La lucha en defensa de su territorio sigue en pie. Después de diez días de caminata bajo el sol abrasador y la humareda de los incendios, los indígenas de Alto y Bajo Paraguá instalaron una vigilia en la plaza de San Ignacio de Velasco, exigiendo una solución a los avasallamientos de las tierras que habitan. A pesar de las ampollas en los pies y el cansancio, el espíritu de lucha sigue intacto.
Los marchistas recorrieron cientos de kilómetros a pie y este miércoles llegaron a la plaza de San Ignacio de Velasco, donde fueron recibidos con aplausos por la población velasquina, que les provee lo poco que tiene para ayudarles con la comida, aunque no es suficiente porque, a medida que la marcha avanzaba, más comunidades se fueron sumando hasta alcanzar a cientos de marchistas.
Mujeres con niños en brazos, adultos mayores y hombres dejaron sus hogares, movidos por un objetivo mayor: levantar la voz en defensa de la ‘casa grande’, la tierra que les da vida y sustento.
La vigilia instalada en la plaza es un grito de auxilio ante la inacción frente a la invasión de sus territorios. Han dejado la tranquilidad de sus casas para instalarse en carpas y camping, en medio de necesidades. Hasta el momento ninguna autoridad se ha comunicado con ellos para iniciar una mesa de diálogo, por lo que han decidido permanecer en el lugar hasta recibir respuesta.
“Nos mantendremos en vigilia hasta que nos escuchen. Queremos que atiendan nuestra demandan y se respeten nuestros derechos”, manifiesta Sismar Ardaya, cacique de la comunidad de Tirarí del Distrito 8.
¿Qué los impulsa a dejar sus comunidades y salir en marcha? “La defensa de la casa grande”, responde de inmediato. “No están respetando nuestro territorio y nos están avasallando en nuestras narices ¡Ya basta de tanto abuso!, queremos acciones urgentes. No vamos a permitir más invasiones a nuestro territorio”, indica.
Contó que la movilización surgió de manera espontánea ante el abuso que sufrieron los comunarios de José de Campamento, que fueron emboscados por avasalladores que se instalaron en sus territorios y comenzaron a desmontar y prender fuego. “De ahí fue que se levantó su pueblo indígena para apoyarlos y luego se sumaron las demás comunidades porque los avasalladores actúan de la misma forma en distintas zonas”, cuenta.
Ellos fueron quienes provocaron los incendios, continúa, y por eso, se nos quemó todo: el bosque, los planes de manejo y los cultivos.
Afirma que tienen el mismo modo de proceder. Llegan, desmotan con maquinaria, instalan campamentos y siguen desmotando mientras prenden fuego a los árboles derribados. A la par, amedrantan a los lugareños y cortan el paso por los caminos, tumbando árboles.
Cansados de los atropellos, exigen el desalojo inmediato de estos grupos, antes de que formen comunidades (campesinas) o trafiquen con la tierra, porque tampoco hacen un manejo sostenible del terreno, toda vez que no esperan que llueva para habilitar el terreno y sembrar, como lo hacen las comunidades indígenas
Otras demandas
La marcha indígena también demanda acciones más afectivas para aplacar los incendios forestales que asedian a las diferentes comunidades, además de planes de reforestación y restauración de las zonas afectadas.
También piden planes inmediatos para paliar la sequía, la protección y conservación de los recursos hídricos en el Alto y Bajo Paraguá, y reconsiderar la pausa ambiental indefinida para evitar que se siga quemando.
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