Opinión

Memorias de un IPhone y otros relatos

6 de agosto de 2021, 5:00 AM
6 de agosto de 2021, 5:00 AM

El libro ha superado la prueba del tiempo, ha demostrado ser un corredor de fondo. Cada vez que hemos despertado del sueño de nuestras revoluciones o de la pesadilla de nuestras catástrofes humanas, el libro seguía ahí. Como dice Umberto Eco, pertenece a la misma categoría que la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. “Una vez inventados, no se puede hacer nada mejor”, escribe Irene Vallejo en su ensayo El infinito en un junco. Esa es la sensación que uno percibe cuando visita la 22.ª Feria Internacional del Libro de Santa Cruz de la Sierra: escritores, editores, libreros, bibliotecarios y lectores saben que el libro también superará esta desventurada pandemia. Aunque seguimos sufriendo un mal sueño con este implacable virus, sabemos que al despertar, los libros estarán ahí.

La misma Vallejo dice que “recomendar y entregar a otro una lectura elegida es un poderoso gesto de acercamiento, de comunicación, de intimidad”. Después de visitar los pabellones de la FIL, comparto apuntes de un libro que ya alcancé a leer, quedan otros títulos que están en mi mesa de noche, esperando su turno.

Memorias de un IPhone y otros relatos es el nombre de la edición bilingüe (español - italiano) del libro de Patricia Gutiérrez. La autora, en la sentida dedicatoria que me regaló, me hace recuerdo que el cuento que bautiza el libro lo leyó una noche que, junto a un grupo de amigos, celebrábamos con mucho vino, su “cumple-días”. El contenido “forma parte de sus memorias y sus trampas eternas. Sus ficciones”. Patricia arranca la publicación con una cita de Fellini que raya la cancha: “En mi trabajo todo y nada es autobiográfico”, y esa frase resume su visión sobre los detonantes de la escritura: “Las autobiografías tienen rasgos de ficción porque eluden, magnifican, recrean, esconden, maquillan, y por último eligen qué recuerdos o imágenes -transfiguradas por las trampas de la memoria- contar y qué no”.

Gutiérrez señala que “este pugilato entre ficción y realidad le provoca explorar las narrativas del yo desde otra perspectiva: invertir la propuesta del relato, ser los narrados y no los narradores. Colocar nuestro punto de vista en el otro. Y que -desde el otro- arranque la historia. Que los objetos o acontecimientos nos narren, a nosotros sus ‘seres’”. Los seis relatos del libro se asientan sobre estas fisuras sutiles, en los límites posibles e imposibles entre ficción y realidad.

Memorias de un IPhone es el relato más íntimo, más personal, más introspectivo. Es la voz -“un hueco insondable”-, la suma de algoritmos que, con el uso, sabe más de su dueña que nadie. Se ha convertido -literalmente- en su memoria; en su fiel confidente; en su confesionario mundano, ajeno a cualquier orden clerical. Que putea como la dueña, que aunque pase de todo, vuelve a reír como una chica, como ella misma escribió en un poema: un dolor que muerde.

Memorias de un golpe de Estado es la mirada de la autora desde la rendija de sus diecisiete años, “cuando el miedo aún era ajeno” y las historias que se tejen en las sombras son las que verdaderamente importan, aunque solo las veamos si sabemos espiar. Autobiografía de un porrazo es un relato desgarrador, una reconstrucción de los retazos de la memoria, luego de que su cuerpo golpeara violentamente el piso, desplomado por un desmayo.

Diario de una niña presenta las cándidas, pero al mismo tiempo, mordaces entradas de un diario, que habiéndose interrumpido bruscamente al ser profanado, vuelve a ser escrito medio siglo después. Crónica de un llanto anunciado y Currículum Vitae cierran magistralmente la primera parte del libro y dan paso a los cuentos cortos en cuarentena. Para muestra: Este no texto: Este no año. De esta no vida. En este no momento; ha parido un no texto, sin jaula. Un libro que no los dejará indiferentes. Se los recomiendo.

Alfonso Cortez - Desde mi Barbecho / Comunicador Social

Tags