son Yujra Quispe. Pero crecieron lejos de su madre porque el padre migró a Santa Cruz y se los llevó consigo.

Elena se quedó en su casita en el campo, con sus animalitos y dedicándose a vender de todo, incluyendo ropa usada. No se veían, pero siempre para los cumpleaños se retomaba el contacto. Hace cinco años Elena dejó la casita y los animalitos y llegó a Santa Cruz. Si bien empezó vendiendo carne, con la llegada de la pandemia las ventas bajaron y se vio en casa sin mucho oficio.

Fue entonces cuando a su hijo menor, que es creador de contenido y además un inquieto por todo lo que tiene que ver con el marketing, se le ocurrió la idea de aprovechar el talento y conocimientos de su madre en la cocina. Como preparada para una vida frente a la cámara de video, doña Elena ya había armado una cocina en su patio, donde tiene fogones hechos de barro, un horno también de barro, y una hilera de tinajas y platos del mismo material.

Ese es actualmente su escenario, donde intenta producir contenido casi a diario. La fama le llegó rápido, el tercero de sus videos se hizo viral, era sobre la papaya y la forma de consumirla para adelgazar y para desparasitar a los niños. "Amo la papaya, ella me levantó y unió mi familia", repite varias veces muy agradecida con la fruta que la lanzó al estrellato.

"No tenía idea de su carisma, conociéndola descubrí a quién salí, la chispa la saqué de mi mamá", dice Santos, que tiene un equipo de seis personas para producir todo lo que los seguidores de doña Elena demandan.

"Ella transmite paz, es bien tranquila y sonriente. Mis amigos conectan con ella y yo estoy feliz de tenerla con vida", cuenta Santos, que jamás imaginó que sería su madre la figura principal de uno de sus proyectos que lleva  1,1 millón de seguidores desde que nació hace 8 meses en TikTok, casi un millón en Facebook y 100 mil en Instagram.

"La receta con la papaya fue algo que nos cambió la vida, nos posicionó y se disparó, fue el tercer video que hicimos", recuerda Santos, quien ahora se ha dado cuenta que su madre aceptó hacer lo que le pedía para pasar más tiempo juntos y conocerse. "No fue por fama ni por las ganancias", por eso ambos dicen que la papaya fue el inicio de una relación más cercana y fuerte.

Así es como se pone a moler la semilla de papaya. Nos compartió su receta /Jorge Gutiérrez



"Adoro la papaya"

"(Estuve) distanciada de mis hijos, me quedé sola porque su padre se vino con las wawas", recuerda sentada en su patio con piso de tierra, donde hay varias plantas que ella ha sembrado, hasta ají se ha procurado en un lote de unos 350 metros cuadrados, en el Barrio Primero de Mayo, bien al final de la avenida Moscú (entre séptimo y octavo anillo). 

¿Es difícil vivir en Santa Cruz, con tanto calor y las calles de tierra? le preguntamos, e inmediatamente responde: "Hay vida aquí, es bonito Santa Cruz y hay más entrada (se gana más dinero)". Reconoce que con tanto calor le daban ganas de volverse, pero más temprano que tarde se acostumbró y ahora no consideraría irse jamás.

Sus ingresos actuales provienen de las redes sociales. "Gracias a la papaya, amo la papaya", dice recordando que al principio sintió algo de miedo e incomodidad porque no faltaron los comentarios desagradables que la criticaban por dar recetas medicinales, "ahora te has vuelto curandera", le decían en tono de burla después de vela cocinar. "Me fui acostumbrando y después les respondía: 'sí, me he vuelto y con esto yo te voy a salvar la vida'", les decía, y ahora reconoce que con eso ella sintió más ganas de seguir adelante.

Doña Elelna da gracias a Dios por su trabajo y se encomienda a Él pidiéndole sabiduría para cada una de sus recetas porque sus seguidores las ponen en práctica y no quiere que nadie salga perjudicado. Con dedicación se cuida de explicar las contraindicaciones.

Ahora los comentarios con 'hate' son la minoría, a diario la siguen y le reclaman si no sube contenido. "Ellos están pendientes y no les puedo fallar", asevera.

Elena hizo su propio fogón con barro, ahí cocina platos del campo /Jorge Gutiérrez

Otras delicias

A doña Elena le sale bien rico el queso humacha quesomacha, un platillo típico de la gastronomía paceña. Consiste en un queso derretido en ají amarillo, huevos duros picados, choclo desgranado y papa blanca. "Es comida de campo y se consume principalmente en Semana Santa", explica. También es una capa haciendo ají de papalisa, y en realidad, con toda clase de platillos de la culinaria nacional, porque los platillo cambas ya los sabe hacer todos y le salen muy bien.

Pero su ángel en la cocina no se lo debe solo a sus recetas medicinales y su destreza con la comida, sino también a su sonrisa dorada y a su carácter alegre y humilde. "Aunque estemos tristes, hay que estar alegres, porque nos podemos enfermar", aconseja sabiamente. Habla castellano, quechua y aimara. 

Su receta con papaya para adelgazar y desparasitar la catapultó a la cima /Jorge Gutiérrez

Orgulloso de su madre de pollera

"No recuerdo mucho del momento en que nos separamos, yo tenía seis años", cuenta Santos, su hijo menor. Lo que sí retiene en la memoria es que su padre tenía una gomería y los dejaba en su casa a todos y solo los veía los domingos.

Y reconoce sin vueltas: "Yo me uní con mi mamá por las redes sociales, ya vamos año y medio produciendo contenido. Cuando la conocí a ella y su cultura quedé enamorado, me encanta que use pollera y soy bien orgulloso por eso", reconoce Santos, para quien, además, descubrir la buena sazón de su progenitora fue lo que terminó de cerrar el círculo.

Ahora son una dupla ideal que se complementa muy bien. "Reventamos las redes en equipo", dice feliz, porque él es influencer - tiene dos millones de seguidores - produciendo y compartiendo cortometrajes de reflexiones y contenidos sobre infidelidades. 

"Valoro lo de inculcarme siempre a Dios. Todo el tiempo me dice: no te olvidés de hablarle a Dios, que es el primero en nuestro proyecto", confiesa Santos, que luego de conocer sus raíces gracias a su mamá, está más orgulloso que nunca de sus orígenes en Muñecas, el queso humacha y su dulce madre quechua.