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Un pasado común entre Argentina y Bolivia

19 de julio de 2020, 3:00 AM
19 de julio de 2020, 3:00 AM

El pasado 9 de julio de 2020 se celebró el 204º aniversario de la independencia de las Provincias Unidas del Río de La Plata, la hermana Argentina de nuestros días. Los historiadores argentinos coinciden en que el haber repelido exitosamente las invasiones inglesas de 1806 fue un primer hito fundamental de lo que después sería la proclamación de la independencia. Del fallido asalto británico a Buenos Aires mediaron cuatro años hasta el 25 de mayo de 1810 y seis hasta el Congreso de Tucumán. 

La Revolución de mayo mantuvo la ficción de reiterar lealtad a Fernando VII, rey de España erradicado del poder por Napoleón Bonaparte. El contexto independentista -tanto argentino como íberoamericano- no puede entenderse bien sin la sincronización con lo que ocurría en Europa desde la Revolución Francesa (1789) y antes con la creación de Estados Unidos (1776).

En 1816 las condiciones europeas cambiaron. Tras la derrota de Napoleón en Waterloo (1815), el viejo orden volvió y la restaurada monarquía hispana se endureció con sus colonias. Obviamente, ya no era necesaria la ficción de representar al monarca desplazado; fue así que el Congreso de Tucumán optó por la proclamación de la independencia el 9 de julio de 1816. El Alto Perú (hoy Bolivia) estuvo representado por 6 delegados.

Entre los delegados de las provincias altas a Tucumán destacó José Mariano Serrano, redactor del manifiesto de la independencia argentina. Posteriormente Serrano también estuvo presente en Charcas cuando se creó Bolivia (1825). Tuvo así el raro privilegio de participar en la declaración de dos soberanías. Del Congreso de Tucumán no participaron Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Banda Oriental, hoy Uruguay. Desde 1813 esas provincias estaban enfrentadas con Buenos Aires. Paraguay ya era de hecho un estado independiente y tampoco participó.

A partir del 9 de julio de 1816 se inicia el proceso de consolidación de la Nación Argentina. Otros estados se fueron independizando progresivamente y buscaron su lugar bajo el sol. Todos desecharon la monarquía y decidieron ser republicanos. Hubieron guerras y enfrentamientos fratricidas, pero al final, cada país siguió su propio derrotero. En el campo rioplatense, Bolivia, Paraguay y Uruguay -territorios con derecho y legalidad para haber sido un solo país con las Provincias Unidas- optaron por la auto determinación, forjando así sus propias nacionalidades.

El apelativo “Argentina” tiene su origen en el Alto Perú, hoy Bolivia. Como había que llegar a Potosí, dónde estaba la plata (“Argentum” en latín), los aspirantes a nuevos ricos ingresaban por Buenos Aires y desde allí partían hacia las “tierras de argento”, hacia Potosí. El nombre se asentó en la región y de ahí derivó el gentilicio “Argentina” (tierra de la plata). Otro elemento para rescatar es el de las nacionalidades. Hoy se dice “Cornelio Saavedra era boliviano” y Serrano “fue un boliviano que redactó el Acta de independencia”. Lo mismo ocurre en otros contextos. La verdad: en esa época las mezquinas fronteras del presente no existían y tampoco había cabida para nacionalismos estrechos. El pensamiento era continental, continentales eran las presencias y las mentes de los ilustres personajes que forjaron nuestra historia común. No importaba de dónde sean ni nadie se preocupaba por su origen natal, simplemente todos eran americanos parte de las provincias unidas; el resto carecía de valor. A ese pensamiento en grande, volveremos algún día. Y mientras, no debemos olvidar los fuertes vínculos de origen que existen entre Bolivia y Argentina.

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