Opinión

La casi olvidada tragedia del Juan del Valle, 80 años después

1 de noviembre de 2020, 5:00 AM
1 de noviembre de 2020, 5:00 AM

Nada hacía suponer ese fatídico 4 de noviembre de 1940 que un viaje más del ajetreado trimotor Junker JB 52 “Juan del Valle”, enlutaría a todo un pueblo y lo mantendría en vilo durante más de un año. El vuelo del Lloyd Aéreo Boliviano Santa Cruz-Corumbá, no alcanzó su destino final; se estrelló en la espesura chiquitana poco después de despegar de una escala obligada en Roboré.

Al cumplirse 80 años de la catástrofe, reitero partes de una nota que escribí 20 años atrás en estas mismas páginas del tan querido Diario Mayor EL DEBER. Mi abuelo paterno José Agustín Saavedra Rivero (entonces Alcalde Municipal de Santa Cruz de la Sierra) fue una de las infortunadas víctimas de la tragedia del Juan del Valle, uno de los más tristes episodios que registra la aviación nacional.

El viaje de una comitiva oficial a la localidad fronteriza tenía como principal objeto asistir al inicio de las obras del ansiado ferrocarril que luego uniría al departamento con el país vecino. Se embarcaron las principales autoridades locales: el prefecto coronel Genaro Blacutt, el alcalde José A. Saavedra Rivero, el rector de la Universidad Gabriel René Moreno, Dr. Rómulo Herrera Justiniano y su esposa señora Blanca Catera de Herrera, el contralor departamental, el poeta Agustín Landivar, el superintendente de la Comisión Mixta y el Dr. Adalberto Terceros Mendivil. Ellos formaban la comitiva oficial. También viajaron Sócrates Barba, Victoria de Lazarte, Salomón Aponte, el ingeniero brasileño Dolabella y el mensajero de la Prefectura Rocío Parada. La tripulación la formaban George Jüterbock, el mecánico Lothar Reck y el radio operador Ángel Arellano.

Juan del Valle fue un mítico aventurero español del Siglo XVI que anduvo buscando plata en zonas hoy bolivianas y grande fue su decepción al encontrar estaño, entonces sin ningún valor. Decepcionado, volvió a su país. Ese mismo lugar -tres siglos después- lo reencontró Simón Iturri Patiño en el momento estelar del estaño; fue el inicio de su inmensa fortuna. Al donar el avión al Gobierno Boliviano durante la Guerra del Chaco, el gran minero le puso el nombre de ese ignoto buscador de plata y así pasó a la historia.

La aeronave perdida no fue encontrada prontamente pese a la larga búsqueda; la selva escondía en su seno la tragedia. Recién 14 meses después fueron descubiertos los restos de metal y de las infortunadas víctimas. Al fin, los familiares pudieron sepultar cristianamente a sus seres queridos y salir de la tremenda incertidumbre.

Escribo estas líneas una vez más como modesto aporte a los actos de remembranza que tendremos este 4 de noviembre cada uno de los descendientes de los fallecidos en el Juan del Valle, con especial mención a mi querida familia paterna Saavedra Suárez, como también a los estimadísimos Terceros Banzer y Herrera Catera, sin olvidar al resto de las otras familias afectadas.

Pocos cruceños recuerdan hoy este dramático hito de quienes se sacrificaron en aras del desarrollo regional, entonces casi nulo e incipiente. La capital oriental era en 1940 una aldea de apenas 28.000 habitantes, pero que ya tenía mediante esos desafortunados viajeros mucha fe en su futuro, hoy promisorio presente, el que sin duda ha sido construido -en su inicio- por el sacrificio de las víctimas del Juan del Valle, 80 años atrás. Esas benditas almas nunca deberán ser olvidadas.

 



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